¡°Las guerras resultan esenciales para el arte¡±
Autora de la obra fundamental sobre Sartre, su investigaci¨®n deriv¨® hacia el arte contempor¨¢neo y sus grandes figuras. Ahora presenta su trabajo sobre Rothko
Gran especialista francesa en Jean-Paul Sartre, sobre el que firm¨® hace 25 a?os una biograf¨ªa de referencia, Annie Cohen-Solal (Argel, 1948) lleva tiempo estudiando las condiciones sociales que explican la evoluci¨®n del arte y el reconocimiento de algunos artistas sobre los dem¨¢s. La autora y profesora universitaria francesa que escribi¨® la biograf¨ªa del galerista Leo Castelli y su c¨ªrculo, ahora acaba de publicar Rothko. Buscando la luz de la capilla (Paid¨®s), libro en el que examina la importancia del juda¨ªsmo secular en el pintor y subraya su papel protagonista en la entrada tard¨ªa de Estados Unidos en la modernidad art¨ªstica. Tampoco se olvida de analizar por qu¨¦ Rothko es hoy el pintor abstracto m¨¢s influyente, ni las resonancias que cobra su historia ante las actuales olas de inmigraci¨®n.
Pregunta. Muchos de los nombres que cambiaron el rumbo de la cultura estadounidense en el siglo pasado fueron jud¨ªos, desde Gertrude Stein, Arthur Miller y Billy Wilder hasta Allen Ginsberg, Diane Arbus y Bob Dylan. ?Existe una explicaci¨®n?
Respuesta. Durante la primera mitad del siglo XX, a¨²n hab¨ªa profesiones que estaban vedadas para los inmigrantes. Especialmente, las que segu¨ªan funcionando como clanes: abogados, notarios, m¨¦dicos¡ Convertirse en artista o escritor era, para los jud¨ªos, bastante m¨¢s f¨¢cil. Esa fue la estrecha puerta por la que Rothko accedi¨® a la sociedad estadounidense, aunque tampoco lo tuvo f¨¢cil. Por ejemplo, Yale no le acept¨® porque su pintura era demasiado te¨®rica, pero tambi¨¦n porque se trataba de una universidad para WASPS en la que los jud¨ªos no encajaban.
P. En el libro relata hasta qu¨¦ punto la experiencia del exilio fue traum¨¢tica para Rothko. ?Por qu¨¦ motivo?
R. Al llegar a EE UU, su familia vivi¨® un desclasamiento brutal. Rothko era hijo de un farmac¨¦utico burgu¨¦s que, aunque era progresista y marxista, educ¨® a su hijo en una escuela talm¨²dica para que el Ej¨¦rcito zarista no lo viniera a buscar. Al llegar a EE?UU, le trataron como a un perro. Rothko se encontr¨® viviendo en un barrio modesto y algo folcl¨®rico de jud¨ªos rusos en Oreg¨®n, con una madre viuda que le hizo rezar durante un a?o el kadish de los hu¨¦rfanos [la plegaria jud¨ªa por los muertos]. Es normal que nunca volviera a meter los pies en una sinagoga, pero es innegable que qued¨® empapado de cultura jud¨ªa.
P. ?Qu¨¦ relaci¨®n mantuvo con sus or¨ªgenes rusos?
¡°Rothko invent¨® el arte como experiencia total. Quer¨ªa que el visitante se introdujera en el cuadro¡±
R. Nunca olvid¨® de donde ven¨ªa. Su hija me cont¨® una vez que, de peque?a, le sol¨ªa ense?ar el mapa del lugar donde naci¨® en 1903, en la actual Letonia, y le dec¨ªa: ¡°Aqu¨ª nac¨ª yo, pero ahora las fronteras son distintas¡±. Siempre he cre¨ªdo que los rect¨¢ngulos flotantes de su llamado periodo cl¨¢sico simbolizan esa tierra de fronteras cambiantes.
P. Pese al mito del melting pot o crisol de culturas, la asimilaci¨®n fue un proceso muy violento. Rothko incluso lleg¨® a cambiar de nombre.
R. Esa fue una manera de cumplir con las reglas. Su verdadero nombre, Marcus Rothkowitz, era m¨¢s susceptible de ser estigmatizado. En la superficie, el nuevo nombre lo volvi¨® un tipo m¨¢s asimilable, pero en el fondo nada cambi¨® demasiado. Rothko sigui¨® siendo, hasta el final de sus d¨ªas, un hombre gru?¨®n, enfadado con todo el mundo: contra el mercado, contra los museos, contra los cr¨ªticos y los coleccionistas¡
P. No hab¨ªa artistas en su familia, no sab¨ªa dibujar y nunca visit¨® un museo de joven. ?C¨®mo logr¨® convertirse en pintor?
R. Los artistas inmigrantes ¡ªigual que los inmigrantes a secas¡ª necesitaban encontrar un punto de arraigo. Si no en la tierra, por lo menos entre los grandes nombres que les hab¨ªan precedido. Rothko busc¨® artistas dignos de su admiraci¨®n y encontr¨® a Rembrandt y Vel¨¢zquez. Curiosamente, ambos llevan a cabo una renovaci¨®n total de su lenguaje en la etapa final de sus vidas, como le sucedi¨® al propio Rothko. Tras el fracaso de los Seagram murals en 1959 ¡ªel encargo para el restaurante Four Seasons de Nueva York, del que se retir¨®¡ª, el artista decide romper con el mercado, precisamente en el momento en que este empezaba a ser hegem¨®nico.
P. En los a?os cuarenta, los artistas no ten¨ªan el mismo estatus social que hoy. ?Qu¨¦ cambi¨® tras la irrupci¨®n de Rothko y sus contempor¨¢neos?
R. En la sociedad estadounidense de la ¨¦poca, el artista segu¨ªa siendo un personaje marginal. En el fondo, EE UU es un pa¨ªs de pioneros puritanos. El artista era visto como un s¨ªmbolo del viejo mundo. A finales del siglo XIX, sin embargo, surge una nueva clase de ricos industriales que decidi¨® constituir colecciones de arte y las donan para adquirir cierto estatus social. Andrew Carnegie dijo que ¡°el hombre que muere rico, muere infeliz¡±.
P. ?C¨®mo fue el paso a la modernidad pict¨®rica?
R. La inmigraci¨®n masiva, fruto de las dos guerras mundiales, llev¨® a decenas de futuros artistas a EE?UU. Entre ellos, nombres fundamentales como Marcel Duchamp y muchos otros. Los inmigrantes que desem?barcaron cambiaron el arte estadounidense, fueron vectores de modernidad. En el fondo, las guerras resultan esenciales para el arte. Lo mismo se puede decir hoy: el exilio provoca mezclas y encuentros.
P. La obsesi¨®n de Rothko fue crear un arte que tuviera utilidad p¨²blica. ?Esto est¨¢ ligado a su cultura jud¨ªa, a conceptos como el mensch, la necesidad de ser noble e ¨ªntegro, o la mitzv¨¢, el acto bondadoso?
R. S¨ª, para Rothko, la misi¨®n del arte era reparar el mundo, una idea muy jud¨ªa. Quer¨ªa un arte abierto, democr¨¢tico, apto y accesible. Quer¨ªa un arte que educara, y aspiraba a hacer entrar al visitante en el lienzo. Creo que Rothko inventa el arte como experiencia total. Prescinde de paneles y cartelas, porque quiere que el visitante d¨¦ un paso adelante y se introduzca dentro.
P. Es una idea muy contempor¨¢nea esta manera de experimentar el arte: despoj¨¢ndolo de todo lo que pueda obstaculizar el contacto directo con la obra.
R. S¨ª, Rothko es totalmente pionero. En su ¨¦poca, Pollock y De Kooning fueron m¨¢s famosos que ¨¦l, pero hoy la estrella es Rothko. Todos los artistas que hoy trabajan con la luz son herederos suyos. Cre¨® una dimensi¨®n nueva para experimentar el arte que trasciende la que exist¨ªa. Surge de un trabajo intelectual muy pronunciado. En 1940, Rothko deja de pintar durante un a?o y se dedica a escribir La realidad del artista, donde reformula toda la historia del arte desde el antiguo Egipto, pregunt¨¢ndose qu¨¦ tienen en com¨²n todos los periodos dorados, de la Grecia de Pericles a la Espa?a de Felipe IV. Al terminar ese libro, encadena una serie de fases muy r¨¢pidas a lo largo de una d¨¦cada, hasta que encuentra, tras observar una obra de Matisse, L¡¯atelier rouge, esos rect¨¢ngulos flotantes de colores.
P. ?Vivi¨® su ¨¦xito como una venganza contra ese pa¨ªs que lo discrimin¨®?
R. Lo vivi¨® con sufrimiento. Rothko ten¨ªa una relaci¨®n muy conflictiva con el dinero. A final de los a?os sesenta, sufri¨® un accidente vascular, dej¨® a su esposa, se volvi¨® alcoh¨®lico y dej¨® de trabajar. Ante la presi¨®n de su galer¨ªa, que aspiraba a que produjera m¨¢s obras, se termin¨® suicidando. Sus herederos se enfrentaron con su marchante en un proceso judicial que dur¨® 14 a?os, hasta que recuperaron cerca de 800 obras confiscadas tras su muerte. En realidad, la de Rothko es una gran historia contra la mercantilizaci¨®n del arte.
P. ?Lo considera, como tantos otros, el gran pintor de la melancol¨ªa?
R. No en el sentido psicol¨®gico, que no me interesa demasiado. Pero s¨ª en otro distinto: su pintura describe c¨®mo vivimos tras el fin de los mitos, despu¨¦s de la desaparici¨®n de dioses y monstruos.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.