Armstrong: m¨¢s sombras que luces
Lanzan publicitariamente 'The program (El ¨ªdolo)' con la frase ¡°campe¨®n, h¨¦roe, leyenda, fraude¡±. No mienten, no exageran

Imagino que el ciclismo es un amor que forzosamente debe de nacer en la infancia, jugando a las chapas (un amigo me cuenta que, junto a sus hermanos, dedicaba gran parte las vacaciones de verano a hacer la vuelta ciclista a su casa, sustituci¨®n posibilista del Tour o del Giro, aunque no me ofrece informaci¨®n sobre el estado de ¨¢nimo de los vecinos del piso de abajo), coleccionando cromos, siguiendo cualquier carrera vecinal o comarcal con la pasi¨®n que despierta un campeonato mundial. No me dio por ah¨ª. Y ya soy muy mayor para descubrir nuevos amores.
THE PROGRAM (EL ?DOLO)
Direcci¨®n: Stephen Frears.
Int¨¦rpretes: Ben Foster, Chris O¡¯Dowd, Guillaume Canet.
G¨¦nero: biopic. Reino Unido, 2015.
Duraci¨®n: 103 minutos.
Pero no estar pendiente de las haza?as de los dioses de la bicicleta no imped¨ªa que te llegaran noticias exhaustivas sobre Bahamontes, rey de la monta?a, definido por la jerga popular como el h¨¦roe con los genitales m¨¢s grandes, esas cosas. Y tambi¨¦n estabas forzosamente al tanto de la grandeza del eterno perdedor Poulidor, a¨²n m¨¢s legendario que el ganador mitol¨®gico que el ganador Anquetil. Y de los cinco Tour del rey de reyes Eddy Merckx. Y de esa m¨¢quina al parecer perfecta llamada Indurain.
Y no solo los amantes del ciclismo, sino el ser humano m¨¢s an¨®nimo y de cualquier parte sab¨ªa de las inagotables conquistas deportivas de Lance Armstrong. Y su lado ¨¦pico a bordo de una bicicleta se complementaba con su resistencia y su victoria ante el siempre monstruoso c¨¢ncer y su infatigable dedicaci¨®n, aportando mucho dinero y presidiendo fundaciones, en la batalla contra el gran depredador, otorgando consejo y ¨¢nimo, dando ejemplo, invitando a la esperanza o al milagro a los enfermos de c¨¢ncer.
Y de repente la leyenda se derrumb¨®. Tambi¨¦n el aparentemente mod¨¦lico ser humano. Hab¨ªa rumores insistentes de que esos triunfos hab¨ªan llegado envueltos en dopaje. Y m¨¢s tarde parecieron los incuestionables datos. Un tozudo periodista de The Sunday Times rastre¨® durante muchos a?os el ancestral delito. No solo Armstrong estaba pringado, sino todo su equipo. Formaban parte de un programa, una empresa integrada por m¨¦dicos, mec¨¢nicos, masajistas, representantes y ciclistas que utilizaba las drogas para alcanzar el poder, la infinita pasta, el triunfo ininterrumpido.
Lanzan publicitariamente The program (El ¨ªdolo) con la frase ¡°campe¨®n, h¨¦roe, leyenda, fraude¡±. No mienten, no exageran. Stephen Frears, siempre tan profesional, siempre tan personal en historias grandes o m¨ªnimas, con grandes presupuestos o de andar por casa, cuenta muy bien las cuatro facetas de Armstrong, las zonas de luz conviviendo con multitud de sombras. El tono es agrio pero no cruel, como corresponde al retrato de alguien fundamentalmente turbio. No hay ejercicio de estilo, sino un relato fr¨ªo, matizado, sobrio, inteligente, sobre una estafa masiva que funcion¨® durante mucho tiempo, del desenmascaramiento de lo que en alg¨²n momento fue de verdad. Y habr¨ªa que preguntar: ?cu¨¢ntos hay adem¨¢s de Armstrong? A lo peor, la lista es muy larga.
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