Un ¡°Vinilo¡± rayado
Debo disculparme. Quer¨ªa evitar escribir sobre Vinyl hasta que se anunciara su estreno en Espa?a. Pero solo escuchaba fechas nebulosas (?finales de a?o?) hasta que cay¨® la bomba: HBO ha cancelado la segunda temporada, para la que hab¨ªan prometido cambios sustanciales.
Habr¨ªa que aplicar a HBO aquel lema del insecticida: ¡°Los mata bien muertos¡±. Sab¨ªamos que Vinyl costaba un potos¨ª y que los resultados de audiencia hab¨ªan sido flojos. De ninguna manera hac¨ªa honor al dream team de pesos pesados que firmaban como autores: Martin Scorsese, Mick Jagger, Terence Winter. Pero liquidarla ahora equivale a reconocer la incapacidad de HBO para ejercer de productora creativa.
Vinyl era una criatura bifronte. Cara: una carta de amor a la m¨²sica de los cincuenta/sesenta, con esos flashbacks en los que actores, cuidadosamente difuminados por la iluminaci¨®n, escenifican temas cl¨¢sicos de Buddy Holly, Bo Diddley o Otis Redding. Y cruz: un retrato extremadamente cruel de todos los que prosperaban en el mundo de la m¨²sica en 1973, tanto disqueros como artistas. Asistimos a un desfile de mafiosos, trepas, vampiros, egomaniacos, drogadictos, manipuladores, c¨ªnicos, depravados.
Atenci¨®n: no digo que esa fauna no existiera (seguramente, todav¨ªa existe, agazapada entre las ruinas). Pero quedan reducidos a caricaturas desde el inicio. Debemos creer que Ritchie Finestra renuncia al pelotazo de su vida -la venta de su endeble discogr¨¢fica, American Century Records, a los forrados alemanes de Polygram- para redimirse buscando alg¨²n nuevo sonido que devuelva la energ¨ªa al negocio. ?Por favor! Es como lanzar un corderito a la jaula de los leones y descubrir que, por orden de los guionistas, las fieras se han hecho vegetarianas.
No es el ¨²nico sapo que tienes que tragar: aparecen trasuntos de Robert Plant, Alice Cooper, John Lennon o Andy Warhol que dar¨ªan el cante incluso en una pel¨ªcula de serie B. Vinyl aspira a una verosimilitud que no se trabaja: una exquisita banda sonora y unos personajes tomando rayas de coca¨ªna no bastan para convencernos de estar ¡°viviendo¡± los setenta.
En verdad, Vinyl deber¨ªa haber acentuado la fantas¨ªa. Un servidor la daba por perdida hasta llegar al cap¨ªtulo 7, donde Finestra y su socio principal toman al asalto Las Vegas: aparte de un intento grotesco de fichar a Elvis Presley, contemplamos una jugada muy sucia que nos sugiere la verdadera dimensi¨®n moral, el esp¨ªritu aventurero, del protagonista principal.
As¨ª que realmente hab¨ªa materia en Vinyl. Pero en la primera temporada se desaprovech¨®. Jagger, el ¨²nico de los creadores que chapote¨® en aquel universo de excesos, prefiri¨® la parodia a los matices. Y sus compa?eros de proyecto a?adieron un drama muy HBO: presentan a Finestra viviendo la crisis de los cuarenta, destrozando su matrimonio en un quijotesco empe?o de dar sentido a su vida profesional.
Finestra apuesta el futuro de American Century con los Nasty Bits, un grupo anacr¨®nico: en t¨¦rminos est¨¦ticos, se adelantan en tres o cuatro a?os al punk rock londinense; su cantante est¨¢ encarnado por James Jagger, hijo de Mick. Mejores subtramas no llegan a desarrollarse. Ritchie tropieza casi por casualidad con la disco music, que efectivamente ser¨ªa el sonido dominante durante buena parte de los setenta. Y tambi¨¦n detecta la revoluci¨®n musical de Kool Herc en el Bronx: el pinchadiscos jamaicano est¨¢ construyendo los collages que proporcionaran base instrumental al rap. Son los territorios no estrictamente rockeros que hubieran dado sentido a la segunda temporada de Vinyl. L¨¢stima.
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