Las dos resistencias del ¡®Mural¡¯ de Pollock
El Museo Picasso de M¨¢laga expone la gran obra del pintor estadounidense junto con otras, precedentes y consecuencia de la encargada por Peggy Guggenheim
Hay cuadros que se resisten a la mirada. No exigen contemplaci¨®n sino sinton¨ªa. As¨ª ocurre con el Mural de Jackson Pollock. La figura se desvanece en materia pict¨®rica, mientras la forma se diluye en ritmos que cambian sin cesar. Por ello, el cuadro requiere algo parecido al paseo: un recorrido que conecte al cuerpo con las diversas cadencias del cuadro que, al fin, responden a los gestos de otro cuerpo, el del pintor. Las alternancias de tal recorrido permiten descubrir con mayor intensidad el color: la amplia gama de azules verdosos, brillantes amarillos, sorprendentes zonas en rosa y rojos inesperados, cargados de materia a veces, otras, meras salpicaduras o aplicados s¨®lo para te?ir el lienzo.
Nueve a?os antes de que Pollock aceptara el reto impl¨ªcito en el encargo de Peggy Guggenheim, un pensador americano, John Dewey, public¨® El arte como experiencia. No creo que Pollock lo leyera pero el Mural realiza lo que el libro propone: una nueva experiencia, esto es, una nueva relaci¨®n con el medio. Por eso el Mural requiere al cuerpo y por la misma raz¨®n, fija una segunda resistencia: no se rinde a la palabra. Quienes hablan de ¨¦l recurren a la met¨¢fora: Pollock evoca una estampida de animales, Marden, una multitud, otros lo ven como paisaje o como un gran pergamino. Esto confirma la fecundidad de tal experiencia: el Mural impulsa la imaginaci¨®n m¨¢s atrevida, la art¨ªstica.
La novedad del Mural desconcierta. La tentaci¨®n, entonces, es, como dijo Canguilhem, buscar un precursor. La exposici¨®n no cae en tal ingenuidad. Se limita a ofrecer precedentes y consecuencias. Entre aqu¨¦llos destaca la fotograf¨ªa de acci¨®n, la que desde Muybridge y Marey se esforz¨® en recoger el movimiento. El MoMA celebr¨® en 1943 una amplia muestra de estas fotos, unas vinculadas al arte, como las de Herbert Matter, amigo del matrimonio Pollock, y otras procedentes de reportajes de guerra.
La referencia es ilustrativa pero m¨¢s lo son los mismos trabajos de Pollock, particularmente sus dibujos. Los facs¨ªmiles de sus cuadernos fechados a fines de los a?os treinta evidencian un modo de concebir el espacio saturado y a la vez fruncido, quebrado. As¨ª, el espacio dista de ser un recept¨¢culo pero tampoco responde a un equilibrio est¨¢tico, sino se convierte en campo de fuerzas surcado por pliegues, en continuo trance de contracci¨®n o expansi¨®n. Quiz¨¢, como sugiere Anfam, aflore aqu¨ª una idea de naturaleza que no es mediterr¨¢nea ni n¨®rdica, sino americana, con distancias inabarcables y duro acontecer clim¨¢tico.
Este espacio-energ¨ªa lo advierte Pollock en los muralistas mexicanos, sobre todo en Orozco, pero m¨¢s a¨²n en Picasso. Los ritmos y trazos gestuales del Guernica, el expresionismo de sus bocetos y de las obras m¨¢s recientes, que pudo ver en Nueva York en 1939, alientan en el Mural y en obras como Circuncisi¨®n, que pueden se?alar el inicio de la impaciente emulaci¨®n de Pollock hacia Picasso.
M¨¢s ac¨¢ de estos precedentes, la novedad del Mural se manifiesta en las obras nacidas en su entorno y que la muestra confronta con ¨¦l. Hay un primer encuentro a cuatro bandas: la iron¨ªa de Warhol contrasta con el apasionamiento Saura (La Grande Foule) y el silencio de Juan Usl¨¦ (So?¨¦ que revelabas) con la meditada sensualidad de David Reed. Un dibujo y una escultura de David Smith median entre los acompasados ritmos de Laberinto 3 de Gottlieb y la potencia de Eleg¨ªa de la Rep¨²blica Espa?ola n¨²m. 126 de Motherwell. Finalmente, Otra tormenta, un gran cuadro de Lee Krasner, la mujer de Pollock, cuelga frente al Mural. La viveza de sus ritmos, la desnudez de su materia y la fuerza del color hacen del cuadro el mejor contrapunto a la obra de Pollock.
Mural. Jackson Pollock. La energ¨ªa hecha visible. Museo Picasso M¨¢laga. Hasta el 11 de septiembre.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.