Uno de los nuestros
La Filarm¨®nica de Viena preludia la 47? temporada de la Fundaci¨®n Iberm¨²sica en el estreno del pianista Javier Perianes con la orquesta

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Orquesta Filarm¨®nica de Viena
Obras de Beethoven, Brahms, R. Strauss, Kod¨¢ly y Rajm¨¢ninof. Javier Perianes (piano). Direcci¨®n: Jonathan Nott y Andr¨¦s Orozco Estrada. Iberm¨²sica. Auditorio Nacional, 24 y 26 de junio.
Con la Filarm¨®nica de Viena se tiene la impresi¨®n de que la orquesta dirige al director y no al contrario. Tal es su grado de independencia e individualidad. Si un maestro optase por dejar la batuta en medio de una obra y bajase a la platea para leer el peri¨®dico, como Tabar¨¦ Piscitelli en el humor¨ªstico relato de Julio Cort¨¢zar sobre la sinf¨®nica La Mosca, no pasar¨ªa nada. La orquesta vienesa seguir¨ªa tocando con su legendario sonido sin el menor contratiempo. Incluso vimos algo parecido durante el ¨²ltimo Concierto de A?o Nuevo. Mariss Jansons estrech¨® la mano del concertino durante la Marcha Radetzky y abandon¨® el escenario para regresar al cabo de un minuto. Efectivamente, no pas¨® nada. Pero qued¨® todo claro. Cualquier director que quiera dirigir esta orquesta debe tener muy presente la fuerte personalidad del conjunto. Y no es algo de ahora, pues la orquesta se mantiene sin director titular desde 1933. Hasta el mism¨ªsimo Wilhelm Furtw?ngler lo dej¨® por escrito en su libro Sonido y palabra: ¡°La Filarm¨®nica de Viena toma partido de modo instintivo y autom¨¢tico en favor o en contra de un director¡±.
Esa inconsciente individualidad result¨® determinante en los dos lujosos conciertos que han preludiado este fin de semana la temporada 2016-17 de la Fundaci¨®n Iberm¨²sica. No puede decirse que la orquesta se pusiese en contra de Jonathan Nott (Solihull, Inglaterra, 1962), que actu¨® en sustituci¨®n del italiano Daniele Gatti, pero falt¨® qu¨ªmica entre ambos. A la Filarm¨®nica de Viena hay que enamorarla, m¨¢s que dirigirla. Y no vale tan solo con dominar de memoria un programa o hacerlo con elegancia y rigor. Adem¨¢s, si se trata de Beethoven, Brahms o Richard Strauss, es decir, tres compositores muy vinculados con su tradici¨®n, tampoco sirve simplemente con llevarles flores. En Coriolano, de Beethoven, el conjunto adquiri¨® temperatura, pero Nott busc¨® en Muerte y transfiguraci¨®n m¨¢s las texturas y la estructura que el argumento; m¨¢s a Mahler que a Richard Strauss. En la segunda parte, la orquesta toc¨® a placer la Primera sinfon¨ªa, de Brahms, y bien podr¨ªa haber hecho el director ingl¨¦s como el referido Piscitelli. Los vieneses impusieron su ideal de belleza y serenidad, especialmente en el Andante sostenuto, que al estar escrito en 3/4 dotaron instintivamente de la elegancia de un vals. La bell¨ªsima Dumka Op. 72 n¨²mero 2, de Dvorak, fue un ideal colof¨®n como propina.
Con Andr¨¦s Orozco Estrada (Medell¨ªn, 1977) fluy¨® la electricidad desde el primer minuto en el segundo concierto. Sus gimn¨¢sticas maneras y su zalamera simpat¨ªa conquistaron a los vieneses en un programa de danzas no tan habituales en sus atriles. Las Danzas de Galanta, de Kod¨¢ly, fueron impresionantes en vitalidad y detalles de los solistas de viento, como el excepcional clarinetista Matthias Schorn. Lo ¨²ltimo fue todav¨ªa m¨¢s evidente en las Danzas sinf¨®nicas, de Rajm¨¢ninov, aunque Orozco Estrada no consigui¨® compensar aqu¨ª la distancia de los vieneses con el acervo ruso y el modelo sonoro de Filadelfia que inspir¨® esta obra. La propina volvi¨® a ser inolvidable: Amorosa, la sexta de las Diez melod¨ªas vascas de Guridi.
Pero hubo un tercer protagonista que tuvo que ganarse a la Filarm¨®nica de Viena: el pianista Javier Perianes (Nerva, 1978). Su interpretaci¨®n del Cuarto concierto de Beethoven termin¨® enganchando a los vieneses, pues el onubense lleg¨® a convertir la cadenza del Allegro inicial en una bella historia. La Filarm¨®nica de Viena escuch¨® con atenci¨®n y comprendi¨® que ambos hablaban musicalmente el mismo idioma. El Andante con moto fue la viva representaci¨®n de Orfeo en los infiernos, mientras que el Rondo final result¨® una celestial boutade beethoveniana. Al final, en el Notturno de Grieg que toc¨® Perianes como propina, muchos lo dejaron claro con sus caras: ¡°Este es uno de los nuestros¡±.
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