Sirenas negras y rom¨¢nticos en remojo
En medio de un grupo de kayaks que vadea un embalse pasa siseante una cabeza que produce ondas en el agua. Es una serpiente, que pretende cruzar a la otra orilla, que est¨¢ a unos cien metros, y que saca la lengua y menea el cuerpo para impulsarse. Solo se escandalizan, al cont¨¢rselo, los que no la han visto. Los que la han visto saben que su intenci¨®n solo era la de cruzar a la otra orilla como quien cruza un paso de cebra para comprar el pan. Todo es quietud, una suerte de comuni¨®n con la naturaleza. En parte, claro, es porque la naturaleza es as¨ª. En parte, tambi¨¦n, es por el tipo de energ¨ªa que desprende el grupo.
Eso fue el s¨¢bado 25 de junio por la ma?ana. La noche anterior, unas cincuenta personas escuchaban a un escritor con sombrero hablar (Todos sabemos que solo hay dos clases de escritores: los que llevan sombrero y los que no) a la orilla del embalse por donde al d¨ªa siguiente ir¨ªan las barcas. En 1816 no hubo verano, dice, micr¨®fono en mano. Una serie de erupciones volc¨¢nicas coronadas con el despertar del volc¨¢n Tambora afect¨® al clima y caus¨® una disminuci¨®n de la temperatura mundial, sobre todo en el Hemisferio Norte, dice. Y dice que quiso el destino que por distintos azares una serie de personajes se encontraran ese verano sin verano en la Villa Diodati, cerca del Lago Ginebra. John William Polidori, Mary y Percy Shelley, Claire Clairmont y Lord Byron, aburridos y hastiados por el mal tiempo y la lluvia que les imped¨ªan salir de la villa, se pusieron a contar historias de terror. G¨¦nesis maravillosa, Polidori crear¨ªa el relato El vampiro, primera aparici¨®n del vampiro rom¨¢ntico e inspiraci¨®n del posterior Dr¨¢cula. Mary Shelley, por su parte, concebir¨ªa a su m¨¢s famosa criatura, el monstruo de Frankenstein. Tambi¨¦n habla de un colectivo, Hijos de Mary Shelley, que celebra tan bonita confluencia creativa y del que ya forman ya parte 170 artistas entre escritores, dramaturgos, m¨²sicos y actores. ?l es el creador del colectivo, Fernando Mar¨ªas. Y da la bienvenida a un fin de semana muy especial.
?l y un grupo de destacados Hijos de Mary Shelley (Raquel Lanseros, Espido Freire, Lorenzo Luengo, Mar¨ªa Zaragoza, Rosa Masip) fueron los maestros de ceremonias de Diodati se mueve, el primer evento de EPViajes, que recre¨® esas veladas de hace 200 a?os y que pretendi¨®, como se dice, atrapar en la botella el genio creativo, comulgar con una historia tan potente como la de los Shelley y sus amigos.
Hay un santuario llamado Valle de Iruelas. Un enclave en ?vila a poco m¨¢s de una hora de Madrid que gracias a Dios (y por muchos a?os) no ha sido fagotizado por los domingueros. Un embalse anterior a la Guerra con decenas de caba?as alrededor, con playas fluviales y rocas desde las que saltar al agua. Con balcones naturales para ver la puesta de sol. All¨ª leyeron Lanseros y Espido Freire, all¨ª impartieron sus c¨¢tedras rom¨¢nticas Luengo y Zaragoza. Leyeron sus relatos de miedo, tambi¨¦n, gente como Valeria Correa o Adri¨¢n Gualdoni, y hubo bautizos literarios del p¨²blico, de cuyo vientre se arranc¨® alguno para leer en alta voz sus primeras poes¨ªas en la noche tel¨²rica. Tambi¨¦n hubo all¨ª comida, claro. Carne del Valle, quesos del Valle, vinos del Valle. Pan del Valle. Todo hecho con el mimo con el que se cuecen las buenas historias. Y all¨ª vimos a la Sirena Negra. Y s¨ª, maldita sea, s¨ª. Una suerte de magia com¨²n al relato nos cosi¨® a todos, escritores y visitantes, convirti¨¦ndonos en una suerte de funambulistas sobre una cuerda que ata dos siglos. Un deje de esa ¡°resistencia con may¨²sculas¡± de la que hablaba Mar¨ªas, que hace de la Cultura, de la creaci¨®n, el mejor arma contra el mal.
Y as¨ª pas¨® un fin de semana. Con la perpetua certeza de que los finales son siempre principios. All¨ª, al otro lado del agua, donde se dirig¨ªa la serpiente. Esas figuras borrosas. ?Son los Shelley y compa?¨ªa, que nos saludan y se despiden? Es bonito pensarlo. Bonito y terror¨ªfico, como los buenos relatos. Como los buenos recuerdos. En la tierra del famoso ciclista, todo el valle est¨¢ apuntalado con pintadas de ¡°El Chava vive¡±. Se?al inequ¨ªvoca de que, con mayor o menor fuerza, los mitos surgen constantemente. Quiz¨¢ los visitantes de esta nueva Diodati contempl¨¢ramos el nacimiento de uno.
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