Jorge Edwards: ¡°El enemigo del novelista es la familia¡±
El premio Cervantes rescata la figura de su t¨ªa Mar¨ªa, una millonaria chilena muy bien relacionada en c¨ªrculos art¨ªsticos y literarios, que salv¨® a ni?os jud¨ªos durante la ocupaci¨®n nazi en Par¨ªs
Jorge Edwards te puede contar un drama sin mover un m¨²sculo. Impert¨¦rrito, ha pasado por las m¨¢s significativas contradicciones de nuestro tiempo como si hubiera sido puesto ah¨ª para contarlas. Su vida en Cuba como enviado de Allende, su cercan¨ªa amistosa y profesional con Pablo Neruda, su trabajo en el servicio exterior chileno y la exc¨¦ntrica biograf¨ªa de algunos de sus m¨¢s peculiares parientes han sido asuntos de su narrativa, por la que obtuvo en 1999 el premio Cervantes de Literatura. A los 85 a?os, este viajero tranquilo ha elegido un lugar perfecto de Madrid para trabajar en silencio: al lado de la Audiencia Nacional, donde los presuntos delincuentes comparecen por la ma?ana y los magistrados no hacen ruido. Despu¨¦s de mucho ajetreo vital, este es el reposo de un hombre que en otros tiempos quiz¨¢ hubiera sido un esp¨ªa de De Gaulle o un amigo de Joyce o de Graham Greene.
Ahora ha encontrado en Mar¨ªa Edwards MacClure, una t¨ªa suya, materia de su narrativa personal. Es ficci¨®n tan solo en parte, pues la t¨ªa existi¨®, fue una benefactora que salv¨® del hospital Rothschild de Par¨ªs a muchos ni?os jud¨ªos reci¨¦n nacidos que iban a ser v¨ªctimas de la voracidad de los jefes nazis que hab¨ªan invadido Par¨ªs. Y no s¨®lo existi¨® la t¨ªa, sino que ¨¦l se hizo con multitud de elementos biogr¨¢ficos (cartas, fotos, testimonios, un diario) que le dan a esta historia, La ¨²ltima hermana (Acantilado), el perfil de una obra mayor sobre lo que ocurri¨® de verdad, en su miseria tr¨¢gica, en su dimensi¨®n m¨¢s humana, en aquellos a?os en que el terror nazi hel¨® la sangre de Par¨ªs y de Europa y convirti¨® en hero¨ªna a aquella chilena pariente de Jorge Edwards que lleg¨® millonaria a la capital de Francia y volvi¨® pobre a Chile.
¡°No soy un escritor demasiado interesado en lo corrompido, en lo sucio. Me gusta la compasi¨®n de esta mujer sencilla¡±
En el libro hay un leitmotiv, las alfombras lujosas de Mar¨ªa Edwards MacClure. Resulta que Goering, el delegado del mal, era un apasionado de las alfombras y quiso la m¨¢s preciada de las que Mar¨ªa exhib¨ªa en su casa. Ella se neg¨® a venderla, o a regalarla, a pesar de las amenazas del l¨ªder nazi. Jorge supo cuando ya hab¨ªa terminado su libro que cuando la guerra acababa ¡°alguien le cont¨® a Mar¨ªa que Hitler estaba tan loco que se estaba comiendo las alfombras. Y es cuando Mar¨ªa dice: ¡®Ah, ?por eso quer¨ªan las m¨ªas, para com¨¦rselas!¡±.
No es el primer pariente de la bibliograf¨ªa de Edwards. Escribi¨® tambi¨¦n un libro sobre su t¨ªo Joaqu¨ªn (El idiota de la familia; Alfaguara, 2004), que era un escritor c¨¦lebre. ¡°Con Mar¨ªa fue distinto. Yo llegu¨¦ a Par¨ªs en 1962, de ¨²ltimo secretario de la embajada chilena. Ella hab¨ªa regresado a Chile dos a?os antes, pero en Par¨ªs se hablaba mucho de ella, porque tuvo mucha afici¨®n por la literatura, tuvo amistad con Colette, con Marcelle Auclair, incluso con los escritores nazis, con Ernst J¨¹nger¡¡±. A Edwards le rond¨® la historia desde entonces. Cuarenta a?os despu¨¦s se encontr¨® en Chile con la nieta de Mar¨ªa. ¡°Me dio detalles de aquellos ni?os salvados y de sus conversaciones con las autoridades jud¨ªas de Par¨ªs, que estaban al tanto de la heroicidad de Mar¨ªa. Y me llev¨® a una ceremonia en la Fundaci¨®n Rothschild donde rend¨ªan homenaje a quienes hab¨ªan salvado a ni?os jud¨ªos de las garras nazis¡±.
La novela, cuya base es biogr¨¢fica, es una met¨¢fora de la II?Guerra Mundial. ¡°Lo m¨¢s notable es que Mar¨ªa pertenece a la rama m¨¢s rica de la sociedad chilena; son los due?os de [el diario] Mercurio, es la ¨²ltima de 14 hermanos, y se marcha, no quiere volver a Chile, le molesta toda esa protecci¨®n. Y cuando entran los nazis y ella se ve defendiendo a los ni?os, experimenta una transformaci¨®n. No entiende la pol¨ªtica, ni el nazismo, pero reacciona con una gran compasi¨®n¡±. Esa es la conversi¨®n que le interes¨® al novelista. ¡°Y como la familia Edwards en Chile es una familia que tiene una ra¨ªz olig¨¢rquica, me decid¨ª a reivindicar a una persona que la familia no quer¨ªa rescatar. La familia me lleg¨® a escribir una carta diciendo: ¡®Jorge, ?por qu¨¦ no dejas descansar tranquila a Mar¨ªa? No queremos ni saber del tema¡¯. Todo porque era un tema de compasi¨®n y porque su ¨²ltima pareja, Ren¨¦, con el que fue a Chile, era muy incorrecto socialmente, no lo pod¨ªan tolerar, primero por jud¨ªo, segundo por republicano que escap¨® de Espa?a al final de la guerra y tercero por bisexual. Era un tipo muy gordo, muy simp¨¢tico y muy inteligente que se suicid¨® en Chile¡±.
¡ª?Qu¨¦ dice de usted mismo este libro?
¡ªQue no soy un escritor especialmente interesado en lo corrompido, en lo sucio. Me conmueve y me gusta la compasi¨®n de esta mujer sencilla. Y en seguida lo relaciono con el orden y el desorden de mi familia, de mi infancia¡ Joaqu¨ªn, Mar¨ªa y yo somos los disidentes de la familia. La transgresi¨®n siempre me ha interesado, la ruptura del orden, ese enigma de los bloques familiares. Thomas Mann dec¨ªa que todas las novelas son historias de familia¡
"En las novelas no me gusta que se diga menos de lo que sabe el novelista, ni que se diga m¨¢s de lo que sabe el novelista¡±
¡ª?Y ese personaje chileno que es Mar¨ªa es un arquetipo chileno o es excepcional?
¡ªYo escrib¨ª La mujer imaginaria. Esa mujer se parece a Mar¨ªa. Es un tipo de chilena que se aparta, que se va. A Madrid, a Par¨ªs. Neruda me dec¨ªa en Par¨ªs que no hab¨ªa que decir cherchez la femme, hab¨ªa que decir cherchez le chilien¡ Siempre hab¨ªa una chilena as¨ª en cualquier sitio. Por ejemplo, la mujer de Andr¨¦ Breton, que proven¨ªa de una familia de jud¨ªos joyeros. Cuando empieza la guerra, Chile no rompe relaciones con los alemanes, y ellos se van a Nueva York. All¨ª ella encuentra a Breton, exiliado tambi¨¦n. Va con una amiga francesa a un bistr¨® y enfrente est¨¢n Breton y Duchamp. Dice que durante toda la comida se mir¨® con Andr¨¦. Al d¨ªa siguiente ella volvi¨® sola, y Breton tambi¨¦n volvi¨® solo. No se separaron jam¨¢s. Me lo cont¨® cuando muri¨® Breton y ella se qued¨® sola. Mar¨ªa se le parece.?Cherchez le chilien!
Mar¨ªa se reun¨ªa en Par¨ªs con Colette, con Picasso, con Marcel Duchamp, y adem¨¢s hace su trabajo en el hospital. ¡°Ella tiene una relaci¨®n curiosa con la resistencia francesa. No es tan inocente. La resistencia comprende que est¨¢ trabajando de una forma que les interesa y le pone un enlace. Sabe el peligro que corre. Canaris, que luego ser¨ªa represaliado por el atentado contra Hitler, la salva in extremis; ¨¦l conoc¨ªa a su familia de sus tiempos en Chile y la protege de los suyos¡¡±.
Edwards sabe muchas m¨¢s cosas que las que est¨¢n en la novela, por ejemplo aquella an¨¦cdota cuando Mar¨ªa recuerda que Goering le quer¨ªa arrancar su m¨¢s preciada alfombra¡ ¡°Pero en las novelas no me gusta que se diga menos de lo que sabe el novelista, ni que se diga m¨¢s de lo que sabe el novelista¡±. ?Por eso no completa aquella an¨¦cdota sobre Hitler devorando alfombras? ¡°Claro. Cuando ella dice ¡®por eso quer¨ªan quitarme la m¨ªa¡¯ y se r¨ªe, muestra el humor que ten¨ªa. El humor chileno, ?quiz¨¢ el humor Edwards!¡ En el diario que guardan sus parientes descubr¨ª un detalle que uso en la novela: ella tomaba gin con ginger ale, ten¨ªa sus amores¡ Algunos de esos amores evoco, lo que me supuso la reconvenci¨®n familiar: ?no digas eso! Eso confirma mi tesis de que el novelista tiene que romper con la familia. El gran tema de los novelistas es la familia. Y el gran enemigo, ?la familia!¡±.
La ¨²ltima hermana. Jorge Edwards. Acantilado. Barcelona, 2016. 384 p¨¢ginas. 24 euros.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.