Paul Collins, el obrero del rock
El l¨ªder de The Beat pasea por Espa?a el repertorio de cuatro d¨¦cadas con sonidos afilados
Se considera un privilegiado. Lleva m¨¢s de cuatro d¨¦cadas en los escenarios de medio mundo, ha estado de gira con los Ramones y ha sobrevivido a "las drogas, las chicas y los a?os" mientras compa?eros suyos ca¨ªan. Por eso, a sus 62 a?os, Paul Collins, guitarra y l¨ªder de The Beat -la que siempre ha sido su banda tras un disco como The Nerves- no piensa jubilarse. Insiste en el t¨®pico: el rock es m¨¢s que m¨²sica, "una forma de vida". "Representa a las buenas canciones, a un buen ambiente y a buenas sensaciones", afirma, "y mientras pueda seguir haci¨¦ndolo, no pienso cambiarlo. Es mi oficio. Solo soy un obrero m¨¢s".
Pero en su dilatada carrera ha habido muchos periodos. Quiz¨¢s el que m¨¢s recuerden sus biograf¨ªas sea aquel en el que despunt¨® en la escena estadounidense con estribillos veloces, punteos afilados y el sonido el¨¦ctrico de ¨¦xitos como 'Rock and Roll Girl' o 'Don't Wait Up For Me'. Fue su salto a lo que se ven¨ªa conociendo desde los a?os sesenta como power pop y que encontr¨® su caldo de cultivo en la mezcla con otros g¨¦neros. A mediados de los a?os setenta, Paul Collins flirte¨® con el punk y su imperativo de los tres minutos m¨¢ximo por pista. Hab¨ªa fundado The Nerves con Jack Lee y Peter Case en 1974 y form¨® The Paul Collins Beat a finales de la d¨¦cada, banda con la que contin¨²a a pesar de los cambios de componentes y las tribulaciones en el estilo. La edad ha ido limando la premura de los inicios para acercarle a otros modelos como el country o el folk, aunque el neoyorquino defienda que siempre, por encima de todo, ha sido un orfebre del rock.
"Los ochenta fueron unos a?os m¨¢gicos", sostiene en la butaca de un hotel pr¨®ximo a la sala W¨¹rlitzer de Madrid. "Conoc¨ªamos a mucha gente de la industria. Nos mov¨ªamos mucho", dice recordando c¨®mo consigui¨® unirse a la gira de Ramones yendo a la oficina de su agente en Nueva York, donde naci¨®. "Me dijo que si consegu¨ªa un local en Cincinati, nos un¨ªa al tour. Llam¨¦ desde all¨ª mismo, con su tel¨¦fono fijo, a un amigo m¨ªo ofreci¨¦ndole un concierto con The Nerves y Ramones. Lo consegu¨ª. Luego fuimos a Texas y dimos el primer concierto punk en Cleveland, Ohio", sonr¨ªe.
Un buen comienzo, apunta. Luego llegaron m¨¢s conciertos, idas y venidas por el mapa norteamericano y una madurez pl¨¢cida que tuvo a Madrid como protagonista. Por eso, aunque asentado de nuevo en su ciudad -en un apartamento "de puta madre" al lado del Hudson, y con muchas ganas de permanecer tiempo en el "pueblo"- Paul Collins intenta regresar al menos una vez al a?o a Espa?a. La primera vez que pis¨® la capital fue en 1980 y le pareci¨® alucinante. Esta misma sensaci¨®n le recorre el cuerpo esta misma tarde. "Es preciosa", exclama despu¨¦s de haber vivido en pleno barrio de Las Letras durante ocho a?os. "Viv¨ª la Movida y luego no dej¨¦ de volver. Me enamor¨¦ [uno de sus hijos, de hecho, es lo que califica de "s¨¢ndwich mixto": la madre es espa?ola]. Era un momento 's¨²perfant¨¢stico'. Algo muy especial que no vas a repetir", sopesa.
Esa dedicaci¨®n a la m¨²sica tuvo su ramificaci¨®n temporal en un local inaugurado en el centro de Madrid con jazz, c¨®cteles y mucho estr¨¦s. "Pensaba que el rock era duro hasta que mont¨¦ un bar", rememora con un suspiro en medio de la conversaci¨®n, que transcurre en un espa?ol m¨¢s que notable solo intercalado por alguna expresi¨®n inglesa. Nadie lo dir¨ªa: su infancia se desarroll¨® en varios pa¨ªses de Europa, Vietnam o San Francisco, la orilla opuesta a su procedencia y donde se empezaban a establecer las nuevas olas musicales. "En Espa?a lo tuve f¨¢cil. La gente es como la de Nueva York", comenta Paul Collins, que viajar¨¢ por Le¨®n o Asturias antes de embarcarse en un tour europeo.
?Y aparcar la guitarra? "Nunca he considerado que haya tenido una cima y luego mi carrera se haya estancado. Veo que lo que viene ser¨¢ mejor", suelta r¨¢pido, pasando de puntillas por temas como la pol¨ªtica o el estado musical del momento. "Cada uno lleva su 'rollo' y busca su espacio. Dylan, por ejemplo, ha hecho villancicos porque se puede permitir lo que le d¨¦ la gana. Como si se desnuda: sus obras maestras ya est¨¢n en la historia. Yo estoy en otra parcela, lejos del espect¨¢culo. Sigo creyendo que el Rock and Roll son me ha dado las canciones que me acompa?ar¨¢n en los buenos y malos momentos. Para m¨ª no es m¨¢s que intentar buscar melod¨ªas, viajes y trabajo", enumera. "Solo lo dejar¨¦ cuando pierda las ganas".
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