?Qu¨¦ pasa en la Facultad de Letras?
Jordi Ib¨¢?ez fundamenta la necesidad de la literatura, la filosof¨ªa, la filolog¨ªa o la est¨¦tica frente a una administraci¨®n que tiende a minimizarlas cuando no a amenazarlas
Este no es un libro para profesores universitarios. Escrito con generosidad y benevolencia, sin pedanter¨ªa y sin rencor, puede disfrutarlo cualquier lector ¡°culto¡± o al menos interesado en ¡°las letras¡±, pues su tema es el significado y el lugar de esas ¡°letras¡± en el mundo contempor¨¢neo. Su forma es la de un diario en el que se registran anotaciones con or¨ªgenes variados, pero incluso los ¡°tres estudios¡± con los que acaba el texto mantienen el mismo ritmo estil¨ªstico ¡ªensay¨ªstico, tentativo, narrativo y exigente¡ª del resto del libro.
En este registro autorreflexivo, Ib¨¢?ez despliega los principales argumentos que suelen utilizarse para definir la literatura, la filosof¨ªa, la filolog¨ªa o la est¨¦tica, y para fundamentar su necesidad frente a una administraci¨®n educativa que, tras haberlas minimizado en el bachillerato, las amenaza en la ense?anza superior; y no es nada complaciente: muestra la grotesca grandilocuencia con la que a menudo sus apologetas ¡ªya sea en calidad de profetas o de resentidos¡ª enaltecen las virtudes de la cultura literaria y cr¨ªtica al precio de dar de ella una visi¨®n ahist¨®rica y falsificada, y matiza con mucha elegancia los argumentos de quienes se presentan como detractores o enemigos de las ¡°humanidades¡±. Dedica, por ello, una buena porci¨®n de p¨¢ginas a despachar sobre este asunto con los otros dos Jordis, Llovet y Gracia, que han intervenido recientemente en ¨¦l, desmontando pieza a pieza la melancol¨ªa y el entusiasmo, aunque su dictamen no es salom¨®nico ni imparcial. Y, al final (lo cual es cada vez menos corriente), se compromete con una explicaci¨®n de lo que significan y valen las ¡°letras¡± en nuestras sociedades, y de su alcance moral y pol¨ªtico. Aunque se trate de una conclusi¨®n de las que no podr¨ªan ocupar los ¨²ltimos minutos de un telediario, ni siquiera caber en la respuesta a las preguntas de un entrevistador en un programa cultural, ni tampoco tener un lugar relevante en un informe para la mejora de las universidades p¨²blicas, todav¨ªa puede escribirse en un peri¨®dico: ?para que el mundo de la pol¨ªtica y sus mentiras a medias no lo contagien y lo ensucien todo (¡), para que la lucha por el poder no nos someta a una extendida y sostenida pantomima basada en la pr¨¢ctica de la intoxicaci¨®n (¡), para que la pol¨ªtica, en fin, no se apodere de nuestros mejores y m¨¢s nobles deseos (¡), hay que pensar en unas zonas sagradas, en unos diques de contenci¨®n, en unos puntos de referencia en los que la posibilidad de decir lo que son las cosas sea todav¨ªa una experiencia consistente, dotada de realidad y de sentido?. Esos diques son los estudios de filosof¨ªa y letras (o, mejor dicho, son lo que constituye el objeto de esos estudios). Y lo malo es que en su interior tambi¨¦n los acosadores cuentan con unos poderos¨ªsimos aliados dedicados exhaustivamente a convertir las ¡°letras¡± en una inversi¨®n rentable a medio plazo.
Pero, sin ser un libro para profesores de universidad, en sus p¨¢ginas encontramos quienes lo somos la referencia constante al tormento que, mucho m¨¢s que la supuesta ¡°p¨¦rdida de rango¡± social que sufrimos, mina diariamente nuestra resistencia y tiende a ocupar todas nuestras conversaciones, anta?o dedicadas a tem¨¢ticas mucho m¨¢s floridas, amargando la existencia a los m¨¢s mayores y secuestrando la actividad intelectual y vital de los m¨¢s j¨®venes: me refiero a los sistemas de evaluaci¨®n y promoci¨®n que determinan de antemano a qu¨¦ congresos hay que asistir, qu¨¦ art¨ªculos hay que escribir y en qu¨¦ revistas han de publicarse, cu¨¢ntos puestos de gesti¨®n hay que ocupar y, en definitiva, ?todo, menos el criterio del inter¨¦s o la originalidad, o la consistencia real de lo que se presenta para ser evaluado? (y esto no es patrimonio exclusivo de las humanidades, claro est¨¢). En los pa¨ªses civilizados, dice Ib¨¢?ez, se mira a la cara de los candidatos y se leen sus libros y art¨ªculos. En el nuestro, ?se evita mirar a nadie a los ojos, conversar con ¨¦l, leer sus cosas, discutirlas. Toda referencia al talento y la inteligencia se considera un signo de mala educaci¨®n y una ofensiva impertinencia?. Y aqu¨ª no estamos sencillamente ante unas medidas impuestas por un poder exterior, sino ante un sistema del que somos tanto v¨ªctimas como c¨®mplices. Si todos sabemos que es ignominioso, ?por qu¨¦ no hacemos algo al respecto? Pues claro est¨¢: porque nos beneficiamos en mayor o menor medida de esa mediocracia, no solamente como evaluados (es mucho m¨¢s f¨¢cil seguir un manual de instrucciones que escribir algo interesante) sino tambi¨¦n como evaluadores (es mucho menos comprometido aplicar un baremo num¨¦rico que juzgar la calidad de un art¨ªculo). Tengan todo esto en cuenta cuando escuchen a rectores y ministros hablar de ¡°calidad de la ense?anza¡± y de excelencia en la investigaci¨®n.
El reverso de la historia. Apuntes sobre las humanidades en tiempo de crisis.?Jordi Ib¨¢?ez. Barcelona, Calambur, 2016, 298 p¨¢gs.
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