Poetas de los cincuenta, al d¨ªa

Menos longevos que los del 27, casi todos los poetas de los cincuenta han cerrado ya su obra. Solo unos pocos siguen publicando, resistentes a convertirse en personajes del pante¨®n literario, como los figurantes hier¨¢ticos de un friso egipcio. Pero tanto para ellos como para los desaparecidos ha llegado el momento de balances, memorias, obras reunidas, antolog¨ªas sustanciales. De algunos de estos materiales, como Diarios de Gil de Biedma o Poes¨ªas completas de Carlos Sahag¨²n, se ha tratado ya en estas p¨¢ginas. He aqu¨ª otros editados o reeditados recientemente.

Jos¨¦ Corredor-Matheos, Corredor de fondo. Hay memorias donde sabemos del autor por lo que este dice de s¨ª; otras por lo que dice del mundo. Las del poeta y cr¨ªtico de arte Corredor-Matheos son de las segundas. Por eso habla poco de su poes¨ªa, pero recrea por extenso la vida cultural de y desde Barcelona. En estas p¨¢ginas figuran los que salen, much¨ªsimos; pero tambi¨¦n, a rebufo, los que no salen o lo hacen de perfil (curiosa la lateralidad del grupo de Barral). El libro es un fresco de una ciudad y un pa¨ªs desde mitad del XX hasta hoy; y, a su trav¨¦s (vu¨¦lvase a la casilla de salida), un registro de la palpitaci¨®n de un hombre.

Carlos Barral, Usuras y figuraciones. Editor de ¨¦xito y excelente memorialista, Carlos Barral es poeta sin disc¨ªpulos (y sin maestros espa?oles, pero eso corre de su cuenta), pese a que proyect¨® sus memorias como notas al pie de sus poemas. Frecuentador de cl¨¢sicos latinos, parece esquivar el romanticismo: no solo el espa?ol, proclive a desbordamientos que ¨¦l rechazaba, sino tambi¨¦n el ingl¨¦s, m¨¢s ¡°prosario¡± y dado a modular los sentimientos. Frente a la condena rom¨¢ntica de la palabra, y a la subsiguiente y parad¨®jica proclamaci¨®n del silencio, Barral es un poeta eminentemente verbal y refractario a la efusi¨®n emotiva, esteta de sensualidad pl¨¢stica y voyeur escasamente concernido por el mundo. Esta nueva y pulcra edici¨®n de sus poes¨ªas completas permite ver la secuencia desde sus temas fundantes como el mar, el recuerdo, la conciencia civil¡­, hasta el que termina ense?ore¨¢ndose de todo: las usuras del tiempo en forma de erosi¨®n y ruina.

Luis Feria, Obra po¨¦tica y cuentos. El volumen recopilatorio de Luis Feria, reimpresi¨®n del de 2000, presenta facetas dif¨ªciles de conciliar. Mientras fue autor ¡°generacional¡± (Conciencia, 1962), es un buen poeta en la cuerda de otros: el candor de infancia remite a Sahag¨²n, la fluencia arm¨®nica al primer Brines, alg¨²n ramalazo pat¨¦tico a Otero. Su vida p¨²blica madrile?a fue de un largo silencio creativo. Anclado definitivamente en su Santa Cruz de Tenerife natal, cuando reaparece ya es otro, o m¨¢s bien otros: el de las deliciosas prosas elegiacas de la ¡°inmensa provincia¡± infantil (Dinde, 1983); el de las retorsiones verbales, erotismo retoz¨®n y pl¨¦tora de lo cotidiano (Salutaciones, 1985; Del amor, 1988); y el de las l¨¢pidas terminales de Arras (1996).

Mar¨ªa Victoria Atencia, Marta & Mar¨ªa. Tras 15 a?os de silencio, ¡°Mar¨ªa Victoria Seren¨ªsima¡±, seg¨²n la llam¨® Guill¨¦n, public¨® en 1976 Marta & Mar¨ªa, ahora reeditado. Tan joven hoy como hace cuatro d¨¦cadas, en este libro alienta una espiritualidad dual, como la de la monja gitana de Lorca o la de la pareja evang¨¦lica del t¨ªtulo: domesticidad y vuelo, claustro y naturaleza, clasicidad y selva de s¨ªmbolos. La pulcritud y la hermosura van de suyo en estos poemas de alejandrinos mecidos al comp¨¢s de los cuerpos celestes.

Antonio Gamoneda, Ni?ez. Unos cuantos temas adquieren en la poes¨ªa de Gamoneda dureza y densidad de verbolitos: pobreza, madre, piedad, tribulaci¨®n, infancia. Y aunque ¨¦l distingue la literatura, que se refiere a la realidad, de la poes¨ªa, realidad ella misma, los textos de Ni?ez proceden tanto de libros po¨¦ticos, en verso o en prosa, como de Un armario lleno de sombra, las memorias de los primeros a?os. El relato anecd¨®tico de unos textos es quintaesencia en otros, pero todos soportan una intensidad que duele y no cede nunca.

Francisco Brines, Jard¨ªn nublado. Hay en esta antolog¨ªa un di¨¢logo entre el espacio ¨ªntimo (la casa, Elca) y el mundo que bate fuera. Aunque aparezca nublado por la mirada elegiaca, el jard¨ªn es el recinto del ¨¢gape, donde el caos primigenio se somete a un orden ut¨®pico. Brines, poeta pagano, alza como Epicuro los ojos hacia los dioses para exaltar la vida y aceptar la nada venidera. As¨ª, en uno de los in¨¦ditos en que resuena el de Samos (Ep¨ªstola a Meneceo), a prop¨®sito de un beso a la madre muerta: ¡°Donde muere la muerte,?/ porque en la tierra tiene tan solo su existencia¡±.

?ngel Gonz¨¢lez, Antolog¨ªa po¨¦tica. La iron¨ªa permite al autor sortear los dogmatismos y admoniciones de los poetas sociales, y su voluntad comunicativa los hermetismos de los metaf¨ªsicos. En esta edici¨®n actualizada de otra antolog¨ªa anterior (incorpora cuatro poemas del p¨®stumo Nada grave), hay amor, humor, compromiso hist¨®rico y recuento existencial. Lejos de empalagos l¨ªricos, parece Gonz¨¢lez temeroso de que la poes¨ªa ejerciera pomposamente de poes¨ªa: frente a los poetas para poetas, ¨¦l no miraba al callej¨®n de los cooficiantes, sino al tendido de los lectores.