El para¨ªso perdido de los ochenta
'Cazafantasmas' y 'Stranger Things' responden a un fen¨®meno que no es nuevo: la transformaci¨®n en mercanc¨ªa rentable de la memoria sentimental
El estreno de Cazafantasmas, la nueva versi¨®n dirigida por Paul Feig de la comedia de 1984 que populariz¨® las descargas de protones y el machac¨®n tema de Ray Parker jr., llega en un verano que podr¨ªa ser recordado por la radical divisi¨®n de opiniones que ha generado la serie de Netflix Stranger Things, toda una celebraci¨®n nost¨¢lgica del cine espect¨¢culo de los ochenta ¡ªentre otras cosas¡ª que algunos han vivido como gratificante ceremonia generacional y otros han condenado como inmisericorde explotaci¨®n de ideas ajenas. Meses antes de su estreno, Cazafantasmas hab¨ªa sido objeto de agrias campa?as en redes sociales entre quienes consideraban que las libertades que el cineasta se hab¨ªa tomado respecto a la pel¨ªcula original ¡ªen especial, la sustituci¨®n del reparto original por un elenco femenino, integrado por algunas de las mejores c¨®micas norteamericanas en activo¡ª supon¨ªa un grave atentado a un ?sagrado? recuerdo de infancia.
Tanto Cazafantasmas como Stranger Things responden a un fen¨®meno que no es nuevo: la transformaci¨®n en mercanc¨ªa rentable de la memoria sentimental que ingresa en la mediana edad y est¨¢ dispuesta a invertir en el placer de la evocaci¨®n de tiempos que se recuerdan m¨¢s benignos, aunque no lo fueran necesariamente. En Jacuzzi al pasado (2010), una comedia de Steve Pink que ironizaba sobre todo esto, utilizando abundantes gui?os a la saga Regreso al futuro, un personaje no pod¨ªa disimular su entusiasmo al comprobar que hab¨ªa viajado en el tiempo: ¡°Son los jodidos ochenta, t¨ªos. Hagamos lo que queramos. ?Amor libre!¡±. Uno de sus amigos no tardaba en indicarle que quiz¨¢ estaba confundiendo los ochenta con los sesenta, a lo que su tercer compinche a?ad¨ªa que la d¨¦cada de las hombreras fue tambi¨¦n la de Ronald Reagan y la epidemia del sida.
Stranger Things, serie cuya acci¨®n transcurre en noviembre de 1983, y Cazafantasmas, pel¨ªcula cuyo modelo de inspiraci¨®n se estren¨® en 1984, parecen reclamar ese primer tramo de la d¨¦cada como un espacio ed¨¦nico. Siguiendo el razonamiento de los personajes de Jacuzzi al pasado, se podr¨ªa aducir que el a?o de la puesta de largo de los cazafantasmas fue, tambi¨¦n, el del mill¨®n de muertos en la hambruna et¨ªope, el asesinato de Indira Gandhi, la condena de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n por parte de Juan Pablo II, la introducci¨®n del crack en el mercado polit¨®xico americano, sangrientos episodios en la guerra entre Ir¨¢n e Irak y las constantes pruebas nucleares bajo el gobierno de ese Reagan que protagoniz¨® un escalofriante gag al anunciar (en broma) el bombardeo de Rusia. Los ochenta no fueron, en t¨¦rminos generales, ning¨²n para¨ªso perdido, aunque existan razones para a?orar un modelo dominante de cine de evasi¨®n en el que exist¨ªa capacidad de sorpresa y espacio para la afirmaci¨®n de una mirada de autor (fueron los a?os dorados de Steven Spielberg, Robert Zemeckis, Joe Dante, John Landis, Wes Craven) y se tend¨ªa a pensar antes en t¨¦rminos de nuevas mitolog¨ªas que de productivas franquicias (aunque, en el fondo, lo fueran). Y, sobre todo, eran a?os en que las comunidades de aficionados no fiscalizaban el libre vuelo de la ficci¨®n, exigiendo un respeto al canon, que no es otra cosa que castrador integrismo pop.
1984 fue un a?o significativo por otra raz¨®n esencial: la creaci¨®n de la nueva calificaci¨®n PG-13 (mayores de 13 a?os), alentada por Steven Spielberg tras las pol¨¦micas generadas por las escenas m¨¢s escabrosas de Indiana Jones y el templo maldito y Gremlins. La calificaci¨®n habilitaba un espacio propio para el adolescente y dotaba a ese modelo cinematogr¨¢fico de una condici¨®n de rito inici¨¢tico que quiz¨¢ sembrara la semilla de esa inversi¨®n (sentimental) a largo plazo que hoy est¨¢ engendrando estos dividendos. Pero hay un extremo que no deber¨ªa subestimarse: tanto Stranger Things como las nuevas cazafantasmas proponen discursos suficientemente s¨®lidos como para poder defenderse por s¨ª solas, sin necesidad de coartadas nost¨¢lgicas.
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