Palabras
Las aficiones de mi hijo me invitan a pensar qu¨¦ construimos quienes damos nuestra vida a las palabras
Desde muy peque?o, Juli¨¢n viene anunciando que ser¨¢ ¡°constructor¡± como su abuelo. Se reparte entre el Pok¨¦mon GO y su pasi¨®n por armar ciudades con torres m¨¢s altas que su madre, apilando con paciencia de artesano tablitas lisas como un espejo que cuestan lo que un bosque entero (¡°juego ecol¨®gico¡± es la etiqueta que permite desvalijar a padres con conciencia verde a cambio de dosis liliputienses de madera; est¨¢is avisados).
No s¨¦ si esa vocaci¨®n que lo ha acompa?ado diez a?os llegar¨¢ con ¨¦l a la universidad (sucede: mi amor por la qu¨ªmica se escaque¨® en el instituto, para consuelo de mi madre, que dej¨® de temer que mis experimentos prendieran fuego a la alfombra). Ser¨¢ o no, lo dir¨¢ el tiempo, pero cada vez que mi versi¨®n familiar de Manny Manitas levanta un edificio en su cuarto, me invita a pensar qu¨¦ construimos quienes damos nuestra vida a las palabras.
Dos recuerdos me asaltan al pregunt¨¢rmelo hoy. El primero es un fogonazo de adrenalina en estado puro: el sobresalto que sent¨ª cuando comenzaba a leer y descubr¨ª en los carteles un mundo sobreimpreso en el mundo. Far-ma-cia; To-me-Co-ca-Co-la, y as¨ª. Las cosas pod¨ªan ser escritas, anticipadas, testimoniadas, contadas a otros y atravesar batallas y desmanes, ser m¨¢s fuertes que el olvido, saltar los siglos como atletas con garrochas (¡°...as¨ª descifraron los jerogl¨ªficos egipcios, gracias a una piedra hallada en Rosetta que reproduc¨ªa el mismo texto en tres escrituras distintas¡±, repet¨ªa mi padre, tan devoto de la arqueolog¨ªa como de las bibliotecas).
La segunda imagen es de adultez: el eco de una conversaci¨®n con una gran periodista amiga, que corri¨® cada ma?ana por m¨¢s de veinte a?os y un d¨ªa dej¨® de hacerlo, en una suerte de efecto Forrest Gump (?recuerdan ese fragmento de la peli? Tom Hanks, un maratonista en pena, fundiendo cuentakil¨®metros hasta parar en seco, sin m¨¢s).
¡°I'm done with it¡±, repet¨ªa Mary como si ese sentir que ¡°estaba hecha¡± lo explicara todo. La urgencia anterior y el final de la sed. Yo sigo buscando. Todav¨ªa, como cuando le¨ªa en las calles el nombre de las cosas, me ilusiona dar con la palabra justa, anhelarla como un minero la veta que lo tiene cavando en la penumbra. Corro, tropiezo, me levanto y ruego que jam¨¢s termine. Celebro la elocuencia que construye humanidad.
¡°Narrar es transmitir una emoci¨®n¡±, define en sus diarios Ricardo Piglia; dar con la huella de un fervor que encienda un ¡°nosotros¡±. Pues eso.
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