La letra con sangre entra
La ¡°literatura de la violencia¡± ha dado en Colombia t¨ªtulos indispensables para entender la realidad del pa¨ªs: de Noticia de un secuestro, de Garc¨ªa M¨¢rquez, a Manuel Pacho, de Eduardo Caballero, o La par¨¢bola de Pablo, de Alonso Salazar
Si fu¨¦ramos a ser precisos, habr¨ªa que hablar de las guerras en Colombia y no de una ¨²nica guerra con dos bandos perfilados, cada uno con su ej¨¦rcito. Todo parece indicar que Colombia pasar¨¢ de tener dos ej¨¦rcitos a tener s¨®lo uno. Y que las FARC dejar¨¢n de ser ese singular ej¨¦rcito que se financiaba con coca¨ªna, secuestros y extorsi¨®n y que se convertir¨¢n en un partido pol¨ªtico. Pero hemos tenido y tenemos otras guerras que, inevitablemente, se entremezclan unas con otras. Baste mencionar las guerras de y entre los carteles que trafican coca¨ªna, sin contar otras guerras con (y tambi¨¦n entre) bandas criminales de temible tama?o, sin contar de otras guerrillas y de grupos paramilitares.
Un nudo de guerras desde nadie sabe cu¨¢ndo: una de las m¨¢s notables novelas sobre la violencia lo se?ala: ¡°Tulu¨¢ jam¨¢s ha podido darse cuenta de cu¨¢ndo comenz¨® todo¡±. Esa es la primera frase de C¨®ndores no entierran todos los d¨ªas, de Gustavo ?lvarez Gardeaz¨¢bal. S¨ª, hay una corriente de sangre desde hace no se sabe cu¨¢nto. Se puede rastrear la continuidad de las guerras desde el 9 de abril de 1948, d¨ªa del Bogotazo. A partir de ah¨ª se ven los r¨ªos de sangre que, por supuesto, han servido de tema para una enorme cantidad de material literario.
Eco de las guerras civiles del siglo XIX en las que pele¨® el coronel Aureliano Buend¨ªa, entre 1948 y 1965 vivimos una guerra civil no declarada que, en lo que toca aqu¨ª, que es la literatura, produjo una notable cantidad de novelas que hizo que llegara a hablarse de ¡°la novela de la violencia¡± como un g¨¦nero particular de la literatura colombiana, materia prima de libros, debates, simposios, c¨¢tedras y listas. En un art¨ªculo de 1959 (Dos o tres cosas sobre la novela de la violencia), Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez escribi¨®: ¡°Quienes han le¨ªdo todas las novelas de violencia que se escribieron en Colombia parecen de acuerdo en que todas son malas, y hay que confiar en que est¨¦n secretamente de acuerdo con ellos algunos de sus propios autores¡±. Garc¨ªa M¨¢rquez ten¨ªa raz¨®n. De aquella primera ¨¦poca queda una novela del propio Garc¨ªa M¨¢rquez ¡ªLa mala hora (1962)¡ª y quedan tambi¨¦n Manuel Pacho (1962), la mejor novela de Eduardo Caballero Calder¨®n; El d¨ªa se?alado (premio Nadal 1962), de Manuel Mej¨ªa Vallejo, y la ya citada C¨®ndores no entierran todos los d¨ªas (1972).
A mediados de los sesenta, la antigua guerrilla liberal se metamorfose¨® en las FARC, que al final ten¨ªa el doble car¨¢cter de ej¨¦rcito rebelde y de cartel de la droga. Nunca monopolizaron esos dos roles. Desde entonces hasta hoy hubo otros ej¨¦rcitos rebeldes y otras organizaciones dedicadas a exportar coca¨ªna. Medio siglo de esto produjo tambi¨¦n una amplia bibliograf¨ªa de testimonios y ficciones. Con Noticia de un secuestro, Garc¨ªa M¨¢rquez es tambi¨¦n la cabeza de lote de la cr¨®nica sobre violencia a la colombiana. En el g¨¦nero de cr¨®nica, la parte m¨¢s documental sobre las FARC la produjeron Arturo Alape, de quien se destaca Las vidas de Pedro Antonio Mar¨ªn, Manuel Marulanda V¨¦lez, Tirofijo (1989) ¡ªautor tambi¨¦n de El Bogotazo: memorias del olvido (1983)¡ª, y Alfredo Molano, tambi¨¦n con una extensa bibliograf¨ªa que culmina con A lomo de mula (2016).
El d¨ªa se?alado. Manuel Mej¨ªa Vallejo
Noticia de un secuestro. Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez
Las vidas de Pedro Antonio Mar¨ªn. Arturo Alape
A lomo de mula. Alfredo Molano
El oro y la sangre. Juan Jos¨¦ Hoyos
La par¨¢bola de Pablo. Alonso Salazar
Pa¨ªs de plomo. Juanita Le¨®n
El olvido que seremos. H¨¦ctor Abad Faciolince
Siempre fue ahora o nunca. Rafael Baena
La aldea desvelada. Horacio Benavides
El canto de las moscas. Mar¨ªa Mercedes Carranza
Amor enemigo. Patricia Lara
C¨®ndores no entierran todos los d¨ªas. Gustavo ?lvarez Gardeaz¨¢bal
Tambi¨¦n vale la pena destacar textos como El pueblo que sobrevivi¨® a una masacre amenizada con gaitas (2009), de Alberto Salcedo Ramos, y El remanso de Beltr¨¢n (2009), de Juan Miguel ?lvarez. En cuanto a libros, especial menci¨®n merecen El oro y la sangre (2007), de Juan Jos¨¦ Hoyos; la biograf¨ªa de Pablo Escobar, La par¨¢bola de Pablo (2001), de Alonso Salazar; el conjunto de cr¨®nicas Pa¨ªs de plomo (2005), de Juanita Le¨®n, y dos memorias sobre el asesinato de los padres de dos escritores: El olvido que seremos (2005), de H¨¦ctor Abad (2006), y Desarraigo (2011), de Eduardo Pel¨¢ez.
En cuanto a novelas, merecen menci¨®n dos de Daniel Ferreira, La balada de los bandoleros balad¨ªes (2010) y Viaje al interior de una gota de sangre (2012). De Patricia Lara, Amor enemigo (2005); de Evelio Jos¨¦ Rosero, Los Ej¨¦rcitos (2006), y, en especial, Siempre fue ahora o nunca (2014), de Rafael Baena.
Muchos poetas colombianos tienen alg¨²n poema sobre la violencia, sobre la guerra. Dos conjuntos merecen destacarse: La aldea desvelada (1998), de Horacio Benavides, y el sobrecogedor ¨²ltimo libro de Mar¨ªa Mercedes Carranza, en el que cada breve poema est¨¢ titulado con el nombre del lugar donde hubo una masacre, El canto de las moscas (1997).
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