Yo acuso¡ a algunos intelectuales
Ignacio S¨¢nchez-Cuenca polemiza en su ¨²ltimo libro sobre la alianza de escritores y medios de comunicaci¨®n en la formaci¨®n de la opini¨®n p¨²blica
Desde que el Yo acuso de ?mile Zola lograra que el diario L¡¯Aurore vendiera 300.000 ejemplares en un solo d¨ªa, intelectuales y prensa se han utilizado mutuamente para influir sobre el poder pol¨ªtico. Como ha se?alado Santos Juli¨¢ en su trabajo sobre los intelectuales y prensa en el siglo XX, los pensadores de formaci¨®n anglosajona, menos dados a la grandilocuencia que los continentales, siempre contemplaron con iron¨ªa el contraste entre la ampl¨ªsima ascendencia sobre la opini¨®n p¨²blica de los ¡°hombres pol¨ªticos de letras¡±, como los llamara Burke, y su ausencia de conocimiento sobre los asuntos de los que opinaban, pues ni eran estudiosos de la pol¨ªtica ni, como se dice hoy, ¡°practicantes¡±.
De esa incomodidad ante el ubicuo papel p¨²blico de los escritores, que en Espa?a se remonta a Unamuno y Ortega, arranca La desfachatez intelectual. Escritores e intelectuales ante la pol¨ªtica (Catarata, 2016), el ¨²ltimo libro de Ignacio S¨¢nchez-Cuenca, profesor de Ciencia Pol¨ªtica y Sociolog¨ªa en la UC3M. No le falta raz¨®n al se?alar hasta qu¨¦ punto en las sociedades actuales, democr¨¢ticas, conectadas e inundadas de informaci¨®n plural, el papel de los hombres de letras como prescriptores morales ha perdido gran parte de su sentido original. Si, como afirma Philip Tetlock en El juicio pol¨ªtico de los expertos (Capit¨¢n Swing, 2016), ni siquiera los especialistas en un ¨¢rea concreta son capaces de acertar en sus an¨¢lisis, es alta la probabilidad de que un escritor sin una formaci¨®n espec¨ªfica pueda escribir sobre la desigualdad, el yihadismo o la democracia interna de los partidos sin caer en errores o imprecisiones.
Una muestra m¨¢s amplia de autores, medios y espectro ideol¨®gico hubiera elevado el libro a un plano m¨¢s acad¨¦mico y objetivo
Pero si algo distingue al libro de S¨¢nchez-Cuenca, de ah¨ª la pol¨¦mica que ha generado, es que el autor no se conforma con se?alar as¨¦pticamente las deficiencias f¨¢cticas o argumentales que anidan en los art¨ªculos de esos autores, sino que reprende a las que denomina ¡°grandes firmas¡±, escritores como Fernando Savater, F¨¦lix de Az¨²a, Antonio Mu?oz Molina, Javier Cercas, Javier Mar¨ªas o Mario Vargas Llosa, adem¨¢s de por sus aptitudes como analistas, que considera escasas, por sus actitudes y estilos, en los que encuentra arrogancia, frivolidad, prepotencia, impunidad o, incluso, ¡°machismo discursivo¡±. La elecci¨®n de un tono de censura, deliberada desde el t¨ªtulo ¡ª¡°desfachatez¡± es sin¨®nimo de desverg¨¹enza e impostura, no de desconocimiento¡ª, marca toda la obra y la convierte en un Yo acuso que opera como una diatriba contra escritores con los que el autor lleva m¨¢s de una d¨¦cada polemizando, por cierto, en las p¨¢ginas de EL PA?S.
De ah¨ª que sorprenda la aspereza con la que el autor trata a este diario, en el que colabor¨® entre 1996 y 2015. Mientras por un lado reconoce la generosidad del peri¨®dico al albergar sus art¨ªculos durante casi dos d¨¦cadas, por otro no duda en calificarlo de ¡°decadente¡±, acusa a su equipo directivo de ¡°papanatismo¡± y afirma que esas grandes firmas no pueden ser criticadas sin que el diario tome represalias. Pero como demuestran las 72 colaboraciones suyas que la hemeroteca de EL PA?S registra, sus pol¨¦micas con autores como Savater o Az¨²a, sus tesis defendiendo la pol¨ªtica antiterrorista de Zapatero, su relato de la crisis de 2008 o sus an¨¢lisis sobre la cuesti¨®n catalana, adem¨¢s de sus lamentos sobre la supuesta derechizaci¨®n de los intelectuales, es decir, el contenido tem¨¢tico ¨ªntegro de su libro, han sido ensayados y publicados por partes en este peri¨®dico sin censura ni reproche. Eso s¨ª, en ninguna de las 150 notas a pie de p¨¢gina que ofrece su libro se hace referencia a alguna de esas colaboraciones. Desde luego, la generosidad no parece rec¨ªproca.
M¨¢s all¨¢ del trazo grueso e injusto de estas cr¨ªticas, en el planteamiento de S¨¢nchez-Cuenca destacan tres aciertos y tres errores. Entre los primeros recordarnos los excesos verbales en los que cayeron los cr¨ªticos de la pol¨ªtica antiterrorista de Zapatero, al que llegaron a acusar nada menos que de complicidad con ETA. Tambi¨¦n acierta al denunciar el provincianismo noventayochista de muchos intelectuales, empe?ados en ignorar que la crisis de 2008 no ha sido end¨®gena sino ex¨®gena y, por tanto, no atribuible a un ser o car¨¢cter espa?ol. Y por ¨²ltimo defiende con valent¨ªa la necesidad de realizar una consulta sobre la independencia de Catalu?a y, a la vez, la inexistencia de un derecho per se a la autodeterminaci¨®n.
Entre los errores destacan tanto el sesgo relativo a la selecci¨®n de sus autores-diana, que siempre caen del mismo lado, como el ideol¨®gico, pues es un libro abiertamente planteado desde posiciones pol¨ªticas de izquierda, lo que hace chirriar su reivindicaci¨®n sobre el papel de los expertos en el debate y las quejas sobre la derechizaci¨®n de los intelectuales otrora de izquierdas. Una muestra m¨¢s amplia de autores, medios de comunicaci¨®n y espectros ideol¨®gicos hubieran permitido al libro elevarse por encima del ajuste de cuentas personal e ideol¨®gico y situarse en un plano m¨¢s acad¨¦mico y objetivo.
El resultado es ambivalente: el objetivo, pol¨¦mico, est¨¢ asegurado, lo que resulta en un libro que no deja indiferente y que por esa raz¨®n muchos considerar¨¢n interesante. Otra cosa es que de la suma de sesgos y adjetivos se vaya a derivar, como dice desear el ?autor, una mejora en la calidad del debate p¨²blico espa?ol, claramente sobrado de excesos verbales, amargura, personalismo y falta de pluralidad.
La desfachatez intelectual Ignacio S¨¢nchez-Cuenca Catarata Madrid, 2016 224 p¨¢ginas 17,50 euros
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