Nueva York santifica a Kanye West
El rapero hizo ayer su segundo milagro el Madison Square Garden de Nueva York, donde congreg¨® a 18.000 personas
Kanye West es Dios, o eso piensa ¨¦l mismo, o quiz¨¢ esa es simplemente la tem¨¢tica de su Saint Pablo Tour, que ayer por la noche hizo su segundo milagro en el Madison Square Garden de Nueva York.
En su sacralizaci¨®n del hip hop no hay iconograf¨ªa religiosa irreverente. No va de eso. Es ¨¦l sin referencias a nadie a m¨¢s. ?l y solo ¨¦l o, como mucho, ¨¦l y la atm¨®sfera de adoraci¨®n que genera, de la que hace uso y abuso para construir un arriesgado recital rupturista y anti-pop que emerge como por camino inescrutable. En ¨¦l todo, absolutamente todo, es a su imagen y semejanza y descansa sobre un ¨ªdolo que flota sobre su p¨²blico durante una hora y media en una ¨²nica plataforma cuadrada, sin cambios de vestuario, sin palabras hacia las masas. Son ¨¦l y su m¨²sica que est¨¢n, literalmente, por encima de todo lo dem¨¢s.
Hay que olvidarse del Kanye p¨²blico, del que nos ha producido al hartazgo con sus excentricidades, con su entrada en el clan Kardashian y con sus irritantes tuits. Vuelve el artista, el que aparece cual epifan¨ªa y ofrece algo que no tiene nada que ver con nada que hayas visto antes.
Hablemos, entonces, de m¨²sica. Kanye West, con esta gira que celebra el hito art¨ªstico que es The Life of Pablo, arranca entre v¨ªtores con Father Strech My Hands y no tarda en lanzar su primer misil con Famous, con Rihanna sonando en pregrabado (como todo su desfile de colaboraciones, desde Chance The Rapper hasta Jay-Z). Pero, ?d¨®nde est¨¢ ¨¦l? Se intuye sobre la plataforma y as¨ª, entre penumbras y difuminado, se pasar¨¢ durante la gran parte del concierto. El turbador juego de luces alumbra a su p¨²blico que quiz¨¢s es el mayor espect¨¢culo en ese momento: siguen la plataforma de su San Pablo de un lado a otro del Madison Square Garden como si fuera la virgen de La Macarena. Se pelean por estar lo m¨¢s cerca posible, aunque eso signifique estar debajo y no ver nada. No lo ven, pero lo sienten. Todo se ti?e de rojo ante las luces de Niggas in Paris y, m¨¢s adelante, cuando suena Runaway, West, tumbado en su nube, extiende la mano para que alguno de los mortales le puedan tocar un dedo, como si fueran Dios y Ad¨¢n en La Capilla Sixtina.
Kanye, efectivamente, ha creado con esta gira un mundo nuevo dentro del universo del espect¨¢culo: un despliegue de ingenio esc¨¦nico minimalista que conf¨ªa tanto en su brillantez que es carta ¨²nica en hora y media de recital. El espectador desprevenido creer¨¢ que el concepto del concierto para las masas ha avanzado de golpe treinta a?os y eso le hace sentir mayor. Parece que ha despertado en un futuro dist¨®pico, donde un se?or lanza arengas desde su Kanye-m¨®vil y las masas enloquecen. Pero es dif¨ªcil pensar que las 18.000 personas all¨ª congregadas puedan estar equivocadas, como inevitable es que se erice la piel cuando recitan cada palabra de oraciones modernas como Freestyle 4 (con ese maravilloso sampler de Humans, de Goldfrapp) o con las concesiones de West al pasado, desde Can¡¯t tell me nothing, de 2007, a Power, de 2010, pasando por la ¨²nica balada de la noche, Only One, de 2015, dedicada a su hija North West.
Cierto es que la suntuosa producci¨®n multicapa y multig¨¦nero de su ¨²ltimo ¨¢lbum suena en vivo (al menos en este recinto) m¨¢s confusa y farragosa que en el disco. Tambi¨¦n hay que reconocer que, si uno no es fan¨¢tico total Kanye West, a veces claudica ante la intensidad reiterativa de este hombre que entre lo poco que musita est¨¢ su frase prefabricada "ha sido un buen a?o para ser fan de Kanye" y que incluye su propio nombre con alarmante frecuencia en las letras de sus canciones (con I Love Kanye como apoteosis de la egolatr¨ªa).
Pero, finalmente, no queda otra que rendirse a la evidencia de que lo que se est¨¢ presenciando pertenece, para bien y para mal, al terreno de lo extraordinario y que est¨¢ realizado con una seriedad y una precisi¨®n impepinables. As¨ª, para cuando cierra el escueto concierto con dos maravillas seguidas como Fade, su ¨²ltimo sencillo, y Ultralight Beam (el tema que abre The Life of Pablo), hay que reconocer que a Kanye West pocas veces ese narcisismo tan gigantesco le queda grande a su talento.
Babelia
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