Cenit de la obsolescencia programada

Hasta mediados del siglo XX, las cosas se hac¨ªan para durar: las navajas de afeitar, las botellas de gaseosa, la ropa de cama bordada por las hermanas de la moza casadera, eran para toda la vida. Con sus inventos, William Painter (la chapa), y King Gillette (la maquinilla desechable), reorientaron la mentalidad empresarial y abrieron paso a la econom¨ªa del usar y tirar: casi todo comenz¨® a dise?arse con fecha de caducidad. Mientras, se jibarizaban las redes de reparaci¨®n. De ah¨ª quiz¨¢, la leyenda urbana de que el mundo entero se desmonta cuando nos vamos a dormir y se crea de nuevo, calles incluidas, para estar listo en cuanto volvemos a la vigilia.

Calypso, ¨²ltimo espect¨¢culo de la muy productiva, bienhumorada y musical compa?¨ªa Voadora, pone frente a frente el mundo antiguo, inmutable, encarnado por un murall¨®n sobre el que se proyectan las palabras: "Cuarta pared", y el universo fungible, de caducidad diaria, que "el equipo del statu quo" crea cada ma?ana, esquilmando los recursos naturales, despu¨¦s de haber hecho picadillo todo lo que construy¨® el d¨ªa anterior.

Los j¨®venes actores de la compa?¨ªa compostelana y el dramaturgo Fernando Epelde satirizan la idea de que todo es reemplazable, duplicable, clonable y en absoluto imprescindible, de que el ser humano es regrabable, cual CD. En lo formal, Calypso sigue la estela del primer acto de Waltz, espect¨¢culo anterior de Voadora, que renuncia aqu¨ª a hablar, ta?er y cantar en vivo. Las canciones grabadas, creadas ex profeso por Jos¨¦ D¨ªaz y Hugo Torres, se dan un aire a las de Aviador Dro y sus Obreros Especializados, especialmente Bailar Calypso (donde cada verso se remata con una esdr¨²jula, como la Canci¨®n-Consumo, de Aute); la que ilustra la pantomima de la caducidad, parece fruto del cruce entre Pegamoides y Siniestro Total.

La funci¨®n, es de factura contempor¨¢nea y raigambre cl¨¢sica: en la primera escena, asomados sobre el muro, los actores parecen t¨ªteres en un retablo; la pantomima del durmiente evoca el universo on¨ªrico de James Thi¨¦rr¨¦e, nieto de Chaplin; los muros que se entreabren para dejar ver un fragmento peque?o de realidad, recuerdan el procedimiento escenogr¨¢fico utilizado por Andr¨¦i Zholdak en el primer acto de Hamlet. Calypso est¨¢ en sinton¨ªa con el teatro de la compa?¨ªa brit¨¢nica 1927, con la que comparte querencia por el cine mudo (y el de Tati en particular); con el de El Conde de Torrefiel (por reemplazar los di¨¢logos por texto proyectado o en off) y hasta con el de Catellucci, por crear atm¨®sferas inquietantes sin palabras.