Pentesilea, de oro y sangre

Las servidumbres del enamorado, equiparadas con las del animal dom¨¦stico: ¡°?Qu¨¦ estar¨ªas dispuesto a hacer para que no te abandonen?¡±, le pregunta una mujer a un perro bodeguero de expresi¨®n l¨¢nguida y a tres amazonas con vestido de noche dorado, al comienzo de La devOR¨¦e, espect¨¢culo de teatro circo inspirado en el mito de Pentesilea y en la obra hom¨®nima de Henrich von Kleist.

Giran ellas vertiginosamente, desprendiendo polvo dorado, y con cada sonrisa encandilan al p¨²blico, representado en la pista por Serge Lazar, cuyo personaje parece sentir devoci¨®n especial por Justine Bernachon, hermosa y vertiginosa trapecista rubia. En este espect¨¢culo, estrenado en el IV Festival Internacional de Circo de Castilla y Le¨®n, Marie Molliens, joven directora de la Compagnie Rasposo, establece una equivalencia entre la pasi¨®n de las artistas de circo y la de la reina de las amazonas, que en la obra de Kleist se enamora de Aquiles mientras lucha con ¨¦l a muerte.

As¨ª, Lazar, despu¨¦s de aproximarse a Bernachon a piropo limpio, entabla con ella un hermoso paso a dos, placentero y doliente a la vez. Los dos primeros tercios largos de la funci¨®n se siguen con avidez, sin necesidad de tener presente el mito griego: estamos ante una historia de amor, contada con gracia, acompasada por un tr¨ªo excelente (voz, contrabajo y percusi¨®n) y punteada por un personaje m¨¢gico, entre Campanilla perverso y Joel Grey mudo. El cl¨ªmax es un d¨²o a¨¦reo fant¨¢stico y exaustivo entre Lazar y Colline Caen, en el que tan sobresaliente como la dificultad de sus ejercios es la exactitud con la que sirven de alegor¨ªa de un combate amoroso prolongado y sin tregua.

En su ¨²ltimo cuarto, La devOR¨¦e da un giro sorpresivo: cuando Molliens se propone mostrarnos hasta donde puede llegar la furia de una mujer encelada, su puesta en escena salta desde lo sublime, cristalino y bienhumorado a territorio furero y grangui?olesco. Lo que sucede durante ese tramo no se entiende si se desconoce el argumento de la tragedia de Kleist, cuyas l¨ªneas maestras la autora, directora y coprotagonista ha venido siguiendo sin que el p¨²blico se haya apercibido de ello necesariamente.

Todo cambia en esta ¨²ltima parte: el maestro de ceremonias de Robin Auneau se transforma en fauno, la amazona despedaza a su v¨ªctima, la sangre brota por doquier y el n¨²mero siempre fant¨¢stico de Molliens sobre el alambre (a cuya dificultad se suma aqu¨ª la de que la artista tiene que controlar tambi¨¦n la conducta de tres galgos rusos) se convierte en una danza macabra que me hizo pensar m¨¢s que en Pentesilea en Pers¨¦fone, diosa de la primavera, intentanto evitar que Hades la arrastre al Averno.

Viendo lo bien que se lo pasa durante el resto de su actuaci¨®n el perro bodeguero, que tan triste simulaba estar en el pr¨®logo, y c¨®mo el labrador que interviene luego est¨¢ en la pista como perro por su casa; sabiendo que entre los canes de Rasposo figuran los de la familia Molliens, que un buen d¨ªa comenz¨® a sacarlos a la pista igual que hizo salir a sus ni?os (Marie debut¨® con cuatro a?itos), y conociendo el estudio reci¨¦n publicado por la revista Science, donde se certifica que el canis lupus familiaris, tras milenios de convivencia con los humanos, entiende nuestro vocabulario, cabe reflexionar que hay circos cuyos animales reciben un trato tan cari?oso como las mascotas dom¨¦sticas m¨¢s queridas, y que la prohibici¨®n que algunas ciudades espa?olas aprobaron o tienen en ciernes debiera afectar en exclusiva a los circos donde se maltrata a los animales (y de paso, a los negocios que ponen en peligro la salud de sus empleados).