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Cada 15 de Agosto se conmemora el d¨ªa del Watusi y todo el mundo llega tarde o antes de tiempo a la convocatoria
Cada 15 de Agosto se conmemora el d¨ªa del Watusi y todo el mundo llega tarde o antes de tiempo a la convocatoria. No hay ning¨²n indicio de unanimidad y el entusiasmo se resiste con tozudez a manifestarse. Gente dispersa, mareada, sin ninguna vocaci¨®n grupal aparente. La clase de congregaci¨®n que uno asociar¨ªa a la K del agrimensor si no fuera porque alguien ha pintado una enorme W con spray rojo en la pared y porque los altavoces escupen punk rock y rumba catalana a todo trapo. Es una reuni¨®n extra?a, in¨¦dita, inusual. Nadie dir¨ªa que estamos asistiendo a un acto de justicia po¨¦tica, pero es exactamente lo que estamos haciendo.
En el mes de enero de 2016, y gracias a la iniciativa y los esfuerzos conjuntos de, entre otros, la editora Silvia Ses¨¦ (Anagrama) y los escritores Carlos Zan¨®n, Kiko Amat y Miqui Otero, se publican en un solo volumen los tres libros que conforman la trilog¨ªa ¡°El D¨ªa Del Watusi¡±, de Francisco Casavella, hasta entonces s¨®lo disponibles por separado y ya pr¨¢cticamente imposibles de encontrar.
La estela que Casavella (Barcelona, 1963-2008) dej¨® a su paso por este cochino mundo y la inesperada manera que tuvo de abandonarlo, truncando su carrera a un paso de la dichosa ¡°confirmaci¨®n definitiva¡±, se ajustar¨ªa sin reservas a calificativos como m¨ªtica o legendaria. Pero sucede que su literatura, enorme, es inmune al malditismo. El esp¨ªritu del Watusi es juguet¨®n como un riff de Chuck Berry. La m¨²sica se abre paso a trav¨¦s de sus p¨¢ginas de manera org¨¢nica, como un personaje m¨¢s. Su lectura, gozosamente barriobajera, tiene mucho de baile y de primera vez. Encuentra parada y se marcha sin pagar de todos los abrevaderos que le salen al paso. De Tolstoi a Mortadelo, nada es sagrado y todo lo absorbe. Bastardo como un rock and roll.
¡°El D¨ªa del Watusi¡± entusiasma especialmente a sus coet¨¢neos, probablemente por la falta de costumbre de verse reflejados en ninguna parte. Una generaci¨®n de natural descastada y especializada en sortear una filiaci¨®n tras otra se encuentra por primera vez, en un contexto con hechuras de cl¨¢sico, con algo parecido a una referencia. Porque es su mil veces negada identidad lo que en realidad se oculta tras ese inacabable juego de pistas y se?ales a trav¨¦s del cual viaja en el tiempo y te arrastra con ella la ciudad, Barcelona, otra de las grandes protagonistas del libro. Una identidad que se revela espuria en las canciones y las bandas de todo pelaje que, reales o ficticias, participan tambi¨¦n de este mosaico colosal. La otra cara del ritmo.
La hermandad de la W crece con cada Lector (con may¨²scula), a la manera de esas sociedades secretas que contin¨²an alimentando la conspiranoia entre los hijos de los sesenta. Ni punks, ni indies, ni tampoco lo contrario. Atrapados entre una identidad que ¨²nicamente se encuentra en su propia negaci¨®n y unos referentes siempre a punto del fratricidio, parecen obedecer al destino cada 15 de agosto saliendo a la calle en busca de un padrino que ni lo ser¨¢, ni hubiera querido serlo.
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