Pedro Costa: ¡°El mundo del cine es indecente¡±
El cineasta portugu¨¦s vuelve a ponerse de parte de los parias de Fontainhas en Caballo Dinero, un filme sombr¨ªo sobre un jubilado caboverdiano
En los a?os noventa, Pedro Costa (Lisboa, 1959) encontr¨® en el barrio de Fontainhas, arrabal lisboeta poblado en su mayor¨ªa por vendedores ambulantes, chatarreros y emigrantes llegados a Portugal desde las antiguas colonias africanas, su espacio vital y cinematogr¨¢fico. Con el nuevo siglo las m¨ªseras paredes de Fontainhas mutaron en bloques m¨¢s salubres, pero el realojo solo maquill¨® la dura realidad de sus habitantes, y Costa, embarcado ya en un cine de resistencia y desde los m¨¢rgenes, decidi¨® seguir su rumbo junto a los desplazados de Fontainhas, parias, yonquis, mutilados, enfermos¡, zombis en un mapa (el de la confortable y vieja Europa) que los niega por sistema. Caballo Dinero, su ¨²ltimo filme, que llega a Espa?a el pr¨®ximo d¨ªa 23, sigue esa estela oscura y desgarrada. Un d¨ªa antes de su estreno, la pel¨ªcula ser¨¢ presentada por el propio cineasta y V¨ªctor Erice en el Cine Estudio del C¨ªrculo de Bellas Artes de Madrid, que durante el pr¨®ximo mes dedica una retrospectiva al cineasta portugu¨¦s.
¡°Las escuelas de cine no valen para nada, solo sirven los maestros, y Ant¨®nio Reis lo era. Solo por ¨¦l iba a clase¡±
Ganador del premio a la mejor direcci¨®n en el festival de Locarno, Caballo Dinero es un filme circular y sombr¨ªo que sigue los pasos errantes de Ventura, un jubilado caboverdiano que ya hab¨ªa trabajado con el cineasta en Juventud en marcha (2006) y cuyo espectro se adivina por primera vez en la imprescindible En el cuarto de Vanda (2000). Vagando como un muerto viviente entre los pasillos y vericuetos de un hospital de Lisboa, Ventura padece ¡°la enfermedad de los nervios¡±. En su pozo negro de recuerdos y delirios, el hombre revive su trabajo en la construcci¨®n, su huida aterrada al bosque en la noche de la Revoluci¨®n de los Claveles y las canciones que le llevan de regreso a su Cabo Verde natal. La pel¨ªcu?la nace de dos traumas, el de Ventura lejos de ?frica y el del propio cineasta ante su pa¨ªs y los espejismos de su revoluci¨®n. ¡°Siempre decimos que esta pel¨ªcula la hicimos para olvidar, una boutade que responde a ese lugar com¨²n de la cr¨ªtica sobre el cine y la memoria. Pero s¨ª, nosotros quer¨ªamos olvidar la pobreza y los recuerdos dolorosos. Olvidar nuestro fracaso, el de Ventura y el m¨ªo¡±.
Cuando la Revoluci¨®n de los Claveles estall¨®, Costa ten¨ªa 13 a?os: ¡°Lo viv¨ª con pasi¨®n e intensidad. Cada d¨ªa asalt¨¢bamos un lugar, recuerdo cuando entramos en la Embajada de Espa?a, tengo amigos que a¨²n guardan cosas que se llevaron de all¨ª. Yo me arrepiento de no haber conservado nada. Espa?a era un pa¨ªs fascista, y tomar su Embajada era un s¨ªmbolo. Pero para Ventura la Revoluci¨®n fue lo opuesto. ?l la vivi¨® aterrado, escondido de los soldados. Cuando lleg¨® la resaca, en 1976, fue duro pero coincidi¨® con los a?os m¨¢s importantes de mi formaci¨®n. Empec¨¦ a ir al cine, a escuchar m¨²sica, a aprender de la vida. El punk y las salas de mi barrio, ve¨ªa pel¨ªculas de los a?os cincuenta y cuarenta, cl¨¢sicos americanos, aventuras y w¨¦sterns, las pel¨ªculas que hoy siguen siendo mis favoritas¡±.
Dej¨® la Facultad de Historia para entrar en la Escuela Nacional de Cine de Portugal, donde el encuentro con el cineasta Ant¨®nio Reis, autor junto a su esposa, Margarida Cordeiro, de la fundacional Tr¨¢s-os-montes (1976), ilumin¨® su vocaci¨®n. ¡°Las escuelas de cine no valen para nada, solo sirven los maestros, y Reis lo era. Era un poeta, solo por ¨¦l iba a clase. Me hizo ver que se pod¨ªa hacer cine portugu¨¦s, que ese camino era posible. Era un hombre rudo, directo, exigente, un campesino. Tratarlo no era sencillo, dec¨ªa verdades todo el rato¡±.
Caballo Dinero ha costado 150.000 euros (rascando entre fundaciones privadas como la Gulbenkian, el Ayuntamiento lisboeta o los fondos estatales para el cine, que al encasillarla en el g¨¦nero documental le otorgan una partida mucho menor que a una de ficci¨®n). ¡°No quiero dinero, lo odio. Me resisto a tenerlo. Cuento con ¨¦l porque quiero que mis amigos tengan salarios decentes y no quiero deber nada a nadie. Pero si uno quiere hablar de decencia, debe ser decente, y el mundo del cine es profundamente indecente. Cuando abro esas revistas de estrenos y veo todo el dinero que se gastan me escandalizo¡±. Despu¨¦s de Osso (1997), Costa se mueve con equipos m¨ªnimos de cuatro o cinco personas. Rechaza la invasi¨®n que supone cualquier equipo convencional de rodaje y aplica una t¨¢ctica de trabajo paciente y artesanal. ¡°Un m¨¦todo muy poco profesional, es vago, ca¨®tico y lento, un m¨¦todo que nadie deber¨ªa seguir¡±, asegura. Para ¨¦l, lo que entendemos por rodaje es solo el final de un largo proceso, de otro rodaje invisible, que se extiende a lo largo de a?os. Un guion vivido y escrito junto a los personajes de sus pel¨ªculas.
¡°La sociedad corrompe los cuerpos de los inmigrantes y luego sus cabezas. Son cada vez m¨¢s tristes¡±
La primera vez que Costa se encontr¨® con Ventura estaba descalzo y sucio, pero cantaba. Hab¨ªa llegado a Lisboa con 19 a?os, solo y sin dinero. Trabaj¨® sin descanso, incluso pas¨® por el manicomio, pero las canciones le ayudaban a vivir. Ahora es todo si cabe peor. ¡°Al estr¨¦s f¨ªsico se ha sumado el mental. La consecuencia de a?os y a?os de vida terrible. La sociedad corrompe sus cuerpos y luego sus cabezas. Son cada vez m¨¢s tristes y sombr¨ªos. Y no solo los mayores. En los j¨®venes hasta la violencia es diferente. Antes estaba el clich¨¦ del gueto, el padre borracho y violento, los grupos, las peleas. Ahora solo hay absoluta indiferencia. Familias rotas que viven en total silencio. Ha ocurrido algo que no pueden comprender: han perdido la tradici¨®n, sus valores, sus recuerdos. Los chicos de 15 a?os no saben nada de Cabo Verde ni quieren saberlo¡±.
El cineasta asegura que un d¨ªa lleg¨® a las vidas de estas personas para quedarse. ¡°Ellos conf¨ªan en m¨ª porque saben que volver¨¦. Saben que puedo ausentarme, pero que volver¨¦. La gente con la que yo trabajo representa al 90% de la humanidad. Sufren, est¨¢n enfermos. Yo solo estoy con unos pocos, pero son millones, y son fr¨¢giles, desaparecen, acaban en prisiones. Pero no, no temo abandonarlos, ese no es mi miedo, mi ¨²nico miedo es la muerte, solo eso me impedir¨¢ seguir con mi pel¨ªcula¡±.
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