Rom¨¢n se revela como un jabato
Si todas las tardes salieran toros como los de ayer, muchas figuras estaban de descanso
El joven Rom¨¢n lleg¨® a Madrid para jugarse la vida. Quiere ser torero, lo tiene complicado y ha puesto sobre la mesa la ¨²nica carta que tiene en el coraz¨®n: un valor sin mancha y una entrega absoluta. Se encontr¨® con dos toros complicados, de enorme trap¨ªo -una arboladura de miedo luc¨ªa el sexto-, desbordante mansedumbre y falta de clase, pero Rom¨¢n sonre¨ªa como si tal cosa.
Brind¨® al p¨²blico la muerte de su primero, asent¨® las zapatillas en la arena y aguant¨® una y otra vez la p¨¦sima condici¨®n de su oponente, que por el lado derecho se quedaba debajo de la muleta y alargaba el cuello con aviesas y claras intenciones de mandar al muchacho al palo de la bandera. Trag¨® ¡®quina¡¯ Rom¨¢n, y llev¨® la congoja a los tendidos porque se masticaba la voltereta ante la corta e incierta embestida del toro y la firmeza de un torero que no pudo demostrar tauromaquia alguna, porque no fue posible, pero s¨ª una heroicidad reconocida ante la c¨¢tedra de Las Ventas.
No hubo muletazos templados, no hubo aroma ni empaque; lo que se esparci¨® a espuertas fue verg¨¹enza torera. Quiz¨¢, por eso, el presidente concedi¨® la oreja aunque la petici¨®n no fue mayoritaria.
Hasta dos volteretas le propin¨® el sexto, un ¡®t¨ªo¡¯ que huy¨® de su sombra y se emplaz¨® en los terrenos de los tendidos de sol. All¨ª lo ret¨® Rom¨¢n con la misma gallard¨ªa y el mismo honor de antes. Le rob¨® muletazos estimables, se cruz¨® de verdad y soport¨® tarascadas inaguantables. Alarg¨® la faena en busca de otra oreja, pinch¨® y todo se redujo a una sentida ovaci¨®n.
Fuente Ymbro/De Mora, Del ?lamo, Rom¨¢n
Toros de Fuente Ymbro, muy bien presentados, serios y con cuajo, mansos y fieros; noble el primero, encastado y con genio el segundo y deslucidos los dem¨¢s.
Eugenio de Mora: pinchazo _aviso_ y estocada tendida (ovaci¨®n); pinchazo y estocada (silencio).
Juan del ?lamo: estocada _aviso_ (silencio); pinchazo hondo y dos descabellos (silencio).
Rom¨¢n: estocada ca¨ªda (oreja); _aviso_ pinchazo, estocada y un descabello (ovaci¨®n).
Plaza de Las Ventas. Primera corrida de la Feria de Oto?o. 30 de septiembre. Tres cuartos de plaza.
Pero que quede claro: torear, deber¨¢ torear cuando un toro se lo permita. En Las Ventas hab¨ªa que demostrar que un torero tambi¨¦n es un h¨¦roe, y Rom¨¢n obtuvo matr¨ªcula de honor.
Si todas las tardes salieran toros como de los ayer, medio escalaf¨®n de figuras estaba de descanso en sus fincas. Toros de impresionante estampa, muy mansos en varas, sueltos en los dos primeros tercios, y con fiereza y complicaciones en la muleta.
Noble fue el comportamiento del primero, pero le falt¨® alegr¨ªa y calidad. Repiti¨® y, sin dudas, lo tore¨® con garbo el veterano Eugenio de Mora. Falt¨® limpieza, continuidad y la brillantez moderna. Qued¨®, sin embargo, la firma de un torero hecho, conocedor del oficio e inteligente, que no pudo redondear porque el toro se qued¨® a medias.
Y Del ?lamo se las vio primero con un animal blando y muy manso, que tuvo una exigente movilidad, al que no consigui¨® cogerle el aire. Lo mulete¨® acelerado, destemplado y atropellado en ocasiones; tanto es as¨ª que las opiniones se dividieron. Pero no era nada f¨¢cil ese toro, y hab¨ªa que analizar si permit¨ªa el toreo moderno; y es m¨¢s, hab¨ªa que ver qu¨¦ hubieran hecho con ¨¦l figuras consagradas. Del ?lamo hizo lo que sabe, dar muchos pases con responsabilidad, y su labor fue silenciada.
Los toros cuarto y quinto no sirvieron. De Mora esquiv¨® ga?afones y dej¨® algunos muletazos sueltos, y Del ?lamo, asentado y valiente, sufri¨® una paliza de las gordas. Lo encun¨® el toro cuando lo citaba con la izquierda, se lo ech¨® a los lomos, y tras zarandearlo a placer lo lanz¨® con furia contra el suelo. Milagrosamente, solo se llev¨® el porrazo y la cara y el traje hechos un ¡®ecce homo¡¯.
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