El Prado re¨²ne las ¡®Inmaculadas¡¯ donadas por Pl¨¢cido Arango
Una exposici¨®n presenta seis versiones concepcionistas de Zurbar¨¢n, Mateo Cerezo, Vald¨¦s Leal y Herrera el Mozo
La representaci¨®n de la Inmaculada Concepci¨®n es uno de los grandes temas pict¨®ricos del siglo de Oro espa?ol. No solo por su car¨¢cter devocional, sino porque los pintores eligieron el tema para dar lo mejor de s¨ª mismos. De Francisco de Zurbar¨¢n, por ejemplo, se tienen localizadas una docena de interpretaciones. Dos de ellas forman parte de la colecci¨®n donada al Museo del Prado por el coleccionista y anterior presidente del patronato, Pl¨¢cido Arango, el pasado a?o; una colecci¨®n de 26 obras en las que hay cuatro Inmaculadas: las dos de Zurbar¨¢n, otra de Mateo Cerezo y otra de Vald¨¦s Leal. El mecenas ha sumado otra de Herrera el Mozo, que, junto a la que desde 1956, firmada por Zurbar¨¢n, era propiedad del Prado, suman media docena de versiones concepcionistas que protagonizan una peculiar exposici¨®n tem¨¢tica en la sala 10 A del edificio Villanueva de la pinacoteca. La muestra se podr¨¢ visitar hasta el 19 de febrero. Aprovechando esta reuni¨®n de Inmaculadas, el museo ha editado un cat¨¢logo en el que se pormenorizan cada una de las 26 obras donadas por Arango.
Miguel Falomir, director adjunto de Conservaci¨®n e Investigaci¨®n del Prado, explica que esta exposici¨®n forma parte de la intenci¨®n del museo de ir dando a conocer a los visitantes las 26 obras de Arango. "Estas dan idea de la finura del coleccionista. Son pinturas que confrontan inteligencias po¨¦ticas diferentes frente a un mismo tema, m¨¢s all¨¢ del fervor cat¨®lico de la ¨¦poca¡±.
De tema profundamente espa?ol calific¨® las Inmaculadas Javier Port¨²s, el responsable del departamento de Pintura Espa?ola (hasta 1700) del museo. ¡°Es un dogma reconocido por la Iglesia cat¨®lica a mediados del XIX, pero mucho antes, su creencia fue un signo de identidad colectiva de lo hispano. De hecho, las instituciones exig¨ªan el juramento de creencia de que la Virgen naci¨® sin pecado. Importaba no solo a los pintores, sino tambi¨¦n a los ensayistas que, en ese tiempo, publicaron centenares de libros¡±.
Las seis representaciones de la Inmaculada que ahora se confrontan en el Prado tienen un aire en com¨²n (mantos azules, grupos de angelotes a sus pies, paisajes en miniatura en la base de los cuadros y peque?os objetos diseminados por algunas de las telas), pero de cerca se perciben grandes diferencias.
Como ejemplo, Port¨²s se?ala los cuadros de Zurbar¨¢n, en los que la Virgen es representada como una preciosa ni?a de apenas 12 a?os. ¡°Esa era la tendencia impuesta por Pacheco, el suegro de Vel¨¢zquez. En cambio, Mateo Cerezo la representa como una mujer adulta, seguramente inspirada en una modelo real. La atenta observaci¨®n de todas ellas ayuda a descubrir la evoluci¨®n del ideal de belleza femenina¡±.
La selecci¨®n de estas obras, a?ade Port¨²s, fechadas entre 1630 y 1680, permite certificar c¨®mo la representaci¨®n de la Inmaculada ha oscilado entre dos opciones bien definidas. ¡°En una se subraya la intimidad, el recogimiento y la concentraci¨®n. La otra recurre a f¨®rmulas barrocas, en las que predominan composiciones din¨¢micas y coloristas¡±.
Respecto a la nueva incorporaci¨®n a la donaci¨®n de Arango ¡ªla Inmaculada realizada por Francisco Herrera el Mozo hacia 1670¡ª, Port¨²s record¨® que este pintor es el autor de otra de las obras maestras de la donaci¨®n, El sue?o de San Jos¨¦, una aportaci¨®n muy importante para el museo, por cuanto no se conoce ninguna otra obra de Herrera de tema concepcionista, el asunto m¨¢s tratado por otros pintores espa?oles de su generaci¨®n. ¡°En esta obra¡±, se?ala Port¨²s, ¡°Herrera ofrece una alternativa a los modelos m¨¢s conocidos de la iconograf¨ªa mariana en la segunda mitad del XVII". "Plantea una contenci¨®n formal y emotiva, rara para la ¨¦poca, pero que tambi¨¦n podemos ver algunas Inmaculadas, como la de Vald¨¦s Leal, dentro de esta misma colecci¨®n¡±.
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