Cuando Sherlock vest¨ªa kimono: presuntos culpables del amanecer del misterio japon¨¦s
Segunda inmersi¨®n en el fascinante mundo negro nip¨®n

Imagina un japon¨¦s. ?Qu¨¦ lleva en la mano?
Apuesto a que, como yo, has pensado en una c¨¢mara de fotos, un m¨®vil ¨²ltimo modelo para cazar Pokemon a kil¨®metros o alg¨²n otro artilugio tecnol¨®gico.
Pero no en un libro.
Y, sin embargo, de acuerdo con la UNESCO, Jap¨®n es el pa¨ªs que m¨¢s lee del mundo. El 91% de sus 125 millones de habitantes asegura hacerlo con frecuencia; nada menos que una media de 47 libros al a?o, frente a los cinco de Espa?a seg¨²n el ¨²ltimo informe del CIS. Y entre la gran cantidad de t¨ªtulos editados cada a?o en el pa¨ªs donde nace el Sol (que es lo que significa Jap¨®n en japon¨¦s), las novelas de misterio se cuentan entre las m¨¢s populares.
Eso s¨ª, al contrario que muchos de sus cachivaches, el crimen literario no es un invento japon¨¦s.
Jap¨®n es el pa¨ªs con m¨¢s lectores per c¨¢pita del mundo
Aunque hay expertos que se?alan precedentes tan ilustres y bizarros como Edipo, rey, se suele considerar a Edgar Allan Poe (1809-1849) como el padre del g¨¦nero. Los cr¨ªmenes de la Rue Morgue , el primer (y sopor¨ªfero) relato de su celeb¨¦rrimo sabueso Auguste Dupin, sali¨® de imprenta en Estados Unidos all¨¢ por 1841. No obstante, todav¨ªa debieron transcurrir varias d¨¦cadas hasta que las primeras novelas de misterio vieran la luz, esta vez en Europa: El misterio de Notting Hill, de Charles F¨¦lix (pseud¨®nimo tras el que, seg¨²n las malas lenguas acad¨¦micas, se ocultaba el editor Charles Warren Adams), publicada por entregas entre 1862 y 1863; El caso Lerouge, de Emile Gaboriau (homenajeada por Pierre Lemaitre en Irene); o la conocida y reconocida La piedra lunar, firmada por Wilkie Collins (pero que no recordaba haber escrito, por ir hasta las cejas de l¨¢udano), recogida en un solo tocho en 1868.
Revoluci¨®n Meiji
Y fue precisamente en 1868 cuando se inicia la Restauraci¨®n Meiji, movimiento que pon¨ªa fin a m¨¢s de 250 a?os de aislamiento internacional japon¨¦s bajo el gobierno del clan Tokugawa. Tras la apertura de fronteras, la acomplejada sociedad nipona inici¨® un r¨¢pido proceso de occidentalizaci¨®n en un intento por paliar su aparente retraso, imitando a Europa y Am¨¦rica hasta en la sopa (algo ir¨®nico si tenemos en cuenta el ¡°japonismo¡± que viv¨ªa la cultura europea de la ¨¦poca).
Las biograf¨ªas de criminales y las copias descaradas de textos occidentales dieron paso en 1926 a Hanshichi, el verdadero precursor
Es as¨ª como a finales del siglo XIX surge una generaci¨®n de juntaletras que trata de ¡°modernizar¡± la literatura Made in Japan inspir¨¢ndose en modelos extranjeros gracias a las primeras traducciones de las obras occidentales, entre las que, of course, se contaban las precursoras de la ficci¨®n detectivesca (conocida en aquellos andurriales como tantei shosetsu) por verla como fiel reflejo del progreso al que aspiraban (no olvidemos que, por aquel entonces, en el g¨¦nero lo que se llevaba eran los superdetectives que todo lo sab¨ªan y/o deduc¨ªan por m¨¦todos supuestamente cient¨ªficos).
Entre los pioneros en la traducci¨®n de los cl¨¢sicos del misterio destaca por m¨¦ritos propios Kuroiwa Ruiko (1862 -1920), que aprovech¨¢ndose de que por entonces no exist¨ªan derechos internacionales de autor (y por tanto, tampoco la SGAE), fusil¨® sin contemplaciones multitud de novelas anglosajonas y francesas, que publicaba serializadas en su peri¨®dico Yorozu choho (algo as¨ª como Informe matinal para las masas), pero con tantas licencias (cambiaba nombres, localizaciones y hasta fragmentos completos) que ser¨ªa m¨¢s justo hablar de adaptaciones.
Estos textos, que no llegaron al lejano Oriente hasta la d¨¦cada de 1880 (uno de los primeros fue el antes citado pesti?o de la Rue Morgue en 1887), pose¨ªan una estructura nunca vista en el pa¨ªs del Sol Muriente, ya que narraban la historia del crimen y la posterior investigaci¨®n que trataba de esclarecerlo. A resultas de ello, los primeros criminales literarios japoneses que aterrizaron en librer¨ªas y kioscos (puesto que la mayor parte de la producci¨®n previa a la Segunda Guerra Mundial apareci¨® en peri¨®dicos y revistas) eran plenamente conscientes de estar cultivando un g¨¦nero ¡°importado¡± (para m¨¢s inri, de una cultura que consideraban superior a la suya), por lo que imitaron a sus sensei gaijin (equivalente nip¨®n al m¨¢s castizo t¨¦rmino guiri) incorporando algunas particularidades de su particular¨ªsima idiosincrasia.
As¨ª y todo, cualquier estudioso del tema sacar¨ªa su katana a relucir si afirmamos tajantemente que hasta entonces no hab¨ªa literatura criminal en Jap¨®n.
El ¨¦xito de las biograf¨ªas criminales
Durante el per¨ªodo Edo (1603-1868) naci¨® una tradici¨®n de ¡°narraciones judiciales¡±, como Los juicios a la sombra del cerezo, publicado en 1689 por Ihara Saikaku (t¨ªtulo traducido por m¨ª a partir del estupendo ensayo en ingl¨¦s de Mark Silver sobre los or¨ªgenes de la novela negra japonesa). Estos relatos, sin embargo, se centraban en el proceso por el que su se?or¨ªa averiguaba los hechos (normalmente, mediante confesi¨®n del culpable) que ya le hab¨ªan sido revelados al lector m¨¢s que en descubrir la identidad del culpable; se trataba principalmente de hacer apolog¨ªa del supuestamente infalible ¡ªy sobre todo corrupto¡ª sistema legal Tokugawa, algo m¨¢s que comprensible si tenemos en cuenta el autoritarismo del r¨¦gimen.

Otro antecedente detectivesco que prolifer¨® durante los albores de la era Meiji y el subsiguiente boom de la prensa sensacionalista fue el de las biograf¨ªas criminales, particularmente de mujeres asesinas como Takahashi Oden, decapitada en 1879 por apu?alar y robar (presuntamente, claro) a un vendedor de kimonos usados. Estas biograf¨ªas fueron muy innovadoras, ya que sol¨ªan incluir documentos judiciales que habr¨ªan permanecido bajo el secreto del sumario durante la era Tokugawa, pero en ning¨²n momento trataban de ocultar la identidad del criminal sobre el que versaban (en una suerte de ¡°cr¨®nica de una condena anunciada¡±).
Pero no fue hasta 1916, cuando entra en escena Hanshichi, el primer investigador literario japon¨¦s. Este Sherlock Holmes de la era Edo, como lo define su creador Okamoto Kido (1872-1939) al final de su primera aparici¨®n, tiene m¨¢s de retrato nost¨¢lgico del Jap¨®n de sus ancestros (su padre era un antiguo samur¨¢i reconvertido en trabajador de la embajada brit¨¢nica, donde Okamoto aprender¨ªa el idioma que le permiti¨® leer los textos originales de Conan Doyle) que del megaconocido archienemigo del profesor Moriarti. A lo largo de los 68 relatos que constituyen esta popular¨ªsima serie, 20 de los cu¨¢les han sido primorosamente recopilados en nuestro pa¨ªs por Quaterni en los vol¨²menes Hanshichi, un detective en el Jap¨®n de los samur¨¢is (2012) y Las nuevas aventuras de Hanshichi (2014), donde descubriremos las m¨¢s que curiosas costumbres, creencias y supersticiones del per¨ªodo Tokugawa. Y es que, frente al vasto conocimiento cient¨ªfico del que hac¨ªa gala el detective consultor de Baker Street, Hanshichi se sirve del saber sobre Jap¨®n y sus gentes para intuir m¨¢s que deducir la resoluci¨®n de sus intrincados casos.
En resumen, se trata de una serie de cuentos que, pese a su clasicismo estructural, ya que siguen a pies juntillas el patr¨®n del Whodunit, ser¨¢n de sumo inter¨¦s para cualquier lector ¡ªaficionado o no al g¨¦nero¡ª que quiera viajar al pa¨ªs del Sol Naciente antes de su occidentalizaci¨®n, cuando Sherlock vest¨ªa kimono.
Sergio Vera es coordinador del club de novela criminal las Casas Ahorcadas.
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