¡°Los museos han de ser como los evangelizadores¡±
Gabriele Finaldi, exdirector adjunto del Prado y director de la National Gallery de Londres, expresa su preocupaci¨®n por el futuro de los grandes centros de arte europeos ante el 'Brexit'
Este londinense de padre napolitano y madre anglopolaca se cri¨® y madur¨® profesionalmente en la National Gallery. Miguel Zugaza lo fich¨® hace 15 a?os como director adjunto del Museo del Prado y all¨ª Gabriele Finaldi acab¨® siendo uno de los motores esenciales en la gestaci¨®n de un museo para el siglo XXI. En agosto de 2015 volvi¨® a su casa de siempre... aunque como director de la pinacoteca de Trafalgar Square. Gestor eficaz y reputado conservador de arte, elegante y reservado al mismo nivel que apasionado, a sus 51 a?os es un referente ineludible en el estudio del Barroco europeo y en concreto de la obra de Ribera, cuya pr¨®xima exposici¨®n en El Prado correr¨¢ a su cargo. Arte, pol¨ªtica, obtenci¨®n de recursos, digitalizaci¨®n y el fantasma del Brexit son algunos de los temas que vertebran esta conversaci¨®n, mantenida el martes en la National Gallery tras la inauguraci¨®n de la exposici¨®n Beyond Caravaggio (M¨¢s all¨¢ de Caravaggio).
Pregunta. ?C¨®mo es la National Gallery, cu¨¢l es su posici¨®n en el panorama internacional de museos?
Respuesta. Tiene una colecci¨®n de pintura casi perfecta que nos permite hacer casi lo que queremos, y que abarca desde finales del siglo XIII hasta principios del XX. Y sobre todo, tiene muchas posibilidades para trabajar en lo contempor¨¢neo.
P. ?Qu¨¦ es exactamente para un museo cl¨¢sico ¡°trabajar en lo contempor¨¢neo¡±?
El mundo excesivo de un genio llamado Caravaggio
Englobar/enmarcar en siete salas de un museo la excesiva vida y la inabarcable influencia pict¨®rica de Michelangelo Merisi da Caravaggio (Mil¨¢n, 1571-Porto ?rcole, 1610) resulta tarea masiva e inalcanzable: no imposible, aunque s¨ª improbable. Los responsables de la National Gallery, con Gabriele Finaldi al frente, lo intentan con esfuerzo de tit¨¢n y resultados espectaculares en Beyond Caravaggio (M¨¢s all¨¢ de Caravaggio), un conjunto de medio centenar de pinturas que trata de reflejar la poderosa influencia del genio en seguidores e imitadores m¨¢s o menos brillantes, algunos maestros de su ¨¦poca, otros honrosos y esforzados fans del no menos inabarcable Merisi.
"Hubo un arte antes de Caravaggio y otro despu¨¦s de ¨¦l... y no fueron lo mismo", dej¨® dicho Robert Hughes, uno de los grandes enfants terribles?de la cr¨ªtica art¨ªstica del siglo XX. Esto viene a ser como decir que antes del?big-bang el universo mundo era una cosa y, despu¨¦s, era otra. Pueden decirse docenas de cosas m¨¢s o menos brillantes, sonoras y eficaces acerca del magisterio de este pintor, y todas llevar¨¢n su parte de raz¨®n, si se asume que provienen de gente solvente... pero nunca se har¨¢ justicia a Caravaggio como no se hace justicia a esa lluvia furiosa que arranca de la tierra seca los olores imposibles.
La comisaria Letizia Treves lo intenta. Se ha dejado la piel en esta exposici¨®n que mantendr¨¢ sus puertas abiertas hasta el 15 de enero y que, tal y como ella misma dijo durante la presentaci¨®n de la muestra el martes en el ala Sainsbury de la National Gallery, "habla de un artista que trascendi¨® su tiempo y que tuvo un tir¨®n emocional sin igual en la historia del arte". "Resulta incre¨ªble comprobar lo poderosa y duradera que fue su influencia en otros artistas", a?ad¨ªa Treves en las salas de la exposici¨®n, y a?ad¨ªa un argumento no por repetido hasta la saciedad en el caso de Caravaggio, menos verdadero: "?l no quer¨ªa espectadores pasivos de sus obras, sino envolver a quienes contemplaban sus cuadros, involucrarlos".
La mezcla del dramatismo reflejado en el claroscuro, la tensi¨®n narrativa que hace entrar al espectador en su mundo, la ausencia absoluta de lo pol¨ªticamente correcto (incluidos sus fogonazos de homosexualidad militante) y la biograf¨ªa salvaje del Caravaggio-persona frente al Caravaggio-pintor, con asesinatos y huidas a N¨¢poles incluidas) resumen la dimensi¨®n ciclopea del genial piamont¨¦s. Pero ser¨ªa injusto -aunque sobre todo incompleto- hablar as¨ª de esta exposici¨®n. En ella surgen los seguidores incondicionales y los pobres diablos influidos, todos ellos de la mano de esa?caravaggiomania de la que habla Letizia Treves.
Los personajes procaces e impertinentes pintados por su seguidor y amante Cecco de Caravaggio se cruzan en esta exposici¨®n con otras v¨ªas de expresi¨®n pict¨®rica a partir de la influencia del genio: Orazio Gentilleschi, Giovani Serodine, Georges de la Tour, Lo Spadano (impresionante?Cristo mostrando sus heridas, en torno a 1625-1635) o el propio Jos¨¦ de Ribera, materializado aqu¨ª en obras como?El martirio de San Bartolom¨¦, San Onofre o?Lamentaci¨®n sobre el Cristo yacente.
Es el mundo de Caravaggio, de quien se exponen los tremebundos La cena de Ema¨²s (National Gallery), El prendimiento de Cristo (National Gallery de Irlanda) o?San Juan Bautista en el desierto (Nelson-Atkins Museum de Kansas) pero es, ante todo, el mundo de su influencia, de esa apisonadora que pas¨® por encima de a?os y de artistas. Personaje desmedido, artista desmedido, muerto a los 39 a?os, pendenciero y marrullero (quer¨ªa pegar a los pintores que se hac¨ªan con los contratos cardenalicios que ¨¦l persegu¨ªa), Caravaggio refleja los excesos de su tiempo. Tambi¨¦n, cuatro siglos despu¨¦s, los de este.
La muestra viajar¨¢ despu¨¦s a la National Gallery de Dubl¨ªn y a la Scottish National Gallery de Edimburgo. Los pr¨¦stamos de obras, algunas de ellas nunca? expuestas antes, proceden de museos ingleses y extranjeros, mansiones se?oriales, castillos y coleccionistas privados.
R. Aqu¨ª lo contempor¨¢neo es un elemento fundamental en la narraci¨®n. Por ejemplo, tenemos la figura del artista residente, que pasa dos a?os con nosotros, que tiene su estudio dentro de la casa y que mantiene en ese per¨ªodo un contacto permanente y estrecho con los empleados del museo, con el p¨²blico, con los estudiantes, y que al final hace una exposici¨®n en la que refleja su relaci¨®n con las colecciones.
P. En ese campo, ?est¨¢ mejor posicionado este museo que, por ejemplo, El Prado? ?Era m¨¢s complicado en Madrid establecer ese di¨¢logo entre el arte cl¨¢sico y el contempor¨¢neo?
R. Pues al principio desde luego fue casi imposible. La idea de que un artista actual pudiera exponer o colaborar con el museo era muy problem¨¢tico.
P. ?Cree usted que el ¨²nico futuro posible para la pervivencia de los grandes museos cl¨¢sicos est¨¢ en ese di¨¢logo con lo actual?
R. No s¨¦ si el ¨²nico¡ pero es fundamental, porque a veces el p¨²blico llega a percibir lo que guardamos en nuestros museos como algo del pasado, como algo que ya no tiene nada que decir.
P. Un museo no es una empresa¡ pero s¨ª que es un poco una empresa, ?no? Por ejemplo, el Ministerio de Cultura ?les examina por el n¨²mero de visitas? ?Les pide resultados?
R. En el pasado s¨ª que hubo un dirigismo cultural centralizado, y se nos impon¨ªan cuotas y se nos exig¨ªa resultados. Eso est¨¢ pasado de moda. Donde s¨ª nos examinan es sobre c¨®mo utilizamos los recursos p¨²blicos, sobre si el p¨²blico participa en las actividades del museo o no, sobre los proyectos educativos, etc¨¦tera. Y luego est¨¢, claro, la cuesti¨®n del museo m¨¢s all¨¢ de su espacio f¨ªsico¡
P. ?El museo virtual?
R. S¨ª, toda la inversi¨®n que hemos hecho y seguimos haciendo en el mundo digital. Nuestro problema no es de contenidos, los que tenemos son muy buenos. La cuesti¨®n primordial es c¨®mo hacerlos llegar a un mundo que est¨¢ en plena evoluci¨®n, y que recibe cantidad de est¨ªmulos. Los museos han de ser como los evangelizadores.
P. Las posibilidades del arma digital son inacabables, pero¡
R¡ el otro d¨ªa hice un Facebook Life que fue visto en pocos d¨ªas por 200.000 personas. Eso es un arma poderos¨ªsima y la tenemos que utilizar. Nos permite entrar en contacto lo mismo con un pensionista de Buenos Aires que con un estudiante en Malasia.
P. ?No da un poco de miedo pensar que igual un d¨ªa el museo virtual se acabe comiendo al real? En algunas facetas de nuestras vidas ya pasa eso¡
R. No me da miedo. Nosotros tenemos algo que otros no tienen, y es que la experiencia de visitar un museo es absolutamente aut¨¦ntica y genuina. A veces me sorprende ver a visitantes, sobre todo de Estados Unidos, que se preguntan si de verdad est¨¢n delante del cuadro aut¨¦ntico. Su experiencia de lo hist¨®rico y de las grandes obras de arte est¨¢ tan influida por el mundo virtual, que les cuesta creer que est¨¢n ante un vel¨¢zquez o un van gogh verdaderos.
P. Otro riesgo posible: ?no est¨¢n devorando las grandes exposiciones, convertidas en eventos en los que hay que estar, al resto de los contenidos de los museos? En plena dictadura del selfie y el narcisismo en las redes sociales, ?no nos estamos olvidando de los contenidos y obsesion¨¢ndonos solo con c¨®mo movemos esos contenidos?
R. Existe ese riesgo, es verdad. Las grandes exposiciones en cuanto fen¨®meno cultural son instrumentos muy poderosos. Tienen una enorme capacidad de convocatoria, atraen a los medios, atraen a la financiaci¨®n privada¡ y todo esto podemos aprovecharlo con una actitud c¨ªnica o con una vocaci¨®n de ampliar la experiencia de lo art¨ªstico.
P. Los incesantes recortes p¨²blicos obligan a los gestores de museo a buscarse la vida en la esfera privada. ?Hay un l¨ªmite a eso? ?Acabar¨¢n El Prado o la National Gallery llam¨¢ndose como algunos estadios de f¨²tbol, Emirates National Gallery o El Prado Movistar?
R. Nos toca buscar f¨®rmulas alternativas, y que los gobiernos nos den la autonom¨ªa necesaria para poder buscarlas. Y nos toca buscar formas de financiaci¨®n nuevas pero dignas. ?Eso significa vincularse m¨¢s con el mundo de los negocios? Evidentemente. ?Ser¨ªa apropiado que los museos se llamaran como usted dice? Ahora mismo no.
P. Su vuelta a la National Gallery no fue f¨¢cil. Debut¨® con una huelga y ahora le ha ca¨ªdo encima la victoria del Brexit¡ ?c¨®mo afecta esto a la vida del museo?
R. No sabemos qu¨¦ va a pasar. Es preocupante, y no me refiero a cuestiones solo econ¨®micas, sino de identidad y de relaciones con otras instituciones y otros pa¨ªses. El 30% de nuestro personal es europeo no brit¨¢nico. Este museo se caracteriza por su cosmopolitismo y por su apertura, y sit¨²a el arte ingl¨¦s en un contexto m¨¢s amplio. Si la gente quiere debatir sobre cu¨¢l es el lugar de Gran Breta?a en el conjunto europeo, la National Gallery es un buen lugar.
P. ?Qu¨¦ papel ha de jugar la cultura cuando se dan estos ejercicios de repliegue como es el Brexit?
R. Frente al Brexit, los museos sirven para mantener abiertas las puertas, las v¨ªas de comunicaci¨®n. Yo estoy preocupado por las colaboraciones a largo plazo con otros museos, pero es obvio que seguiremos trabajando con Par¨ªs, con Berl¨ªn, con Madrid, con Roma¡ y espero que nuestros compa?eros del extranjero tambi¨¦n quieran seguir colaborando con nosotros.
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