Bob Dylan, la voz de todos
El Nobel de Literatura al cantautor estadounidense rompe un esquema tradicional y supuestamente intocable
Para los conservadores inamovibles, el Premio Nobel de Literatura de Bob Dylan rompe un esquema tradicional y supuestamente intocable. Ya era hora y por pura agua del azar, le llega merecidamente el mismo d¨ªa en que se va Dar¨ªo Fo (otro galardonado que no escrib¨ªa novelas, ni poemas, sino que representaba una suerte de puesta en escena ¨¦l mismo de eso que llamamos literatura). El mensaje no puede estar m¨¢s claro: literatura es aquello que se escribe ¡ªen papel, barda, pantalla o pentagrama¡ª, eso que se escribe de coraz¨®n y con el alma en tinta (no plagiado, sino so?ado y digerido por uno mismo) y que se vuelve de Otro, de Ella, de todos; el verbo en singular que se convierte en plural, el escaso adjetivo que describe la tersura de un beso y el peso de la soledad, las palabras que todos entienden incluso en silencio.
El Premio Nobel de Literatura es uno entre muchos galardones que reconocen lo que queda en letras y es quiz¨¢ el m¨¢s distinguido o elevado de todos, pero ahora abre una ventana que creo merece celebraci¨®n: literatura ya no es solamente el acartonado producto que a cada rato condenan a muerte, sino la floreciente expresi¨®n de eso que no necesariamente se escribe para ser le¨ªdo, sino cantado; la convivencia y confusi¨®n de g¨¦neros donde el ensayo parece cuento (como so?¨® Borges), la entrevista y el reportaje considerado como una de las bellas artes (como se reconoci¨® el a?o pasado, aunque lo hac¨ªa Truman Capote o Tom Wolfe desde hace medio siglo), las novelas que se desprenden en guiones y los cuentos que caben en un tuit. Es entonces una celebraci¨®n de la literatura abierta y una invitaci¨®n a que nos alivianemos todos. ¡°?Alivi¨¢nate!¡±, dec¨ªamos antes en cuanto alguien quer¨ªa acusar ante el prefecto a quien fumaba mota o cuando las t¨ªas se quejaban de las gre?as largas mientras sosten¨ªan estampitas que muestran al Nazareno de rubia cabellera; ¡°?Alivi¨¢nate!¡± si crees que Picasso pinta como ni?o de k¨ªnder, si juras que solo es poes¨ªa lo que rima y no hay m¨¢s m¨²sica que la de Beethoven. Alivian¨¦monos todos, que el premiado es un bardo que ha puesto en verso y m¨²sica no pocos de los sentimientos, dudas y celebraciones que todos hemos llevado en la saliva y su reconocimiento no significa que la Academia Sueca pase a convertirse en portavoz de los Grammy, sino que el oficio de escribir se confirma como lo ¨²nico que nos salva en este mundo tan absorto en tecnolog¨ªas y tragedias.
Soy de la idea de que Woody Allen (otro genio jud¨ªo que no usa su verdadero nombre) es un cuentista que hace cine y no un director cinematogr¨¢fico que encuadre guiones a la manera tradicional del hacedor de pel¨ªculas y por el mismo silogismo, Bob Dylan (cuyo verdadero nombre es Robert Allen Zimmerman) es un poeta que canta, hoy como ayer el joven que se lanz¨® a caminar sobre los railes abandonados de los trenes con la guitarra a la espalda y una arm¨®nica en los labios. Es el trovador de bar en bar que vivi¨® la transici¨®n del blanco y negro al technicolor de una psicodelia enga?osa, la voz que hace eco de todos los abandonados por el sue?o americano y los ilusionados con la salvaci¨®n personal. Es el bardo que entreteji¨® el blues con el folk, resonancia de country con proleg¨®menos del rock, y form¨® un coro transgeneracional que fue creciendo como bola de nieve sin dejar de ser piedra rodante, y la canci¨®n se despide del vodevil y el ragtime del hombre que toca la pandereta para dar voz a los nuevos despose¨ªdos, los dips¨®manos de la desesperaci¨®n y que oigan todos, escuchen todos que los tiempos est¨¢n cambiando. The Times they are a¡¯Changing!
Cuando le dieron este mismo Premio Nobel a Sir Winston Churchill no falt¨® quien interpretara que se trataba de una compensaci¨®n por no poder otorgarle el de la Paz, y un golpe de geopol¨ªtica que siempre ha servido de pasto para los conspiracionistas del Nobel y el truco se resuelve con perogrullada: hay que leer a Churchill y descubrir que incluso al margen de su magna obra como historiador de su tiempo, llevaba en tinta no pocos relatos que lo consagraban como excelente cuentista. Ahora, como en todos los a?os salvo en las raras ocasiones en que los premiados son a su vez autores multile¨ªdos y reconocidos por sus millones de lectores, habr¨¢ que leer a Dylan y no excluir el argumento de que su obra ha abierto nuevas definiciones po¨¦ticas, espacios de expresi¨®n y gran calidad literaria que por algo deseaban conocerlo en persona The Beatles en cuanto llegaron a Am¨¦rica, tanto como quer¨ªan fotografiarse con Muhammad Al¨ª, que se fue este mismo a?o para que el mundo entero llorase al m¨¢s famoso musulm¨¢n norteamericano en un a?o en que gana el Nobel de Literatura un poeta jud¨ªo de guitarra y arm¨®nica descendiente de inmigrantes en el ¨²ltimo a?o que ocupa la Casa Blanca un presidente negro como para espetarle al imb¨¦cil de Donald Trump y a los millones de hipnotizados amn¨¦sicos que le aplauden y votan que hay una versi¨®n de los Estados Unidos de Norteam¨¦rica muy por encima de la oprobiosa imagen que destila su ira.
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