Eleg¨ªa en la muerte de Garc¨ªa Lorca
Un gallego, como Madariaga, metido en la piel de un andaluz universal
Fue aquel verano de 1961. Yo estaba en Oxford intentando conseguir una beca para la Universidad. Por supuesto no la consegu¨ª porque mi nivel de ingl¨¦s era insuficiente en aquel momento. Recuerdo que tuve que terminar la entrevista en franc¨¦s.
Antes de volverme a Londres record¨¦ que llevaba unos libros de mi profesor de Derecho Can¨®nigo en la Universidad de Sevilla, don Manuel Jim¨¦nez Fern¨¢ndez, para entregar a su amigo Salvador de Madariaga. As¨ª que me present¨¦ en su casa de Oxford y me recibi¨® con un cari?o y amabilidad que nunca podr¨¦ olvidar. Recuerdo que estuvo ojeando los libros de Jim¨¦nez Fern¨¢ndez y me dijo que eran muy interesantes, pero que era una pena que escribiese tan mal.
Salvador viv¨ªa solo, pero ten¨ªa una se?ora que lo cuidaba y se ocupaba de las labores de la casa. Me invit¨® a comer y le pidi¨® a la se?ora que nos preparase una paella. Supongo que le hac¨ªa ilusi¨®n recibir a un compatriota.
M¨¢s tarde, despu¨¦s de una excelente paella, me sac¨® una guitarra que le hab¨ªa regalado Andr¨¦s Segovia. La afin¨¦ y estuve tocando un poquito por soleares, mientras Salvador me observaba en silencio.
Al final me dijo que era un poco tarde para regresar a Londres y me invit¨® a quedarme en su casa. Me dedic¨® un par de libros que conservo entre mis escasos tesoros: El coraz¨®n de piedra verde y De la angustia a la libertad.
Dorm¨ª en su casa y al d¨ªa siguiente me regal¨® un poema, de 1938, editado en Nueva York por Oxford University Press, titulado Eleg¨ªa en la muerte de Garc¨ªa Lorca. Un poema que creo que nunca se edit¨® en Espa?a, por lo que me atrevo a utilizarlo en el pr¨®logo de este proyecto, homenaje al 80? aniversario de su muerte. Simplemente he rescatado la poes¨ªa de Madariaga impregnada del inmenso dolor por el asesinato de su amigo Federico, y del intencionado esp¨ªritu lorquiano de sus versos.
Retrato caliente de una persona cercana que me hace vivir lo que yo no pude compartir por mi edad. S¨ª recuerdo, por mi padre, su amistad con Federico y un mu?eco que le regal¨® a mi hermano mayor, cuando viv¨ªamos en la sevillana plaza de Do?a Elvira.
De entrada, un retrato de Lorca como pocos han podido hacer desde el dolor y la certeza de su inmortalidad. Retrato de su belleza, afirmaci¨®n de su gitaner¨ªa y reconocimiento de su universalidad.
Dos cristales de luz negra
brillaban en su mirada.
En su boca reluc¨ªan
cristales de sombra blanca.
?
El pelo, noche sin luna,
la tez oliva y naranja.
El gesto ensalmo gitano,
la voz bord¨®n de guitarra.
Y en el alma, ancha y florida,
la Vega de su Granada.
Una vez dibujados algunos perfiles de su belleza, Madariaga conecta a Federico con su paisaje y la impronta de su ser granadino y andaluz.
Cipreses del Albaic¨ªn,
arrayanes de la Alhambra,
cedros del Generalife,
aroma, color y savia.
El bullicio de Sevilla,
la gravedad de Granada.
Los jazmines de la Vega,
los geranios de Triana.
De aquel esp¨ªritu en flor
Andaluc¨ªa brotaba.
Se pre?a de melod¨ªas
el vientre de las guitarras.
A su voz, canta hasta el aire.
A su voz, baila hasta el agua.
?
Mi padre dir¨ªa que me estoy aprovechando de los trenes baratos, pero mientras m¨¢s me sumerjo en el texto de Madariaga, menos espacio me deja para expresarme. No se puede hacer un retrato m¨¢s exacto utilizando el estilo lorquiano hasta las ¨²ltimas consecuencias.
Un gallego, como Madariaga, metido en la piel de un andaluz universal. Creo que este mimetismo supone un acto de amor supremo. Cualquiera que no conozca el texto de la eleg¨ªa afirmar¨ªa, sin dudarlo, la autor¨ªa lorquiana de esos versos.
Y Madariaga nos conduce, con mano firme, hasta la Guerra Civil y el asesinato de Lorca.
Por el aire amarillo
pasa la muerte.
Los ojos dos balazos,
hueca la frente.
Y en la boca vac¨ªa
treinta y dos dientes
que van casta?eteando.
?Viva la muerte!
Yo me asom¨¦ a aquel silencio
por si su voz resonaba.
Solo se o¨ªa el disparo
del tiro que lo mataba.
Despu¨¦s de una vida tan corta como fecunda, Federico tuvo tiempo hasta para anunciarnos su muerte:
Cuando se hundieron las formas puras
bajo el cri cri de las margaritas
comprend¨ª que me hab¨ªan asesinado.
Ricardo Pach¨®n (Sevilla, 1937) es productor y compositor musical.
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