?Y si es s¨®lo una canci¨®n, que nunca acaba?
Bob Dylan es un escritor prodigioso. Los premios son para los prodigios, es obvio, pero los prodigios son anteriores a los premios. No lo olvidemos
Celebremos los huracanes, que tampoco hay tantas causas para hacerlo. Dejemos los an¨¢lisis para otras enfermedades. No sigamos l¨ªderes, vigilemos los parqu¨ªmetros, los anillos y las primaveras que nacieron pronto, al mismo tiempo que nosotros, demasiado tarde. Contra la tormenta, como cobijo, un loro habla. En un sencillo giro del destino.
Hoy celebran mil cancioneros su fiesta, mil sombreros en el suelo su victoria; del joropo a Hank Williams, mil muchachas bailan sus letras. Del delta del Misisipi hasta la fuente de la chalanera, desde lo in¨²tilmente olvidado hasta lo vivamente presente, como el domingo. Del mercurio a la paciencia, mil causas imposibles se han encontrado. Mil canciones hacen un verso.
Dylan, siempre entre otros. Donde creo que decidi¨® estar.
Hoy se juntan el tah¨²r, el ladr¨®n, Santa Claus, el vagabundo, Cole Porter y el viejo ojos azules con el hombre que sigue diciendo que morir es digno sin morirse todav¨ªa. Y que vivir es algo, a¨²n.
La canci¨®n popular de autor desconocido y su Sir Lancelot se dan la mano sin arrojarse el guante.
Hoy Gogol canta por alegr¨ªas y la vieja guitarra de matar fascistas desafina otra vez sus cuerdas de ahorcar malas ideas. Hoy Milton Glaser sabe que acert¨® a la hora de pintar la cabeza de Dylan de tantos colores.
En realidad ya lo sab¨ªamos, pero hoy es su fiesta.
Bob Dylan es un escritor prodigioso. Los premios son para los prodigios, es obvio, pero los prodigios son anteriores a los premios. No lo olvidemos.
El gol sube al marcador cuando la pelota ya ha traspasado la l¨ªnea, nunca al contrario.
?En qu¨¦ consiste ser un escritor? Puede que en conseguir formular con las palabras de uno los sentimientos de otros. No hay muchos capaces de cruzar ese puente una y otra vez como este escritor lo ha hecho.
Cruzarlo una sola vez ya es una labor de titanes. Muchos de ellos a¨²n no tienen premio, ni lo piden, ni lo necesitan.
Pero todos se alegran.
Desde el desprecio m¨¢s absoluto a cualquier forma de concurso y m¨¦rito, este que suscribe se apunta a la fiesta de Dylan.
Bukowski defend¨ªa una escritura frase a frase, l¨ªnea a l¨ªnea, y citaba a Dostoievski, a C¨¦line, a Fante, a Chejov, entre muchos otros para sujetar su sensata teor¨ªa, casi pugil¨ªstica (libra a libra, golpe a golpe).
El escritor que nos ocupa, este Hurricane, est¨¢ entre esos escas¨ªsimos elegidos.
Acerca de las apuestas y listas de premios, s¨®lo un comentario. En este precioso oficio de la literatura cuando alguien gana algo, nadie pierde, todos celebran.
Yo solito, sin m¨¢s ayuda, podr¨ªa demostrarles casi cient¨ªficamente por qu¨¦ el hombre que escribi¨® este, entre un mill¨®n de versos, merece un Nobel.
It Takes a Lot to Laugh,?It Takes a Train to Cry.
Pero, por una vez, la ciencia no mejora una canci¨®n.
Ahora Dylan ya esta con quien estaba. Con Seamus Heaney, Derek Walcott, Beckett y los otros, muchos, viejos amigos. Recuerdo a Miguel ?ngel Asturias, premio Nobel del a?o en que nac¨ª: ha llegado la hora del hogar sin verdugos.
La mejor literatura siempre fue un asunto de fantasmas.
Una sola canci¨®n que nunca, nunca, nunca acaba.
Como una fuerte, fuerte y fuerte lluvia que va a caer.
Get Sick, Get Well.
Gracias de nuevo, se?or Dylan.
Ray Loriga es escritor y director de cine.
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