Con Dylan el Nobel gana prestigio
Ha escrito cuatro de las canciones de amor m¨¢s hermosas. Es clase, hipnotismo y arte
Si yo representara al ancestral criterio de selecci¨®n del premio Nobel, a ese premio que se invent¨® el creador mort¨ªfero de la dinamita para compensar intelectualmente, human¨ªsticamente, los efectos devastadores que le hab¨ªan hecho multimillonario, sentir¨ªa una verg¨¹enza infinita, un concepto ¨ªnfimo de las equivocaciones o los desprecios que hab¨ªa otorgado una corte lamentable de funcionarios y oficinistas culturales al dada¨ªsta criterio de que ese premio no se lo merec¨ªan escritores como T¨®lstoi, Proust, Kafka, Joyce, Fitzgerald, Pessoa, Borges, Cort¨¢zar, Kavafis, Chirbes, Chaves Nogales y, s¨ª, prosistas, dramaturgos, ex¨®ticos junta palabras, tan mediocres y olvidables como muchos que no prefiero recordar. Hace poco, en una famosa librer¨ªa de Santander, descubr¨ª un impresionante mu?eco de papel que representaba la imagen de uno de los ¨²ltimos premios Nobel, anim¨¢ndote a que compraras la biograf¨ªa de su nuevo amor, titulada con oportunidad y sensualidad La amante de sus maridos. Y te preguntas desoladora o rabiosamente, c¨®mo hac¨ªa Bertold Brecht en aquel poema que comenzaba con ¡°?Qu¨¦ tiempos son estos en los que hablar de las flores supondr¨ªa una infamia, porque obligar¨ªa a callar sobre otras cosas?".
Y han colocado en el Olimpo de la literatura a Dylan, a un individuo calculadora o gen¨¦ticamente desde?oso, que ha logrado con m¨¢s de cien canciones hermosas y perdurables, con un torrente de im¨¢genes siempre l¨ªricas, con una m¨²sica intimista o espectacular que se renueva permanentemente, cantando o describiendo, con un tono nasal pero tambi¨¦n magn¨¦tico para narrarte mil historias fronterizas o cercanas que nunca acaban bien, para crear im¨¢genes que le pertenecen, que las transmiten a nuestras sensaciones, a un universo que ¨¦l amuebla con lo que no sabemos expresar. Con Dylan me emociono, interpreto como a m¨ª me d¨¦ la gana esos versos misteriosos, simb¨®licos, ¨¦picos, surrealistas, sensuales (vete a saber c¨®mo se le han ocurrido al caprichoso autor, llam¨¦moslo escritura autom¨¢tica), pero yo lo incorporo a mi vida, a lo que sufro y a lo que disfruto, a lo que imagino y de lo que carezco. Dylan es Dylan para m¨ª, para mi soledad y para mi alegr¨ªa, para mi autodestrucci¨®n y mis deseos de sobrevivir, para mi silencio y mi compa?¨ªa.
Y ha escrito cuatro de las canciones de amor m¨¢s hermosas que he escuchado. Ese individuo tormentoso, siempre creativo, dotado de corriente magn¨¦tica, pod¨ªa hablar de la desesperaci¨®n, ser visionario, entender a los perdedores aunque ¨¦l fuese un ganador, calibrar la temperatura de los tiempos emocionales, aunque estrat¨¦gicamente se mostrara independiente a todo. ?l es clase, hipnotismo, personalidad, arte, capacidad para transmitir a varias generaciones lo que est¨¢ ocurriendo, lo que sufren y lo que anhelan. Esas cuatro canciones perdurables hasta la eternidad se titulan (castellanicemos los t¨ªtulos): Te deseo, Chica del pa¨ªs del Norte (y cuando aparece la voz bronca de Johnny Cash es dif¨ªcil no empezar a llorar), Si no fuera por ti y Lay Lady Lay.
Y me voy corriendo a mi casa. Para o¨ªr hasta que me quede anestesiado Blonde on Blonde, Highway 61 Revisited, Blood on the Tracks, Time of Mind, Street Legal, Pat Garret and Billly the Kid. ?Hay qui¨¦n d¨¦ m¨¢s? Y el pr¨®ximo a?o, Leonard Cohen. El Nobel tendr¨ªa sentido. Han lamido o provocado las l¨¢grimas de los mejores entre nosotros, aunque los miserables nos condenen al infierno.
Babelia
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