Benditas sean las mujeres
Una nueva Bernarda Alba llega al Fern¨¢n G¨®mez bajo la direcci¨®n de Santiago Mel¨¦ndez
Un charco en el suelo y ocho sillas de enea. Una criada de coleta deshecha hinca las esparte?as y las rodillas en el suelo para fregar las baldosas de la casa de Bernarda Alba. Ella es la sirvienta m¨¢s joven de ese lugar tir¨¢nico que Lorca plasm¨® en la que se dice que es su obra dram¨¢tica m¨¢s perfecta. Y es ella tambi¨¦n quien, sirviendo de antesala al primer di¨¢logo con La Poncia, recibe a los espectadores en el madrile?o Fern¨¢n G¨®mez bajo la direcci¨®n de Santiago Mel¨¦ndez. El escenario, en el esqueleto, y algo m¨¢s de hora y media para ellas, las ocho benditas mujeres sobre las que el poeta granadino construy¨® la realidad de velos negros que asfixiaba a la Espa?a de principios de siglo
Si Frasquita Alba hubiese sabido lo larga que iba a ser su historia, quiz¨¢s no hubiese pasado a ella como la carcelera que fue; o tal vez hubiese cerrado m¨¢s el pu?o y empu?ado m¨¢s garrote con sus cinco hijas, presas del ojo escrutador, tieso y castigador de una madre carcomida por la obsesi¨®n del correveidile, la fachada y la honra. Era la Espa?a de los a?os 30 en una aldea de Granada (hoy Valderrubio), de lutos decimon¨®nicos y purezas falsas. Y con un vecino curioso que se colaba por un pozo medianero, vac¨ªo, para espiar los trasiegos de aquella casa. As¨ª escribi¨® Lorca La casa de Bernarda Alba, donde el lamento por ser mujer se pudre hasta en los silencios.
'La casa de Bernarda Alba'
Autor: Federico Garc¨ªa Lorca.
Direcci¨®n: Santiago Mel¨¦ndez.
Reparto: Mar¨ªa Jos¨¦ Moreno, Rosa Lasierra, Ana Garc¨ªa, Inma Oliver, Irene Alquezar, Gema Cruz, Minerva Arbu¨¦s, Pilar Doce, Yolanda Blanco, Ana P¨¦rez de Saracho y Sonia Lanuza.
En el Teatro Fern¨¢n G¨®mez (Madrid), del 12 al 30 de octubre de martes a domingos.
Para Mel¨¦ndez, la madre no es tirana sino v¨ªctima, y la guardia inamovible, dolor: ¡°Adopta un papel en un momento dado con el que no puede, le viene grande. Eso tan espa?ol de mantener el honor¡ Y es una mujer que sufre, una mujer que precipita la muerte de una hija, su hija m¨¢s querida, a pesar de lo que pueda parecer¡±. Esa perspectiva del director impregna toda la obra con una Bernarda brevemente dulce, incluso con sonrisas salpicadas y con una relaci¨®n m¨¢s intensa si cabe con La Poncia: ¡°La que le pone los pies en el suelo a esa mujer con ¨ªnfulas que quiere mantener una posici¨®n social que ya no tiene¡±. As¨ª, no es tanto el "?malditas sean las mujeres!" de Magdalena, o el "perra sumisa" que escupe Adela, sino el desprecio por lo que parece la obligaci¨®n inamovible de callar y cargar. Con lo que venga.
M¨¢s all¨¢ de estas liger¨ªsimas variaciones entre personajes, cuyas relaciones han sido el objeto de deseo y trabajo del director, el texto se ha mantenido intacto. Las acotaciones de Lorca mandan: el negro, el agua, las perlas, el relinchar del caballo. Todo aquello que ayuda a crear un sinsentido instaurado como normalidad: ¡°Es como si alguien comiese haciendo el pino y eso fuera lo habitual, la costumbre de las cosas m¨¢s marcianas¡ Eso es lo que estaba instaurado en aquella casa¡±. Los detalles, m¨ªnimos y casi prescindibles en una ¡°desnudez geogr¨¢fica total¡± en palabras de Mel¨¦ndez, se unen a la luz y el sonido, elementos nada accesorios.
Una pantalla trasera refleja entre rosados, azules, violetas y naranjas los d¨ªas y las noches y sirve de tel¨®n lum¨ªnico en los cambios, que se convierten en un baile de sombras chinescas. ¡°Un ambiente pesado, cerrado, asfixiante, de verano plomizo. Eso deviene otro personaje¡±. Como el sonido, a cargo de Gustavo Jim¨¦nez: ¡°Trabaja much¨ªsimo la voz, y ha hecho un espacio sonoro en el que parece que la casa respirara, se resquebrajara y riera con los personajes. Tiene vida¡±. Asegura el director y tambi¨¦n actor que esto solo pod¨ªa hacerse con tiempo y con ganas. Y fue lo que tuvieron tanto ¨¦l, como la compa?¨ªa zaragozana con la que Mel¨¦ndez ya lleva tres proyectos, Factory Producciones.
Dice que se liaron la manta a la cabeza en un momento dado y tiraron hacia delante. ¡°No es f¨¢cil que una compa?¨ªa privada sin ning¨²n tipo de apoyo instituciones, vaya con 13 personas. Es arriesgado en ese sentido¡±. La obra, que se mont¨® y se estren¨® el pasado diciembre en Zaragoza, tiene previsto salir de gira, pero el director insiste en la situaci¨®n de incertidumbre: ¡°Eso ya es la situaci¨®n de la cultura. No hay visos de cambiar, no es por ser negativo, sino realista¡±. Y apunta hacia el paralelismo de la casa lorquiana con el presente. ¡°El imperio del miedo, de la desconfianza. Hay cierto conformismo que tiene que ver con esta situaci¨®n, lo que produce el miedo en general que es la par¨¢lisis. Y hay mucho de esto en Espa?a¡±.
Pero como con Lorca, finaliza, siempre quedan agujeros para redescubrir: ¡°En toda poes¨ªa hay misterio, y los poetas siempre te abren puertas. ?l, con una sensibilidad y una fuerza particular y extraordinaria, era un hombre de luz¡±. Incluso en la tragedia.
As¨ª lo contaba Lorca
En 1936, Federico Garc¨ªa Lorca le cont¨® as¨ª la historia de aquel libreto a Enrique Morla Lynch, por entonces embajador chileno en Espa?a:
"Hay, no muy distante de Granada, una aldehuela en la que mis padres eran due?os de una propiedad peque?a. En la casa vecina y colindante a la nuestra viv¨ªa una viuda de muchos a?os que ejerc¨ªa una inexorable y tir¨¢nica vigilancia sobre sus hijas solteras. Prisioneras privadas de todo albedr¨ªo, jam¨¢s habl¨¦ con ellas, pero las ve¨ªa pasar como sombras, siempre silenciosas y siempre vestidas de negro. Ahora bien, hab¨ªa en el conf¨ªn del patio un pozo medianero, sin agua, y a ¨¦l descend¨ªa para espiar a esa familia extra?a cuyas actitudes enigm¨¢ticas me intrigaban. Y pude observarla. Era un infierno mudo y fri¨® en ese sol africano, sepultura de gente viva bajo una f¨¦rula inflexible de cancerbero oscuro. Y as¨ª naci¨® La casa de Bernarda Alba, en que las secuestradas son andaluzas, pero como t¨² dices, tienen quiz¨¢s un colorido de tierras ocres mas de acuerdo con las mujeres de Castilla".
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