Picasso y Giacometti, los mejores enemigos
Una exposici¨®n en Par¨ªs redescubre la relaci¨®n de amistad entre los dos titanes del arte moderno, que oscil¨® entre la emulaci¨®n y la rivalidad
Los dos fueron hijos de artistas y se caracterizaron por su extraordinaria precocidad. Ambos se exiliaron en el Par¨ªs de las vanguardias, capital del arte durante el tiempo que les toc¨® vivir. Pese a llevarse 20 a?os, se pelearon de maneras parecidas con la figuraci¨®n, que no lograba satisfacer sus ambiciosas aspiraciones est¨¦ticas. Y se profesaron una admiraci¨®n mutua que despu¨¦s se transform¨® en algo muy parecido a la rivalidad. La peculiar amistad entre Pablo Picasso y Alberto Giacometti es redescubierta ahora por una apasionante exposici¨®n en Par¨ªs, que hasta el 5 de febrero analiza parecidos y diferencias a trav¨¦s de 200 obras de los dos titanes del arte moderno. La exposici¨®n tiene lugar en el Museo Picasso de la capital francesa, poseedor de una colecci¨®n de 5.000 cuadros, esculturas, dibujos y documentos legados por la familia del pintor espa?ol tras su muerte en 1973.
La comparaci¨®n corre a cargo de Catherine Grenier, gran conservadora e historiadora del arte francesa, que en 2014 fue nombrada directora de la Fundaci¨®n Giacometti, propietaria de la mayor colecci¨®n de obras del escultor suizo, despu¨¦s de media vida trabajando en el Centro Pompidou. ¡°Al asumir el cargo me encerr¨¦ en los archivos para especializarme en su obra. Me sorprendi¨® descubrir que el nombre de Picasso no dejaba de aparecer por todas partes. He querido dar fe de una relaci¨®n amical y art¨ªstica que ha ca¨ªdo en el olvido¡±, relata desde una de las salas de la muestra, donde distintos documentos dan fe de la devoci¨®n del joven Giacometti por su maestro.
Ya en 1924, tras su llegada a Par¨ªs, el escultor le escribe una carta a su padre. ¡°Hace poco fui a ver una exposici¨®n de Picasso que me gust¨® mucho. El suyo es un arte que no cuenta historias¡±, le relata. En 1931, convertido en prometedor artista que roza la treintena, Giacometti se sienta en la terraza de La Coupole, cerca de su estudio en Montparnasse, para mandarle otra misiva: ¡°Ma?ana, despu¨¦s de comer, ir¨¦ a casa de Picasso con Mir¨®. Me alegra conocerle y ver lo que hacer¡±. Un a?o despu¨¦s, el malague?o acude a la primera muestra en solitario de Giacometti, que se enorgullecer¨¢ de ello en otra carta para sus padres: ¡°Lleg¨® el primero y dijo: c¡¯est joli¡±. A partir de ese momento, el contacto no se interrumpi¨®. A principios de los a?os 40 se ver¨¢n casi a diario, d¨¢ndose cita en bares frecuentados por la intelectualidad local, como el Caf¨¦ de Flore o Les Deux Magots.
Giacometti dibujar¨¢ obras de Picasso en sus cuadernos y llegar¨¢ a esbozar un retrato escult¨®rico del malague?o, que nunca terminar¨¢. Por su parte, Picasso admirar¨¢ algunas de sus esculturas y aceptar¨¢ mantener con ¨¦l una relaci¨®n de igual a igual. ¡°Siempre fue importante para Picasso descubrir que dejaba de estar solo. Giacometti cataliz¨® ciertas ideas pl¨¢sticas que hab¨ªa extra¨ªdo de Picasso¡±, afirmar¨¢ el bi¨®grafo y amigo de este ¨²ltimo, Pierre Daix, a?adiendo que el malague?o reconoc¨ªa en la obra del suizo ¡°la misma brutalidad sexual y la misma violencia pl¨¢stica¡± que caracterizaba la suya.
La exposici¨®n demuestra que, incluso cuando sus obras no se parecen en nada, suelen estar atravesadas por las mismas preocupaciones de forma y de fondo. Para empezar, ambos buscar¨¢n una tercera v¨ªa entre figuraci¨®n y abstracci¨®n. ¡°Los dos llegan hasta la frontera con el lenguaje abstracto, pero no pasan al otro lado. Son dos personajes con una relaci¨®n compulsiva a la creaci¨®n, que necesitan crear sin parar, ponerse en duda a s¨ª mismos y buscar nuevas maneras de expresarse¡±, afirma Grenier. En sus respectivas fases surrealistas, se ver¨¢n seducidos por el arte primitivo y las civilizaciones no occidentales, como demuestra una de las salas de la muestra, donde las m¨¢scaras de Picasso dialogan con la Mujer-cuchara de Giacometti, inspirada en la escultura africana. Los dos utilizar¨¢n a sus esposas y amantes como modelos, borrando la frontera entre vida y obra. Y alternar¨¢n vanguardia y tradici¨®n, buscando nuevos lenguajes a partir de g¨¦neros cl¨¢sicos, como el retrato, el bodeg¨®n, el paisaje y el vanitas. Aunque no todo ser¨¢n parecidos: si la obra de Giacometti acabar¨¢ cobrando rasgos melanc¨®licos, la de Picasso seguir¨¢ siendo ¡°mucho m¨¢s eruptiva¡±, como apunta la comisaria.
La amistad se romper¨¢ con la misma facilidad con la que se forj¨®. El cat¨¢logo de la muestra recoge la versi¨®n de Fran?ois Gilot, pintora y madre de dos de los hijos de Picasso, Claude y Paloma. A los 94 a?os, Gilot todav¨ªa no se ha olvidado de una violenta disputa entre ambos, al descubrir Giacometti que Picasso intercedi¨® para que no fuera fichado por su galer¨ªa, que dirig¨ªa Louise Leiris. La emulaci¨®n deriv¨® as¨ª en el antagonismo. En 1957, el apego mutuo ya era cosa del pasado. En un v¨ªdeo recogido en la muestra, que muestra a Giacometti pintando un retrato de Stravinsky, el suizo define a Picasso como ¡°un monstruo¡±. Ha devorado a la ¨²ltima de sus v¨ªctimas, antes de ir a por la siguiente. Aunque a Giacometti tampoco le sali¨® del todo mal la jugada: no lleg¨® a matar a ese monstruo, pero por lo menos aprendi¨® de ¨¦l.
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