El pasado 10 de diciembre, su majestad el rey de Suecia entreg¨® el premio Nobel de Literatura a un hombre de 62 a?os, de 182 cent¨ªmetros de estatura, ojos verdes y piel oscura, que se parece a Clark Gable y tiene el f¨ªsico de un bronce de Riace. Su nombre es Derek Walcott, y es el mejor poeta en lengua inglesa.
Los espa?oles lo desconocen totalmente y la mayor parte de los europeos tambi¨¦n. Es triste, sobre todo para los lectores que han muerto en el transcurso de los ¨²ltimos 30 a?os. En general, el conocimiento de la poes¨ªa de lengua inglesa en el continente es m¨¢s bien vergonzoso. Hasta hoy, la poes¨ªa en ingl¨¦s, especialmente la del hemisferio occidental, ha estado representada en Europa por aquellos que se hicieron una reputaci¨®n a fines de los a?os 50 y en los 60, y que desde hace un tiempo han enmohecido intelectualmente. El perpetuum ignobile de la contracultura marcha en sentido antihorario y no genera otra cosa que ignorancia.
Esta es, en parte, la raz¨®n por la que en los ¨²ltimos 30 a?os, pese a haber tenido oportunidad de leerlo, habida cuenta que de su pluma han salido diez libros de poes¨ªa, dos ciclos ¨¦picos y, siempre en verso, m¨¢s de una docena de obras de teatro, los lectores de este continente nunca han o¨ªdo hablar de Derek Walcott. La otra raz¨®n tiene que ver con sus or¨ªgenes y, supongo, con su raza.
Derek Walcott naci¨® en la peque?a isla de Santa Luc¨ªa, que en 1979 obtuvo la independencia y de la que en la actualidad es ciudadano. Se gradu¨® en la Universidad de las Indias occidentales, en Trinidad, y ha vivido la mayor parte de su vida en Trinidad y en Estados Unidos, en cualquier lugar en el que consiguiese encontrar trabajo. El periodo de mayor estabilidad de su vida dir¨ªa que ha sido el ¨²ltimo decenio, durante el cual ha ense?ado poes¨ªa en varias universidades americanas. Actualmente es profesor de ingl¨¦s en la Boston University de Massachusetts.
En otras palabras, al igual que les sucede a muchas personas que ejercen su profesi¨®n, su vida ha estado, y contin¨²a estando, determinada por las circunstancias. Excepto por una: naci¨® con la piel negra, lo cual restringe el campo de acci¨®n, especialmente en el mundo literario, y particularmente en el de lengua inglesa. Tal vez en Francia las cosas sean distintas, con todos los congresos y conferencias sobre la n¨¦gritude y el colonialismo. Por otra parte, Walcott nunca ha puesto los pies en Francia. Y mucho menos en Italia o Espa?a. No creo que haya sido nunca invitado a ninguna de esas reuniones; e incluso me pregunto si hubiera tenido la posibilidad de intervenir en ellas: siempre ha ido corto de dinero y ha estado demasiado ocupado en ganarse la vida. As¨ª que con motivo del Nobel lleg¨® a este continente pr¨¢cticamente por primera vez. Setenta y dos horas en Lisboa, una semana en R¨®terdam y una breve estancia en Suecia, donde el a?o anterior se public¨® una selecci¨®n de su poes¨ªa, no cuentan. Pero lo m¨¢s importante acerca de su venida es que, mientras llegaba en persona a Estocolmo, llegaba al resto de Europa con sus poes¨ªas.?
El significado de su presencia en estas lides podr¨ªa compararse a la corriente del Golfo que alcanza Europa y no s¨®lo a causa de su origen. La poes¨ªa de Derek Walcott es, en efecto, una corriente extraordinariamente fuerte, constante, ¨²nica por su calor, que desde hace 40 a?os lame las orillas de la literatura americana y de la inglesa, derritiendo en su propio camino ¡ªuno se siente tentado de a?adir m¨¢s¡ª de un iceberg. Con esto expreso no tanto la sensaci¨®n inmediata que el lector siente en el pecho, sino m¨¢s bien la propiedad que tienen estas poes¨ªas de desmentir todas esas teor¨ªas minimalistas que recientemente parecen haber conquistado m¨¢s espacio, pero no necesariamente sustancia, que el tema del que se ocupan. Si una cosa demuestran los versos de Walcott es que la poes¨ªa no es un arte de reticencia, sino m¨¢s bien de elocuencia, de afirmaci¨®n. Si un poeta quiere ser reticente, o mantenerse al margen, da lo mismo que d¨¦ el paso l¨®gico siguiente y se calle del todo. "Arte incurablemente sem¨¢ntico", la poes¨ªa est¨¢ destinada a ser discursiva, incluso en el caso de la sensibilidad m¨¢s introvertida. Francamente, la dificultad de una actitud herm¨¦tica a ultranza consiste en implicar un mayor volumen de drama de cuanto la realidad humana puede justificar. Y adem¨¢s, no se juzga a una monta?a por el rat¨®n que haya parido.
Por m¨¢s brutal que pueda ser tu confrontaci¨®n con lo real, la tarea de la poes¨ªa consiste en resistir a la realidad, en presentar al menos una alternativa ling¨¹¨ªstica, en temperar el coraz¨®n para cualquier eventualidad, incluso la propia y definitiva derrota. Este tipo de trabajo no puede ser hecho con frases gn¨®micas, satisfacientes, incluso para su art¨ªfice, pero que dejan a su tribu indefensa; es necesario todo el lenguaje de !la tribu, todo su vigor, su precisi¨®n y su euforia. M¨¢s concretamente, el propio lenguaje requiere un portavoz que posea esa cualidad.
Derek Walcott naci¨® en 1930 en esa islita del Caribe, en las Indias occidentales: presumiblemente, por esta raz¨®n, su poes¨ªa es de naturaleza oce¨¢nica por la amplitud, profundidad y capacidad de crear el clima en el que habita su tribu, en cualquier lugar en que se hable ingl¨¦s. Sus versos, sus estrofas, llegan como olas, extrayendo el propio tejido de im¨¢genes, tanto de la versi¨®n f¨ªsica y psicol¨®gica de la tierra firme sobre la que rompen, como del horizonte del que todas parten. Es en este sentido que son horizontales, adem¨¢s de crecientes, agitadas, cadenciosas y, en definitiva, quebradas; es en este sentido que son rimadas. Y tambi¨¦n en este sentido son vivificantes, amenazadoras, superabundantes, opacas, encrespadas, ret¨®ricas, l¨²cidas. Un lector continental no se equivocar¨ªa mucho imagin¨¢ndose a este poeta sentado en su escritorio, en alg¨²n lugar cercano al Ecuador, con el Atl¨¢ntico asomando en la amplia ventana abierta como un diccionario.
Nadie quiere abandonar esta semejanza al hablar de Walcott, y quiz¨¢ no se deba. Detr¨¢s de sus versos palpitan in?mensidades, como si el oc¨¦ano fuese una versi¨®n licuada del tiempo, y algunas de esas inmensidades ya no son tan seductoras. Porque el archipi¨¦lago de Walcott ¡ªsus Indias occidentales¡ª no es un para¨ªso terrestre habitado por los nobles salvajes de la era de los descubrimientos, ni siquiera un despliegue publicitario de cruceros. Entre esas inmensidades est¨¢n las del dolor y la humillaci¨®n, ya que a la era de los descubrimientos le sigui¨® la era de la esclavitud. El exotismo de un hombre es, a menudo, el fin de la estirpe de otro, y lo que un lector europeo puede interpretar aqu¨ª por un hilo de perlas es esencialmente la tentativa de Walcott de extender esa estirpe en la conciencia mo?derna en la lengua por la que esa estirpe termin¨®.
Sea lo que sea de lo que escriba este poeta, sus poes¨ªas son, en definitiva, autobiogr¨¢ficas: aunque s¨®lo sea porque la lengua en que han sido escritas ha representado su destino. Igual como el oc¨¦ano, que siempre se refiere a s¨ª mismo, toda l¨ªnea de poes¨ªa da testimonio de la historia de la tribu, porque la lengua ab?sorbe la historia. En general, la unicidad de la percepci¨®n de un individuo le debe algo al fracaso en cuanto a ver y ex?presar de sus predecesores, de sus con?tempor¨¢neos y, quiz¨¢, de aquellos que vendr¨¢n despu¨¦s de ¨¦l. De ah¨ª la intensi?dad de la atenci¨®n y de la precisi¨®n de Walcott, al margen del tema, porque ¨¦l ve y habla por generaciones cegadas y enmudecidas por la miseria. De ah¨ª tam?bi¨¦n su extensi¨®n psicol¨®gica y vocal, la riqueza y la extraordinaria tactilidad de la trama de sus versos; para que pueda ser o¨ªdo y sentido en el futuro.
Esta ¨²ltima cualidad la riqueza y la tactilidad agradar¨¢n sin duda a sus lectores europeos, ya que los versos de Walcott recuerdan a Cario Linneo y a Joseph Banks en su modo de manejar la flora y la fauna de su reino nativo, y lo mismo vale para Norteam¨¦rica, con la que la imposibilidad, para un hombre provisto de su pericia, de sobrevivir en las Indias occidentales le ha forzado a familiarizarse de una manera que va m¨¢s all¨¢ de la del naturalista (o el Lucrecio) que hay en ¨¦l. Sin embargo, ni la historia de su raza, ni su background actual, ni sus dificultades personales tienen, a de?cir verdad, una gran influencia sobre la poes¨ªa. Porque no son productos del poeta, s¨®lo son datos. Lo que cuenta es lo que ¨¦l extrae y pone en el papel. C¨®mo suenan, si reducen al poeta al status de su narrador, hu¨¦sped de su gravedad, o si ¨¦ste se revela capaz de transformarlos en el despegar de su lengua y de su alma.
No tengo motivos para dudar de las dotes y la val¨ªa de los traductores eu?ropeos de Walcott, pero tengo los dedos cruzados, incluso los de los pies. Estoy seguro de que sus poes¨ªas conquistar¨¢n inmediatamente al lector: por la genero?sidad de su esp¨ªritu, por su agudeza, su econom¨ªa, por su v¨ªvida y potent¨ªsima capacidad imaginativa que tal vez tiende a lo psicod¨¦lico o lo grotesco ("Un gusano es siempre el emperador"), por su asombrosa dimensi¨®n metaf¨®rica, con su ausencia de autoconmiseraci¨®n y con su humildad. Pero su lector europeo tambi¨¦n debe saber que hoy no hay en la poes¨ªa inglesa nadie que use la rima me?jor que Derek Walcott, y que son preci?samente sus rimas las que crean y mantienen el movimiento, algo que el lector europeo, me temo, no conseguir¨¢ captar.
La raz¨®n por la que lo lamento no es porque la rima aparte de la alegr¨ªa que proporciona sea un artificio memor¨ªstico, o porque imprima a la expresi¨®n del poeta un aire de inevitabilidad. Walcott no tiene necesidad de ello: sus versos ya permanecen fijados en la retina o en la mente del lector por su contenido, y sus traductores, sin duda, encontrar¨¢n alg¨²n equivalente. Pero la gloria de la rima, de la de Walcott de un modo especial, reside en su capacidad de revelar la inteligencia y la sensibilidad del poeta ¡ªque ilustra el potencial de nuestra especie¡ª bastante mejor de lo que pueda conseguirlo su habilidad en el tratamiento de cierto tema.?
Adem¨¢s, contrariamente a la creencia popular, la rima libera al poeta en el proceso de la escritura. Y hace lo mismo con el lector en el proceso de la lectura porque, en ese proceso, por la duraci¨®n de la poes¨ªa, uno se convierte en parte de aquello que lee. Resumiendo, una buena rima es una victoria del potencial del lenguaje sobre los propios l¨ªmites. Esta victoria ensancha el margen de libertad del lector y esto es en sustan?cia el objetivo de todo arte, y no ¨²nicamente de la poes¨ªa. Para decirlo de un modo a¨²n m¨¢s sencillo: la rima es ¨¦tica desde el momento en que opera una liberaci¨®n.
Y Walcott es el poeta m¨¢s liberador, precisamente porque es el m¨¢s inventivo e imaginativo rimador moderno. Usa todas las rimas: consonantes, asonantes, femeninas, masculinas, dact¨ªlicas, visuales, anagram¨¢ticas, agudas, macarr¨®nicas, ortodoxas y heterodoxas, simples y compuestas, m¨¢s algunas otras que pueden ser clasificadas como autodestructivas y otras que reh¨²yen cualquier clasificaci¨®n. Las hace desfilar en tercetos, en octava rima, en d¨¦cimas y as¨ª sucesivamente y su tinte?ro es una cornucopia de esquemas m¨¦tricos y estr¨®ficos; y aunque el metro en el que se encuentra m¨¢s c¨®modo sea el yambo libre, sus versos est¨¢n m¨¢s basados en la rima, que en el metro. Como el oc¨¦ano.
Esto es liberador, desde el momento en que, a fin de cuentas, toda poes¨ªa es un viaje. Una poes¨ªa de Walcott lo es todav¨ªa m¨¢s. Despu¨¦s de haber le¨ªdo una poes¨ªa de este autor, la mente viaja m¨¢s lejos y no necesariamente hacia el Sur de lo que se cre¨ªa capaz. Lo que la transporta es el movimiento centr¨ªfugo de la poes¨ªa, cuya energ¨ªa es tanto mayor cuanto mejores son las rimas, que extienden su ¡ªy vuestro propio¡ª rayo? mental. El resultado es que no te encuentras ante un papel satinado, o ante un grabado victoriano que represente la lujuriante vegetaci¨®n de las lejanas Antillas, sino ante un reino despiadado de la lengua cuyo ardiente sol resplandece sobre la para ti ins¨®lita desesperaci¨®n, la ins¨®lita sabidur¨ªa y sobre la ins¨®lita paciencia, que no tanto la historia como la geograf¨ªa ha transformado en s¨²bditos de aquella lengua. Y si eres un turista, cuanto m¨¢s brilla aquel sol, m¨¢s oscura se vuelve tu piel e incluso tu mente. Si eres uno del lugar te quedas igual. Si eres un poeta es el papel el que se vuelve m¨¢s oscuro.
Porque, si eres un poeta, eres ese rayo de sol cuyas part¨ªculas son palabras que animan la vida, que por otra parte no es m¨¢s que un proceso org¨¢nico. Eso es precisamente lo que Derek Walcott est¨¢ haciendo por sus nativas Antillas desde hace casi 40 a?os. Para un lector europeo es una tentaci¨®n, quiz¨¢ justificable, creer que en ¨¦l se suman muchos poetas mezclados en uno, o que es un cruce entre Homero y Orfeo. Pero Walcott ser¨ªa el primero en rechazar esta idea. ?l es simplemente un poeta en lengua inglesa, un gran poeta adem¨¢s, pero s¨®lo parte de un todo, muy deudor de sus tradiciones y su presente.
A veces, una parte es capaz de redefinir y, a veces, ampliar el todo. Y en reconocimiento a ese servicio rendido al todo, hace un par de a?os la reina de Inglaterra le otorg¨® la Medalla de la reina para la poes¨ªa: Walcott simplemente ha hecho esta poes¨ªa m¨¢s vasta. Lo que equivale a decir que ha ampliado el actual concepto de potencial humano, dado que la poes¨ªa no es exactamente un arte. Porque si lo que distingue al hombre del resto de lo creado es su capacidad de hablar; una poes¨ªa, que es la forma suprema de la elocuencia humana, es nuestro fin antro?pol¨®gico gen¨¦tico. Y eso es as¨ª incluso en la traducci¨®n. Por ello, el rey de Suecia, en la fr¨ªa noche de diciembre, en Esto?colmo, sigui¨® el ejemplo de su colega bri?t¨¢nica. Frente a ¨¦l hab¨ªa un hombre alto y negro, por cuyas venas corre sangre holandesa, escocesa y africana; el hom?bre que nunca camin¨® por suelo eu?ropeo, pero gracias al cual, aqu¨¦llos de entre los europeos que abran sus libros, se convertir¨¢n en seres humanos m¨¢s su?tiles y m¨¢s articulados. Es decir, m¨¢s rea?lizados como hombres, m¨¢s cercanos a su fin gen¨¦tico. Es ¨¦sta una tarea que ha?bitualmente se le suele dejar a la natura?leza. Pero la naturaleza es perezosa, y de vez en cuando, Dios o hombres como Walcott emergen de sus reinos elementa?les y nos ayudan.
Si no ten¨¦is nunca ocasi¨®n de encontrarlo, pensad en Poseid¨®n emergiendo desde el mar de ¨ªndigo, os acercar¨¦is bas?tante.
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