Pionero del ¡®americana¡¯ entrega su testamento vital
Bob Weir busca regenerarse y andar su propio camino en 'Blue Mountain', un disco donde prima la rugosa gravedad en la voz del veterano de mil contiendas psicod¨¦licas
Artista: BOB WEIR.
Disco: Blue Mountain.
Sello: Columbia Legacy-Sony Music.
Calificaci¨®n: 7 sobre 10.
¡°Mis d¨ªas fueron inquietos y problem¨¢ticos¡±, nos informa este superviviente de la saga Grateful Dead desde su primer disco en tres lustros. ¡°Las malas noticias que buscaba, las encontr¨¦¡±, se lamenta. Barbudo y arrugado, parece haber dejado atr¨¢s ¡ªsi eso fuera posible: el periplo de los Dead abund¨® en gozos pero asimismo tragedias¡ª la omnisciente sombra de la banda californiana que se desped¨ªa, ya diezmada, el verano de 2015 con una serie de culminantes conciertos en Chicago. En Blue Mountain busca regenerarse y andar su propio camino.
No ha sido f¨¢cil para Bob Weir (San Francisco, 1947) preservar su personalidad siendo miembro fundador de una de las instituciones m¨¢s singulares de la m¨²sica estadounidense desde mediados de los sesenta. Los Dead establecieron sus propias reglas al margen de la industria gracias a la intoxicada fidelidad de sus oyentes y el mantenimiento de una comunidad interactiva que les segu¨ªa donde fuesen. Guitarrista r¨ªtmico a la sombra del carism¨¢tico Jerry Garcia ¡ªfallecido en 1995¡ª Weir public¨® un primer disco en solitario en 1972, Ace, donde le respaldaban sus compa?eros de grupo, y seis a?os m¨¢s tarde entregaba el artificioso Heaven Help the Fool. A nombre del grupo Ratdog y fechado en 2000, Evening Moods ser¨ªa el pen¨²ltimo trabajo de este pionero de lo que hoy llaman ¡°americana¡±, un m¨²sico que siempre prefiri¨® la colaboraci¨®n a la primera persona.
?Qu¨¦ hay m¨¢s ¡°americana¡± que una colecci¨®n de canciones de vaqueros? Si adem¨¢s estas le devuelven a la adolescencia ¡ªcon quince a?os trabaj¨® en un rancho en Wyoming¡ª y trazan una perspectiva desde la madurez, se perfila una suerte de testamento vital. Planteado con su modestia habitual, Blue Mountain establece un soberbio puente con el presente: le han echado una mano el cantautor Josh Ritter y varios miembros del grupo The National ¡ªresponsables del reciente homenaje a la augusta formaci¨®n, Day of the Dead¡ª en esta docena de canciones que se antojan sue?os apenas coloreados por la nostalgia, relatos arropados por una madre naturaleza generosa en r¨ªos caudalosos que surcan valles, espectaculares monta?as ungidas de misterio, cielos di¨¢fanos o encapotados. Tan elegante y pausada sofisticaci¨®n no habr¨ªa sido posible en el seno de los Dead, obsesionados por ensanchar una canci¨®n hasta el infinito y m¨¢s all¨¢.
Aqu¨ª prima la rugosa gravedad en la voz del veterano de mil contiendas psicod¨¦licas que siempre se nutri¨® de lo campestre ¡ªsuya es la tonada de Sugar Magnolia, en el luminoso cl¨¢sico de 1970 American Beauty¡ª y ahora renace como solemne baladista. Afrontar la realidad de la senectud, como hace en Cottonwood Lullaby o Darkest Hour, es un primer paso para hacerla m¨¢s llevadera. ¡°S¨¦ lo que saben los pueblos fantasmas, que el amor viene y va¡±, confiesa en Ghost Towns. Pero sabe tambi¨¦n zafarse del oneroso cargamento emocional para galopar al trote en Gonesville o Lay My Lily Down. Y, cuando se queda a solas con su ac¨²stica Martin, en Ki-Yi Bossie, emerge por fin una figura autosuficiente. La leyenda mortuoria qued¨® atr¨¢s; ¨¦l vive un dorado presente.
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