Viva la inteligencia
La inabarcable figura de Miguel de Unamuno merece una pel¨ªcula. Que sea esta pel¨ªcula la que venga a paliar el vac¨ªo ya es m¨¢s dudoso
No hay quien dude que la inabarcable figura de Miguel de Unamuno, brillante y compleja, recia y amarga, es merecedora de una pel¨ªcula. Que La isla del viento, coproducci¨®n argentino-espa?ola dirigida por Manuel Mench¨®n, sea la que venga a paliar el vac¨ªo ya es m¨¢s dudoso. Quiz¨¢ por el periodo de su turbulenta existencia elegido, el del destierro en la isla de Fuerteventura, impuesto por la dictadura de Miguel Primo de Rivera entre los meses de febrero y julio de 1924, la pel¨ªcula de Mench¨®n deja un regusto a oportunidad perdida, pero lo m¨¢s plausible es que las facilidades de producci¨®n y de presupuesto, en un tiempo en el que las pel¨ªculas de ¨¦poca son particularmente dif¨ªciles, hayan tenido mucho que ver.
LA ISLA DEL VIENTO
Direcci¨®n: Manuel Mench¨®n.
Int¨¦rpretes: Jos¨¦ Luis G¨®mez, V¨ªctor Clavijo, Enekoiz Noda, Ciro Mir¨®.
G¨¦nero: drama. Espa?a, 2012.
Duraci¨®n: 106 minutos.
El relato se inicia, de un modo algo acartonado, en los instantes inmediatamente anteriores a la pol¨¦mica apertura de curso 1936/37 en la Universidad de Salamanca, con Carmen Polo y Mill¨¢n Astray, la del "?vencer¨¦is, pero no convencer¨¦is!". Pero, a partir de ah¨ª, un largo flashback que ocupa casi toda la pel¨ªcula, lo muestra en su confinamiento canario, esos d¨ªas de reflexi¨®n en medio de la miseria de la isla, y su relaci¨®n con los lugare?os, desde los terratenientes y religiosos hasta los pobres de solemnidad. Jos¨¦ Luis G¨®mez, mesurado y doliente, es un gran Unamuno, abatido pero nunca rendido. Y es la presencia del actor, junto al ideario del pensador, que se va colando entre desierto y mar, el que sostiene una narraci¨®n digna pero con tendencia a lo obvio, sin creatividad ni apenas fuerza dram¨¢tica, que sin embargo se eleva en los instantes finales, cuando regresa a Universidad, y a 1936. La representaci¨®n del hist¨®rico enfrentamiento con Mill¨¢n Astray mantiene el tipo y, con las fotograf¨ªas reales del final, acaba iluminando a un hombre trascendental. Viva la inteligencia.
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