El jard¨ªn oculto
El Premio Nacional otorga a Z¨²?iga el reconocimiento de que hasta ahora ha carecido
Hace poco me preguntaron en un blog qu¨¦ autor merecer¨ªa un Nobel. Yo respond¨ª: Juan Eduardo Z¨²?iga. Despu¨¦s quise invitarlo al Festival E?e, pero su modestia y su sensato instinto del confort le llevaron a declinar un ofrecimiento que la estupenda Felicidad Orqu¨ªn me agradeci¨® en su nombre. Antes lo hab¨ªa propuesto como candidato al premio Formentor. Desvelo estas intimidades para dar cuenta de mi obcecaci¨®n con Z¨²?iga. De su aura de escritor oculto. As¨ª que me alegra este reconocimiento institucional a un hombre t¨ªmido, pero agud¨ªsimo, a quien conoc¨ª hace a?os en un acto celebrado en el Ateneo de Madrid: Santiago Ramos ley¨® unos fragmentos de Largo noviembre de Madrid y Constantino B¨¦rtolo, Z¨²?iga y yo conversamos sobre D¨ªas de llamas de Juan Iturralde, una de las novelas, junto con los relatos de Z¨²?iga, m¨¢s sobrecogedoras ¡ªno en su acepci¨®n espectacular, sino intelectualmente revulsiva¡ª sobre la Guerra Civil. Antes Z¨²?iga me hab¨ªa citado en una cafeter¨ªa y se ruboriz¨® cuando, adem¨¢s de expresarle mi admiraci¨®n por su literatura, tambi¨¦n lo hice por su trabajo como traductor de los maestros rusos. El rubor me pareci¨® elocuente, pero no tanto como el no querer hablar de s¨ª mismo o el inter¨¦s por escuchar lo que una escritora biso?a pod¨ªa contarle. Esa ausencia de vanidad p¨²blica, ese no saber o no quererse vender, colocan a Z¨²?iga en el estrafalario lugar que durante a?os se le ha asignado: un rinc¨®n cr¨ªptico, un jard¨ªn oculto, donde solo cr¨ªticos selectos disfrutaban de la calidad de una de las prosas m¨¢s resplandecientes y profundas de la narrativa hisp¨¢nica de los siglos XX y XXI. Pero m¨¢s all¨¢ de la discreci¨®n del escritor, sospecho que el campo literario actu¨® interesadamente: Z¨²?iga encarna una manera de entender la literatura como relato de la memoria y como memoria de esos relatos que ¨¦l metaboliz¨® desde su condici¨®n de lector atento. Ninguna de las dos posiciones era aceptable en la era de la cultura posmoderna. Tras los textos de Z¨²?iga nunca hay un observador impasible, ni ir¨®nico, sino uno trascendente que sabe que interpretamos la realidad a trav¨¦s de s¨ªmbolos y par¨¢bolas. El lenguaje literario act¨²a como una lente para comprender lo real difuminado por el ruido; para buscar la luz entre la humareda de las guerras y las demoliciones. Extra?as novelas como El coral y las aguas nos hacen replantearnos qu¨¦ sucedi¨® en nuestra literatura como para llamar extra?a a esta excelente novela. Qu¨¦ era lo normal, visible, prestigioso, can¨®nico, popular. Por qu¨¦ Z¨²?iga habitaba el centro del jard¨ªn oculto. La extra?eza, en determinados contextos, es un elogio.
Los cuentos de Z¨²?iga prestigian el g¨¦nero. Les emplazo a leer Brillan monedas oxidadas, para reconocer la mirada de un escritor en el que la supuesta rareza se identifica con la capacidad de penetraci¨®n, el compromiso con la vida, la denuncia del desasimiento, la mezquindad y las humillaciones. La literatura es una b¨²squeda de libertad. Sus potentes im¨¢genes aclaran la tiniebla y cuestionan cierta calidad de la luz. Quedan adem¨¢s el misterio, la suspensi¨®n, la melancol¨ªa, el lujo de una prosa po¨¦tica dif¨ªcilmente igualable. La calidad humana y la inteligencia que, en este caso ¡ªno siempre ocurre¡ª, s¨ª cuajan en grandes libros. Enormes.
Marta Sanz es escritora
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