Andr¨¦ Gorz, un precursor: lo que nos hace falta para ser felices
Una biograf¨ªa reciente ayuda a conocer mejor al verdadero hombre detr¨¢s de las m¨¢scaras
?C¨®mo definir un intelectual a partir de su compromiso, de su capacidad de mirar entre los intersticios cosas que nadie m¨¢s ve y hacerlas comprensibles a la mayor¨ªa? Entre esa figura comprometida con la realidad, que la ficci¨®n muchas veces niega, se construyen mitos, uno de ellos fue Jean-Paul Sartre, principal pieza de una efervescencia intelectual que no tuvo equivalentes en la sociedad francesa. En ese espacio, aparece Andr¨¦ Gorz (Viena 1923-Francia 2009), nacido Gerhart Hirsch, sujeto de varias metamorfosis para huir del estigma jud¨ªo y hablar en el idioma ¡°de los otros¡±, el franc¨¦s, el ingl¨¦s o el castellano (su periodo en M¨¦xico en los a?os ochenta fue clave). Una biograf¨ªa reciente (Una vida, Willy Gianinazzi, La d¨¦couverte, 2016) ayuda a conocer mejor al verdadero hombre detr¨¢s de las m¨¢scaras, a manera de un jugador de ajedrez que jug¨® la partida hasta las ¨²ltimas consecuencias.
El ¨²ltimo libro de Gorz fue su Carta a D (2008), homenaje a la mujer que lo ayud¨® a salir de la neurosis que lo marc¨® como un ser extremadamente reservado, fr¨¢gil en extremo, de facciones agudas y finas, que alguien describir¨¢ ¡°de una delicadeza extrema hacia su compa?era¡±, Dorine, inglesa, ella, con la que se suicidar¨ªa a?os m¨¢s tarde, previa nota puesta a la entrada del domicilio en Borgo?a: Favor de no subir. Gorz nad¨® siempre en aguas del anticapitalismo ¡°alienante y contaminador¡±, convencido de que hemos entrado en una crisis sin retorno cuya ¨²nica salida ser¨ªa el ecosocialismo. A la raz¨®n capitalista no lo frenar¨¢ nadie, salvo el hecho de que la amenaza se extienda a toda la humanidad anunciando su desaparici¨®n.
Por eso, sus lecturas y an¨¢lisis son de completa actualidad. Si bien nunca se vio como un pionero de la ecolog¨ªa, su pensamiento, fragmentado y ecl¨¦ctico, muchas veces se teje en torno a esta cat¨¢strofe ecol¨®gica anunciada por la obsesi¨®n del rendimiento ilimitado (el PBI), y una ausencia total de respeto de los ciclos termodin¨¢micos del planeta. Es decir, estamos viviendo actualmente con una deuda ecol¨®gica que no podremos saldar si no ¡°decrecemos¡±, neologismo que sirvi¨® a Gorz para imaginar un futuro menos amenazante. Sus cr¨ªticas se dirigen al capitalismo industrial que produjo una fragmentaci¨®n del trabajo al especializarlo, hundiendo a los trabajadores en el m¨¢s completo desarraigo. La clase obrera desaparece cuando es reemplazada por la m¨¢quina y abandona los valores de solidaridad e identidad con el trabajo ejecutado, convirti¨¦ndolo en un medio para alcanzar una forma de vida dictada por instancias superiores, es decir, valores ¨²nicamente econ¨®micos. En un mundo donde todo ha sido programado para producir ganancia, la desculturalizaci¨®n es inmediata, la tradici¨®n desaparece sin renovarse dejando una sensaci¨®n sorda, apagada y sin contenido. Gorz anuncia lo que ser¨ªa una verdad a gritos: no basta con pol¨ªticas que garanticen el uso de energ¨ªas limpias, con cuidar el aire y la tierra o los h¨¢bitos de la agricultura, se nos agot¨® la venta a cr¨¦dito de los r¨¦ditos naturales. Se puede entonces inventar una vida m¨¢s sobria, en el sentido en que lo plantea Pierre Rabhi en algunos de sus libros sobre la sobriedad feliz. No hay retorno a la naturaleza, hace mucho tiempo que el ser humano se ha separado de ella, lo que se plantea es un cambio de modelo de vida, principalmente los paradigmas de felicidad y bienestar en sociedades post-industriales.
Enemigo de la cultura del autom¨®vil y del consumo, Gorz particip¨® junto Herbert Marcuse, Eric Fromm, Ivan Illich, y otros tantos, en construir una cr¨ªtica argumentada al capitalismo industrial que se consolida con el ¡°fordismo¡± y da forma al paradigma del american way life, nacimiento de una clase media gracias a la especializaci¨®n de la industria autom¨®vil que produjo enormes excedentes, el caso Fiat en Italia, tan criticado por Gramsci, y el m¨¢s reciente ¡°toyotismo¡± en Asia. Para Gorz no hay enemigo m¨¢s detestable que el autom¨®vil al romper con el v¨ªnculo natural entre las personas, lo que tambi¨¦n llam¨® ¡°la cultura de lo cotidiano¡±. Dentro de poco estaremos encerrados en nuestros autos sin poder movernos atrapados en una autopista (sic). Si Gorz ve en la especializaci¨®n del trabajo un comienzo de su desaparici¨®n (ya anunciado por otros autores como Viviane Forrester), sabe tambi¨¦n que el sector terciario, la deslocalizaci¨®n (para abaratar costos) y la inmaterialidad del propio proceso (que prescinde de una tradici¨®n, del saber que pose¨ªa el obrero reemplazado por la tecnolog¨ªa), aceleran este proceso. Es un tema que est¨¢ en al aire y que inspir¨® la reducci¨®n del tiempo de trabajo en Francia y la porpuesta del ingreso m¨ªnimo universal. El capitalismo ha aumentado enormemente sus ganancias debido a esta reducci¨®n, consecuencia de la especializaci¨®n, y sin embargo, no ha sabido distribuir esas ganancias que deber¨ªan servir para que, la gente que trabaja menos, pueda tener m¨¢s tiempo de ocio, una vida a ritmo natural, entregada a la observaci¨®n y la realizaci¨®n de las facultades creativas, relaciones sociales, etc. El trabajo, nos dice Gorz, analizado en su libro m¨¢s conocido, Metamorfosis del trabajo, no siempre fue un tab¨² y estaba restringido a los esclavos en la ¨¦poca cl¨¢sica. El trabajo creativo de la sociedad de Plat¨®n, el pensamiento en la Cit¨¦, era el ¨²nico digno.
No es posible seguir culpabilizando a medio planeta por quedarse desocupado, con pol¨ªticos que siguen prometiendo la ¡°creaci¨®n de empleo¡±; la informatizaci¨®n y la robotizaci¨®n de la producci¨®n, son la prueba de que el trabajo evoluciona en el sentido que lo anunciaba Gorz. El sujeto tendr¨¢ que ser m¨¢s aut¨®nomo, capaz de decidir por s¨ª mismo, salir de la traici¨®n de su intuici¨®n como especie, ser alguien que se complete a trav¨¦s de la existencia y no adaptarse, por servilismo, a una vida sin psique. No es solo escribir sobre el mundo, un intelectual que intuye, sabiendo que no ser¨¢ a la manera de los grandes sistemas filos¨®ficos, es m¨¢s bien tratar de descubrirse, de liberarse, de crearse, incluso en medio de una cat¨¢strofe anunciada, como escribe Gorz en Fundamentos para una moral.
Libros referenciados:
Willy Gianinazzi, Andr¨¦ Gorz, Une vie (ediciones La d¨¦couverte, Paris 2016).
Andr¨¦ Gorz, Metamorfosis del trabajo, Demanda de sentido 1988.
Andr¨¦ Gorz, Fondements pour une morale, Galil¨¦e, 1977.
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