La fiesta ¡®dance¡¯ en tiempos de Reagan
'Life and death on the New York dance floor' radiograf¨ªa la riqu¨ªsima e ignorada historia cultural de Nueva York al inicio de la d¨¦cada de los ochenta
El estudiante Archie Burnett sal¨ªa de su casa a escondidas para ir a bailar. ¡°Copiaba los movimientos que ve¨ªa en la tele de alguna sesi¨®n en Studio 54 y le a?ad¨ªa ritmo, actuaci¨®n, lo que fuera¡±, explica. La madre de Burnett pensaba que estaba adorando al diablo, porque en su casa eran adventistas. En realidad su santuario era The Loft, el espacio ubicado en el Soho, creado por el recientemente fallecido David Mancuso, d¨®nde se mezclaban estilos, m¨²sicas y razas a un ritmo atronador.
La historia de Burnett es solo una de los cientos que recorren Life and death on the New York dance floor 1980-1983 (Duke University Press) el ¨²ltimo libro de Tim Lawrence, que radiograf¨ªa la riqu¨ªsima e ignorada historia cultural de Nueva York al inicio de la d¨¦cada de los ochenta. El autor que ya hab¨ªa tratado la era post disco de los setenta con Love saves the day, captura aqu¨ª la esencia de una megal¨®polis que tiene que negociar entre la aparici¨®n del rap, el colapso de la m¨²sica disco y el agotamiento de la est¨¦tica punk que favorecer¨ªa la new wave. Entre 1980 y 1983, Nueva York ser¨ªa la meca de una escena mutante y electr¨®nica, que mezclar¨ªa hip hop, arte, baile y libertad absoluta antes de la llegada en bloque de la era Reagan a la ciudad, que lo cambiar¨ªa todo.
As¨ª, por sus p¨¢ginas circulan, adem¨¢s los legendarios djs David Mancuso, Larry Levan y el padre de la m¨²sica house Frankie Knuckles, las discotecas Mudd Club y Danceteria -que tendr¨ªan entre sus asiduos a una jovenc¨ªsima Madonna y el pintor Jean-Michel Basquiat-. Pero tambi¨¦n a infinidad de an¨®nimos bailarines, artistas, modelos y activistas culturales que ayudan a configurar el renacimiento de una ciudad que hab¨ªa sido carcomida durante los setenta por la pobreza. No en vano, un testimonio relata ¡°cuando ven¨ªan a atracarte, muchas veces ten¨ªas que decir 'lo siento t¨ªo, no tengo nada'¡±.
Nueva York se convirti¨® durante esa horquilla en el epicentro de una explosi¨®n art¨ªstica y ef¨ªmera que alguien ten¨ªa que recuperar. Lawrence lo hace como memoria colectiva: se suceden los grafitis, las sesiones de dj's , los desfiles de moda y las inauguraciones de arte underground en un tejido multidisciplinar en el que todo se contamina y se potencia. As¨ª, la ciudad es marco pero tambi¨¦n protagonista: esos cuatro a?os, que siempre se hab¨ªan considerado amorfos y puramente hedonistas en la historia de la m¨²sica, son en realidad una amalgama de posibilidades musicales y sociales.
La tesis de Lawrence es esa: el eclecticismo de ese momento es comunitario y no tiene paralelismos en influencia e importancia hist¨®rica. La mezcla de m¨²sicas, razas, movimientos feministas, LGTB y contra la guerra eclosionan en una fiesta art¨ªstica que influir¨ªa directamente a clubs- Tenth Floor, Gallery, Flamingo, 12 West- y maneras de concebir la m¨²sica dance. Y se trat¨® de una fiesta interracial y multisexual en el que no eras apartado por problemas de vestuario o esnobismos como en el archifamoso Studio 54.
Antes de que Wall Street fuera Wall Street
Por sus p¨¢ginas desfilan los habitantes de una ciudad justo antes de que cambiara para siempre por la introducci¨®n de las pol¨ªticas neoliberales de Ronald Reagan. El alma de la fiesta neoyorquina era un movimiento de posibilidades, oportunidades y exploraci¨®n a trav¨¦s de sus fiestas privadas y espacios p¨²blicos.
Pero tambi¨¦n evoca la muerte: los estragos del sida se hicieron patentes en una poblaci¨®n queer que defini¨® la escena de la fiesta en la ciudad y que qued¨® diezmada. En 1983, el sida alcanz¨® las proporciones de una verdadera epidemia en Nueva York. Simult¨¢neamente, el gobierno reduc¨ªa dr¨¢sticamente su gasto p¨²blico, contribu¨ªa a desregularizar el sector bancario y recortaba los impuestos a los m¨¢s ricos. Es entonces cuando comienza la inflaci¨®n desmedida en el sector inmobiliario, y con ello, lo que vino despu¨¦s: el desplazamiento de todos aquellos que no se pueden permitir una vida adinerada en Manhattan, y la organizaci¨®n de una ciudad mucho menos democr¨¢tica.
En 1984, para cuando Ronald Reagan era reelecto, la fiesta hab¨ªa terminado.
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