¡®El Machete¡¯, la historia olvidada del comunismo mexicano
Aparece una edici¨®n facs¨ªmil de la revista del Partido Comunista Mexicano que dirigi¨® Roger Bartra
En los 15 n¨²meros de El Machete, propiedad del Partido Comunista mexicano (PCM) como rezaba en su mancheta, aunque no su ¨®rgano oficial, se concentraron las esperanzas y frustraciones del comunismo en ese pa¨ªs. Nacida como revista mensual en mayo de 1980, bajo el auspicio de nombres como Jorge G. Casta?eda ¨Centonces, estalinista convencido y que impuso el t¨ªtulo, homenaje al peri¨®dico de los muralistas mexicanos, frente a otros que se manejaban como Rayuela- fue la radiograf¨ªa de la ¨²ltima ¨¦poca del PCM, legalizado un a?o antes, bajo la mirada de Roger Bartra, ¨²nico director hasta el cierre en 1981.
Gracias a una edici¨®n facs¨ªmil editada por el Fondo de Cultura Econ¨®mica (FCE) e impulsada por el historiador Luciano Concheiro y el editor Gerardo Villadel¨¢ngel, El Machete revive ahora 35 a?os despu¨¦s con el mismo esp¨ªritu subversivo y juguet¨®n con el que cort¨® por lo sano con lo viejo y caduco, abriendo el pensamiento de la izquierda mexicana. "La verdad es que en lo ¨²nico que no consegu¨ª salirme con la m¨ªa fue en el nombre. Me asombro hasta yo. Fue una especie de extravagancia pol¨ªtica", rememora Bartra. "Un brote socialdem¨®crata dentro del Partido Comunista mexicano".
La segunda vida de El Machete, concentrada ahora en un colorista volumen de unas mil p¨¢ginas, con una significativa dedicatoria a Olof Palme, era muy distinta de la primera, lo mismo que el partido. El peri¨®dico original, dirigido por David Siqueiros, Diego Rivera y Xavier Guerrero de 1924 a 1938, en el que colaboraban figuras como Tina Modotti, cuando M¨¦xico empezaba a convertirse en hervidero y refugio de revolucionarios de todo el continente, llevaba ilustraciones de machetes rojos y negros en el m¨¢s puro realismo socialista. En su cabecera se pod¨ªa leer: ¡°El machete se usa para cortar ca?a ¡ y humillar la soberbia de los ricos imp¨ªos". Fue siempre clandestino, perseguido y minoritario como el comunismo en M¨¦xico (ilegalizado de 1929 a 1935 y de 1940 a 1979).
En contraste, Bartra, con el insospechado apoyo del ¨²ltimo secretario general del PCM, Arnoldo Mart¨ªnez Verdugo, moderniz¨® el concepto de revista de partido, le dio la vuelta, la abri¨® a todos los p¨²blicos y la convirti¨® no solo en un referente de la izquierda, sino en un artefacto cultural heterodoxo que abordaba temas tab¨²es como el aborto, la homosexualidad, las drogas y el feminismo e incluso se atrevi¨® a reivindicar a Octavio Paz, un poco al estilo de la espa?ola El Viejo Topo, el modelo inspirador. "En esa ¨¦poca, el partido se divid¨ªa entre renos (renovadores) y dinosaurios. Me apoyaban los dinosaurios, pero fueron los renovadores los que al final consiguieron cerrarla", recuerda Bartra, que siempre goz¨® de total autonom¨ªa.
El acierto de la direcci¨®n de la nueva etapa fue conectar con las inquietudes de toda una generaci¨®n. Eran los a?os 80 y a¨²n no hab¨ªa ca¨ªdo el Muro de Berl¨ªn, pero en las calles mexicanas tambi¨¦n se o¨ªan los ecos del eurocomunismo que se respiraba en Roma, Par¨ªs o Madrid. Era el momento de la apertura, del abandono de la solemnidad, una explosi¨®n de libertad tras la matanza de Tlatelolco, apoyada por el PCUS sovi¨¦tico, y de la eclosi¨®n de la cultura pop. El Machete fue irreverente con los mitos de la izquierda cl¨¢sica: Lenin con cuernos en una portada, la imagen del Che Guevara en una lata de refresco, John Lennon, la secci¨®n Ropa sucia, donde se dirim¨ªan los chismes de la izquierda, la defensa de la homosexualidad de Carlos Monsiv¨¢is y hasta una original invitaci¨®n a suscribirse que reproduc¨ªa un antiguo cartel italiano con la leyenda "Stalin ¨¨ morto" (Stalin ha muerto). El ¨¦xito fue inmediato: m¨¢s de 20.000 ejemplares mensuales vendidos, en quioscos y con organizaci¨®n de voceadores propia, y una conexi¨®n con el llamado ¡°c¨ªrculo rojo¡± de Ciudad de M¨¦xico que sigue hasta hoy.
Pero a pesar del apoyo de Mart¨ªnez Verdugo y de la aquiescencia del presidente Jos¨¦ L¨®pez Portillo, el camino no estuvo exento de dificultades. Apenas ten¨ªa publicidad institucional y la Productora e Importadora de Papel S.A (PIPSA), el monopolio estatal, no les vend¨ªa ni un solo rollo de papel prensa sin el correspondiente cheque. Por no tener, la redacci¨®n no ten¨ªa ni mobiliario propio, como recuerda Bartra, cuyo magn¨ªfico escritorio, como el resto de los muebles, fue un regalo de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, que solo puso la l¨ªnea roja de la Revoluci¨®n Cubana para apoyar la publicaci¨®n. "Acept¨® ser miembro fantasma de la redacci¨®n. Salvo en el tema de Castro, era muy abierto. En cambio, el papel para las rotativas nos lo vend¨ªan con retraso, lo pag¨¢bamos por adelantado y el subsecretario de Gobernaci¨®n nos re?¨ªa porque no ¨¦ramos lo suficientemente marxistas- leninistas", bromea el antrop¨®logo mexicano, mientras recuerda a algunos de sus colaboradores: el periodista espa?ol Mario Zapata (pseud¨®nimo de Antonio P¨¦rez), marido de Pilar Claud¨ªn; Eduardo Montes, Humberto Musacchio, Jos¨¦ Ram¨®n Enr¨ªquez o el dise?ador Rafael L¨®pez Castro.
El r¨¦gimen pri¨ªsta no estaba preparado para tanta subversi¨®n, ni el PCM tampoco. Ante las presiones de muchos militantes comunistas, dejo de fluir dinero para la revista. Primero, se recortaron las n¨®minas, luego la tinta y, por ¨²ltimo, se dej¨® de pagar a los colaboradores. Pese a su ¨¦xito, en julio de 1981, sali¨® el ¨²ltimo n¨²mero. Cuatro meses m¨¢s tarde, el PCM se disolvi¨® y naci¨® el Partido Socialista Unificado de M¨¦xico (PSUM), una fusi¨®n del Movimiento de Acci¨®n Popular (MAP), el Partido del Pueblo Mexicano (PPM) y Unidad Socialista (MAUS). De aquella izquierda, seg¨²n Bartra, no queda nada. ¡°La situaci¨®n es pesimista y mala para la izquierda en su conjunto. Las tendencias socialdem¨®cratas, que hab¨ªan arraigado en el PRD, est¨¢n debilitadas y han recibido el golpe de Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador¡±. Tal vez, pero ah¨ª queda El Machete como testimonio de la izquierda mexicana que pudo ser y no fue, listo para que alguien lo recoja (o desenfunde) de nuevo.
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