Muere Ricardo Piglia, un cl¨¢sico contempor¨¢neo de la literatura en espa?ol
El escritor y cr¨ªtico argentino falleci¨® a la edad de 76 a?os
Muri¨® Ricardo Piglia, aquel ni?o que naci¨® y creci¨® en ausencia de literatura, pero que tan pronto aprendi¨® a leer quiso ser escritor para encontrar el mecanismo que le revelara la magia de aquellas combinaciones de palabras que lo sacaban de este mundo.
Ese era Ricardo Emilio Piglia Renzi, fallecido hoy a los 76 a?os. Lector, cr¨ªtico, editor, guionista, profesor de literatura y, sobre todo, narrador, Piglia naci¨® en Adrogu¨¦, provincia de Buenos Aires, el 24 de noviembre de 1940. Vivi¨® entre Argentina, EE UU y la literatura, pero pas¨® sus ¨²ltimos meses en Buenos Aires a causa de una esclerosis lateral amiotr¨®fica (ELA) que afect¨® a sus m¨²sculos pero no le quit¨® la lucidez intelectual y creativa, por lo cual trabaj¨® hasta casi el ¨²ltimo momento.
Desde su debut como escritor, en cambio, en 1967 con el volumen de cuentos La invasi¨®n, empez¨® a recibir el reconocimiento de sus colegas. Un libro donde aparece Emilio Renzi, su alter ego periodista y aspirante a escritor, habitual en sus obras. Sus historias se caracterizan por ser tramas sentimentales o de bajos fondos que esconden alg¨²n secreto, rodeadas por un suceso policial que lo lleva a indagar sobre el poder y sus resortes.
Autor de tres libros de cuentos, seis ensayos y una novela corta, Piglia escribi¨® cinco novelas, entre 1980 y 2013. Desde la primera, Respiraci¨®n artificial, se gan¨® un lugar entre los autores latinoamericanos indiscutibles posteriores al boom. A esa historia sobre la dictadura militar de su pa¨ªs le siguieron 12 a?os de silencio, hasta La ciudad ausente. Cinco a?os m¨¢s tarde, en 1997, su literatura lleg¨® al gran p¨²blico con Plata quemada. Otros 13 a?os de silencio fueron interrumpidos con Blanco nocturno, en 2010, y una estela de premios. Su ¨²ltima novela fue El camino de Ida, en 2013, publicada en Espa?a por Anagrama, como las anteriores.
Antes de Respiraci¨®n Artificial, escribi¨® cuentos y ensayos sobre escritores, el arte de escribir, la cr¨ªtica literaria y la edici¨®n; entre todos destaca Cr¨ªtica y ficci¨®n.
La obra de su vida
A los 16 a?os, Piglia cogi¨® un cuaderno y comenz¨® el proyecto de su vida: sus Diarios. Esos cuadernos que empez¨® a escribir en 1957 y que se fueron apilando en silencio mientras se convert¨ªan en leyenda, porque aunque se sab¨ªa de su existencia nadie los hab¨ªa le¨ªdo. Hasta que en 2011 Piglia public¨® algunos fragmentos en Babelia. Los empez¨® cuando con su familia se fue de Adrogu¨¦a Mar del Plata, en un intento de su padre de dejar atr¨¢s el pasado: ¡°3 de marzo de 1957 (Nos vamos pasado ma?ana.) Decid¨ª no despedirme de nadie. Despedirse de la gente me parece rid¨ªculo. Se saluda al que llega, al que uno encuentra, no al que se deja de ver. Gan¨¦ al billar, hice dos tacadas de nueve. Nunca hab¨ªa jugado tan bien. Ten¨ªa el coraz¨®n helado y el taco golpeaba con absoluta precisi¨®n (...) Despu¨¦s fuimos a la pileta y nos quedamos hasta tard¨ªsimo. Me zambull¨ª del trampol¨ªn alto. Desde tan arriba las luces de la cancha de paleta flotaban en el agua. Todo lo que hago me parece que lo hago por ¨²ltima vez".
En aquellas palabras ya estaba su futuro. El cambio de ciudad, de vida, le fue despejando todo y empez¨® a planificar lo que le gustar¨ªa ser y hacer. A?os despu¨¦s explicar¨ªa: ¡°El diario, sin duda, es un g¨¦nero c¨®mico. Uno se convierte autom¨¢ticamente en un clown. Un tipo que escribe su vida d¨ªa tras d¨ªa es algo bastante rid¨ªculo. Es imposible tomarse en serio. La memoria sirve para olvidar, como todo el mundo sabe, y un diario es una maquina de dejar huellas. Me gustan mucho los primeros a?os de mis diarios porque all¨ª lucho con el vac¨ªo total: no pasa nada, nunca pasa nada en realidad, pero en ese tiempo me preocupaba, era muy ingenuo, estaba todo el tiempo buscando aventuras extraordinarias. Empec¨¦ a robar la experiencia a gente conocida, las historias que yo me imaginaba que viv¨ªan cuando estaban conmigo. Escrib¨ªa muy bien en esa ¨¦poca, dicho sea de paso, mucho mejor que ahora, ten¨ªa una convicci¨®n absoluta, que es siempre la mejor garant¨ªa para construir un estilo¡±. No era nostalgia, sino la sensatez y la cordura del cr¨ªtico que era ¨¦l.
Si con 16 a?os conoc¨ªa el camino, con 18 descubri¨® a uno de sus dioses tutelares: William Faulkner. Y ya no hubo vuelta atr¨¢s. La mansi¨®n cay¨® en sus manos y ya no pudo dejar su obra: ¡°La lectura de Faulkner es uno de los grandes acontecimientos de mi vida¡±.
No hab¨ªa nada que hacer ante ese hallazgo. Su familia, que quer¨ªa que ¨¦l estudiara Ingenier¨ªa, se debi¨® conformar con sus estudios de Historia en la Universidad de La Plata. ?Alguien que tiene claro que quiere ser escritor se pone a estudiar Historia en lugar de algo af¨ªn? S¨ª. ¡°Pensaba, con raz¨®n, que si estudiaba Letras me iba a costar seguir interesado en literatura¡±. No quer¨ªa leer por obligaci¨®n ni que evaluaran sus conocimientos sobre literatura. Junto a Faulkner estaban los argentino Jorge Luis Borges, Roberto Arlt.
¡°Escribir es sobre todo corregir, no creo que se pueda separar una cosa de otra¡±, dec¨ªa como una letan¨ªa el autor argentino.
Detr¨¢s de todo ese amor y pasi¨®n por la literatura y el arte de escribir estaba Steve Ratliff, un norteamericano a quien llamaban El ingl¨¦s, que trabajaba en una compa?¨ªa exportadora de pescado de Mar del Plata. Fue el primero que le habl¨® de Faulkner, de Scott Fitzgerald y de los autores estadounidenses.
Una vez diagnosticada la enfermedad, Ricardo Piglia se dedic¨® a organizar y editar los textos que ten¨ªa pendientes o inacabados. En especial los Diarios que logr¨® reunir en tres vol¨²menes, de los cuales dos ya han sido publicados: Los diarios de Emilio Renzi. A?os de formaci¨®n y Los diarios de Emilio Renzi. Los a?os felices.
Hace mucho tiempo se hablaba de Piglia como un autor imprescindible. 60 a?os atr¨¢s, ese hombre que cada vez intrigaba a m¨¢s gente le¨ªa de manera desordenada, y fue el inter¨¦s por una chica la llave que le descubri¨® el amor por los libros, como confes¨® a Leila Guerriero en una entrevista en Babelia en 2010: ¡°Yo ya le¨ªa, pero sin m¨¦todo. Hab¨ªa tenido una noviecita en Adrogu¨¦. El padre era de familia de anarquistas, le¨ªan mucho. ?bamos caminando, hab¨ªa un muro alto, y ella me dijo: ¡®?Est¨¢s leyendo algo?¡¯. Y yo hab¨ªa visto, en una librer¨ªa, La peste, de Camus. Y le dije: ¡°S¨ª. La peste¡±. Y me dijo: ¡°Prest¨¢melo¡¯. Me da verg¨¹enza contar esto, pero compr¨¦ el libro, lo le¨ª esa noche, lo arrugu¨¦ un poco para que pareciera usado, y se lo llev¨¦ al d¨ªa siguiente. Y ah¨ª empec¨¦ a leer¡±.
Babelia
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