El paseante de Vancouver, Fred Herzog
Pionero de la fotograf¨ªa en color, su obra pas¨® desapercibida durante d¨¦cadas. Un libro recoge por primera vez su obra
Bajo el resplandor de los neones de Granville Street, Fred Herzog (Stuttgart, Alemania, 1930) sujetaba su c¨¢mara con firmeza. Pacientemente escudri?aba cada detalle, cada movimiento de aquellos lugares a donde incansablemente acud¨ªa, buscando penetrar en la epidermis de la que se hab¨ªa convertido en su ciudad; Vancouver. Desde comienzos de los a?os cincuenta y durante m¨¢s de cinco d¨¦cadas, el fot¨®grafo busc¨® en sus calles la 'quebradiza objetividad literaria', que hab¨ªa admirado en la prosa de Flaubert, o en Manhattan Transfer de John Dos Passos: el retrato cambiante y heterog¨¦neo del ir y venir de la ciudad moderna, rico en matices humanos y paisaj¨ªsticos. Lo hizo a trav¨¦s de su c¨¢mara y en color.
Se sent¨ªa atra¨ªdo por la desordenada coreograf¨ªa de la calle y el impredecible ritmo que marcaba el azar. Sin embargo, hu¨ªa del 'momento decisivo' que predominaba en las fotograf¨ªas que se reproduc¨ªan en las revistas ilustradas. M¨¢s tendente a una pausada observaci¨®n, le gustaba trabajar con pel¨ªcula Kodachrome para diapositivas. A cambio de un mayor tiempo de exposici¨®n, pod¨ªa reproducir la realidad tal como era; en color. Por aquel entonces, solamente Helen Levitt y Saul Leiter hab¨ªan osado retratar la calle utilizando pel¨ªcula de color (denostado por la comunidad art¨ªstica y asociado a la publicidad y las reproducciones en masa). Levitt utiliz¨® el color de forma accidental, sin incorporarlo al car¨¢cter de la imagen. Para Leiter se convertir¨ªa en un fin, utiliz¨¢ndolo de una forma m¨¢s l¨ªrica y sentimental que como lo har¨ªa Herzog. La obra personal de Leiter, al igual que ocurri¨® con la de Herzog, pas¨® desapercibida durante d¨¦cadas. Hubo que esperar al 2006, para que la publicaci¨®n de Early colours, (por la editorial Steidl) le otorgase el reconocimiento internacional del que disfruta en la actualidad y hubiese mereci¨® en vida. De esta suerte, es otra editorial alemana, Hatje Cantz, la que hace justicia a la pr¨¢cticamente desconocida obra de Fred Herzog, reuniendo m¨¢s de 230 im¨¢genes in¨¦ditas en un monogr¨¢fico, Fred Herzog, Modern Color.
¡°El color como un medio de expresi¨®n aut¨®nomo, pero sin sensacionalismo. El color como informaci¨®n adicional con un efecto est¨¦tico colateral, esto fue lo que interes¨® a Fred Herzog y result¨® en una obra que goza de una coherencia poco usual, art¨ªsticamente persuasiva, innovadora y perspicaz, que a trav¨¦s de aproximadamente 100,000 fotograf¨ªas dejan a uno con la boca abierta - simplemente en t¨¦rminos de cantidad y calidad¡±, escribe Hans-Michael Koetzle en el libro.
La fotograf¨ªa le fascinaba desde muy peque?o. Aun recuerda una imagen del puerto de Vancouver que vio reproducida en uno de sus libros de texto. A los once a?os qued¨® hu¨¦rfano de madre. Cuatro a?os despu¨¦s su padre muri¨® poco despu¨¦s de volver de la guerra. Con veinte a?os compr¨® su primera c¨¢mara y a los veintid¨®s emigr¨® a Canad¨¢. Instalado en Vancouver trabaj¨® en un barco de carga hasta que encontr¨® trabajo como fot¨®grafo dentro del gremio de la medicina.
Comenz¨® a vagar por las calles con su c¨¢mara, centr¨¢ndose solamente en aquello que le resultaba af¨ªn. Vancouver le parec¨ªa ¡°cautivadoramente ra¨ªdo y colorido¡±. No hab¨ªa semana en la que redujera su media de disparar dos carretes. As¨ª los modestos barrios obreros, las vallas publicitarias, los barcos del muelle, los destartalados coches y los viejos edificios, que poco a poco ir¨ªan desapareciendo, se convirtieron en repetidos motivos de su obra a lo largo de a?os. ¡°Las vecindades nuevas, seguras y honestas no dan pie a im¨¢genes interesantes¡±, se?alaba el fot¨®grafo.
Cuando en 1959 vio por primera vez la obra de Robert Frank qued¨® impresionado por la aparente facilidad con la que el fot¨®grafo suizo convert¨ªa en fotograf¨ªa su experiencia cotidiana, de tal forma que vivir y fotografiar se hac¨ªan inseparables. Pero fue con Walker Evans, cuya obra no conoci¨® hasta 1962, con quien realmente sinti¨® una profunda identificaci¨®n. Identificaci¨®n que queda reflejada en el rigor y claridad de la mirada del fot¨®grafo alem¨¢n (acabar¨ªa adoptando la nacionalidad canadiense), que deliberadamente evita lo sentimental y la an¨¦cdota, no por convencimiento est¨¦tico sino como una disposici¨®n. ¡°La amplitud de su visi¨®n solo encuentra rival en la precisi¨®n con la que enlaza el contenido con un profundo significado¡±, dir¨ªa Herzog sobre Evans. ¡°Al igual que Herzog, Evans estaba en desacuerdo con el giro de la sociedad moderna hac¨ªa una alienaci¨®n colectiva. As¨ª, ambos buscaban esas visiones y objetos cotidianos por los cuales sent¨ªan gran afecto. Ambos entendieron que la clave para entender el significado de una ¨¦poca se encuentra en esas peque?as cosas sometidas a la gran presi¨®n de las fuerzas del progreso ¡±, escribe David Campany.
¡°Mostr¨¦ el sue?o americano en los p¨®sters. Mostr¨¦ coches viejos, coches nuevos, coches destartalados, la gente dentro de ellos y el deterioro de los coches- m¨¢s como un fen¨®meno que como una cr¨ªtica social. Mi intenci¨®n fue ser ideol¨®gicamente neutro¡±, se?alaba el artista en art¨ªculo publicado en la revista Time, en 2011. La obra de Herzog, al igual que lo hizo la de Evans, pone en evidencia la importancia de la contenci¨®n fotogr¨¢fica, de no rebasar el l¨ªmite, disponiendo del sujeto retratado en favor de una est¨¦tica determinada. ¡°Esto solo resulta efectivo si el tema est¨¢ tambi¨¦n contenido; edificios corrientes, gente corriente, escenas corrientes ?(la fotograf¨ªa puede reproducir el tema como lago bello, extra?o, o incluso trascendente, pero est¨¢ enraizada en lo cotidiano y en lo an¨®nimo). Esta forma de observar con la c¨¢mara resulta en im¨¢genes rotundas que alcanzan un poder y una longevidad excepcional¡±, se?ala Campany.
Herzog vendi¨® su primera copia en 1970. Ya retirado, en los 90 comenz¨® a digitalizar su extraordinario archivo. En el 2007 se celebr¨® una gran retrospectiva de su obra en Vancouver, que le lanz¨® a un reconocimiento internacional. Con Fred Herzog, la historia de la fotograf¨ªa debe ser reescrita. ¡°Al menos los cap¨ªtulos m¨¢s recientes sobre el tema del color- o de forma m¨¢s sucinta, sobre el uso art¨ªstico del color- requiere una revisi¨®n que podr¨ªa ser alegremente sobre un reci¨¦n llegado, a quien los futuros historiadores encontraran dif¨ªcil de ignorar¡±, concluye Koetzle.
Fred Herzog, Modern Color. Hatje Cantz. 320 p¨¢ginas. 38 euros
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