Las balas se hacen rosas
Juan Carlos Pallarols, un orfebre argentino descendiente de espa?oles, crea flores contra las guerras
Este hombre, Juan Carlos Pallarols, argentino de ascendencia espa?ola, es mucho m¨¢s que un orfebre. Es una ONG contra las guerras. Convierte las balas en rosas y ahora quiere llenar el mundo en conflicto de esas rosas que nacen de sus manos.
Es argentino de todas partes, de Espa?a tambi¨¦n; ¡°descendiente de espa?oles que iban y ven¨ªan desde el siglo XIX¡±. Trabajadores de metales preciosos. Tiene 74 a?os y su familia se dedic¨® siempre a trabajar con la plata y con el oro. Estas rosas que ahora cultiva son para la paz. Hace dos a?os, comenz¨® a hacerlas con este prop¨®sito. Ahora parece la lucha de su vida.
Rosas de plata, de oro... Rosas que hace con balas. Las balas de la guerra de las Malvinas, las de la Guerra Civil espa?ola. En aquella murieron seiscientos j¨®venes argentinos ¡°en una guerra para nada¡± frente a las tropas brit¨¢nicas. ¡°Luego otros seiscientos se suicidaron, locos por culpa de aquella guerra¡±.
En la guerra espa?ola, en un bando y en otro, murieron once familiares suyos. Una de esas rosas, de plata esta, le fue entregada en la reciente Fitur a la reina de Espa?a, do?a Letizia. Pallarols cuenta su historia este domingo, sentado en el Caf¨¦ Gij¨®n antes de volver a Argentina.
Su abuelo hac¨ªa los bastones de mando de los presidentes argentinos, desde Hip¨®lito Yrigoyen, que saludaba diciendo ¡°yo hasta cuando vengo voy¡±. Y ¨¦l, heredero de esa estirpe a la que sigui¨® su padre, labr¨® un muy especial bast¨®n de mando (de madera) para Ra¨²l Alfons¨ªn, que reinaugur¨® la democracia argentina en 1983, a pesar de la oposici¨®n del militar Scilingo (ahora preso en Espa?a).
Esa estirpe ha hecho historia en el arte de la plater¨ªa en Argentina. Los Pallarols. Pero Juan Carlos no es solo catal¨¢n ¡ª¡°y del Bar?a¡±¡ª, sino que es de casi todas partes. Esta es la ristra de apellidos que suenan en su ¨¢rbol geneal¨®gico: Aboy (gallego), Torres (¡°los que hacen chocolates y bebidas en Catalu?a¡±), los vascos Irazustabarrena y Urretavizcaya...
Su casa en Buenos Aires fue, desde los tiempos de sus padres, ¡°la Universidad de la no guerra¡± porque el trauma de la guerra los vacun¨® contra las balas.
De ese disgusto que aliment¨® su pasado naci¨® la obsesi¨®n antibelicista. ¡°De ni?o yo ten¨ªa una cajita de l¨¢pices con balas de la Guerra Civil espa?ola. Yo ayudaba a mi abuelo a hacer piezas de plater¨ªa. Pens¨¦ que hab¨ªan pasado ochenta a?os de esa contienda, hubo muertos en la batalla y en la posguerra... ?Y para qu¨¦ sirvi¨® la guerra? Para nada. La guerra nunca es una soluci¨®n para nada. Y acababa de ocurrir la guerra de las Malvinas. Otra guerra para nada. Me trajeron balas de esa guerra in¨²til, balas inglesas, balas argentinas, y balas del L¨ªbano, de Afganist¨¢n... de muchos lugares en los que hubo guerra. Fui fundiendo las c¨¢psulas de las balas y con eso hice los p¨¦talos de todas las rosas¡±.
Pallarols se reuni¨® con quienes sufrieron la guerra de las Malvinas, esa aventura en la que los militares argentinos metieron a su pa¨ªs para desviar la atenci¨®n del desastre nacional. De esas conversaciones naci¨® su convicci¨®n: convertir los proyectiles en rosas. Ah¨ª est¨¢n, punzantes, tambi¨¦n las espinas. ¡°Puntiagudas, espinas que se combinan con la belleza de la flor. Porque la realidad son espinas, lo que se siente, lo que hiere. Es la defensa de la rosa para conservarse frente a los bichos, y es el esp¨ªritu con el que la flor ahuyenta el odio¡±.
Las rosas de la paz que esculpe Pallarols est¨¢n en Londres, en las Malvinas, en Buenos Aires, bajo el mar. En Espa?a, en manos de do?a Letizia ahora. All¨ª donde alcanz¨® el dolor de las guerras hay una rosa de Pallarols... Con este proyecto viajar¨¢ a Israel y a Palestina. Y prepara, para los 35 a?os de las Malvinas, dos rosas gigantes, una para Londres y otra para Buenos Aires. Con las espinas del dolor, con las balas de la guerra, p¨¦talos contra el olvido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.