El ¡®efecto Beaubourg¡¯
El 31 de enero de 1977 abri¨® sus puertas el Centro Pompidou, un ingenio convertido en modelo para museos de todo el mundo
Los museos nos parecen con frecuencia establecimientos abstra¨ªdos del tiempo que sucede fuera de ellos; preservan una cultura ya transcurrida, perpet¨²an para el visitante un pasado. La misma definici¨®n can¨®nica de museo dice de ¨¦l que es una instituci¨®n ¡°permanente¡±, esto es virtualmente eterna, fuera del tiempo. Pero nada m¨¢s lejos de la realidad. Los museos, artefactos modernos, se transforman permanentemente y hasta se dir¨ªa que son agentes aventajados del cambio social.
Ning¨²n otro episodio de la Revoluci¨®n Rusa tuvo mayor significaci¨®n que la toma del palacio de Invierno hace ahora casi un siglo, por la que los bolcheviques se hac¨ªan con el Ermitage. La nacionalizaci¨®n del Museo del Prado se distingui¨® como signo eminente de la revoluci¨®n de 1868. La apertura del Louvre como museo p¨²blico tuvo lugar en 1793, poco despu¨¦s de la ejecuci¨®n del depuesto Luis XVI. Supon¨ªamos que las revoluciones se hac¨ªan en cualquier lugar, excepto en los museos, y la realidad hist¨®rica nos dice, por el contrario, que en sus espacios ocurren cambios decisivos, a los que se prestan con la mayor fuerza simb¨®lica. Un constructo insurrecto a este prop¨®sito fue el que se inaugur¨® hace ahora 40 a?os, el 31 de enero de 1977, con el nombre de Centre Georges Pompidou en Par¨ªs. El edificio concebido por Renzo Piano y el high tech Richard Rogers no guardaba ning¨²n parecido reconocible con la arquitectura de museos precedentes. El aspecto maquinal de esa construcci¨®n, andamio del devenir, instalaci¨®n hiperb¨®lica de la mec¨¢nica productiva, fantas¨ªa naif de una f¨¢brica de la cultura, romp¨ªa con todos los esquemas conocidos en la edificaci¨®n de museos hasta la fecha. El entonces joven Renzo Piano, pr¨®digo despu¨¦s en la edificaci¨®n de museos merecidamente c¨¦lebres, como el de la colecci¨®n Menil en Houston y la Fundaci¨®n Beyeler en Basilea, realizaba una ¨®pera prima cuya incidencia en el presente y en el futuro fue literalmente proverbial.
Inmediatamente despu¨¦s de abrirse al p¨²blico tama?a novedad apareci¨® el escrito de Jean Baudrillard El efecto Beaubourg, para denunciar la consagraci¨®n del museo como espacio predispuesto a dar rienda suelta a la cultura de masas y albergar un puro simulacro como modelo de civilizaci¨®n. Quien lea el ensayo de Baudrillard percibir¨¢ en su descuidada e insatisfecha escritura el apremio de una sensibilidad cultural agraviada por el artefacto erigido en el Marais de Par¨ªs contra todo pron¨®stico. Y de mil maneras secundaron otros los cargos de Baudrillard contra el Beaubourg. Con mayor radicalidad lo hab¨ªa hecho ya en 1976 el relato ut¨®pico del soci¨®logo libertario Albert Meister Beaubourg, una utop¨ªa subterr¨¢nea. Y con mayor amplitud, ya con datos para un balance de lo acontecido, mucho despu¨¦s, en 2009, lo har¨ªa Stefania Zuliani en el ensayo Efecto museo, cuyo objeto no era ya solo el Beaubourg, sino el museo mismo como agente de perversi¨®n de la cultura.
M¨¢s de 100 millones de visitantes han disfrutado de sus colecciones y exposiciones en estas cuatro d¨¦cadas
Beaubourg denomina en definitiva el lugar de Par¨ªs ocupado por el Centre Georges Pompidou, para cuya reinterpretaci¨®n ejerce de paradigma. Antes de que se iniciara la cimentaci¨®n del edificio, el Beaubourg fue un gigantesco socav¨®n en el coraz¨®n de la ciudad, producto de demoliciones masivas que inquietaron a muchos, y no sin raz¨®n. Par¨ªs hac¨ªa hueco para la m¨¢quina con la que se propon¨ªa recuperar un protagonismo perdido a favor de Nueva York como metr¨®poli del arte contempor¨¢neo. Y el Centro construido llevar¨ªa el nombre de su promotor pol¨ªtico, Georges Pompidou, elegido presidente de la Rep¨²blica Francesa en 1969 y lamentablemente fallecido en 1974, antes de que el edificio se hubiera levantado. Era y es este, en efecto, un producto del gaullismo cultural, una concreci¨®n colosal de la maison de la culture por cuyo provecho civilizador hab¨ªa abogado Andr¨¦ Malraux como ministro del general De Gaulle. No se construy¨® un museo al uso, sino un ingenio que hab¨ªa de albergar el por entonces deca¨ªdo Mus¨¦e National d¡¯Art Moderne, al frente del cual fue designado ya en 1974 Pontus Hult¨¦n, en combinaci¨®n y correlaci¨®n con un flamante Centro de Creaci¨®n Industrial (CCI), la ambiciosa Biblioteca de Informaci¨®n P¨²blica (BIP) y el instituto dedicado a la investigaci¨®n ac¨²stica (Ircam), cuya direcci¨®n asumir¨ªa Pierre Boulez. Un dispositivo absolutamente asombroso, ideado para la exhibici¨®n, la investigaci¨®n, las artes esc¨¦nicas, el ensayo interdisciplinar, el encuentro, la custodia y la producci¨®n se puso en marcha en el Beaubourg con medios, atribuciones y voluntades que no se hab¨ªan conocido hasta entonces en ning¨²n proyecto museol¨®gico del mundo.
Las modestas colecciones que se mudaron del Palais de Tokyo al Beaubourg aumentaron extraordinariamente en la nueva sede del Museo Nacional, preparado tambi¨¦n para que la afluencia de p¨²blico se disparara. ?M¨¢s de 100 millones de visitantes han disfrutado de las colecciones y exposiciones del Beaubourg en sus cuatro d¨¦cadas de existencia! A ello han contribuido exposiciones que crearon historia, como la que se abri¨® cual manifiesto del Centro en 1977: Par¨ªs-N. York, seguida de tantas y tan extraordinarias. En 1989 presentar¨ªa Magos de la Tierra, exposici¨®n a destacar entre las importantes, pues con ella se inicia ejemplarmente la apertura de los museos de arte contempor¨¢neo al lenguaje de la llamada globalizaci¨®n. Y un cuidado en la calidad de sus ensayos museogr¨¢ficos, como en sus muestras temporales, se ha preservado indiscutiblemente en ese establecimiento, que la ha sabido conjugar con grandes aforos: basta pensar en la retrospectiva dedicada el a?o pasado a Paul Klee, muy visitada y de una calidad poco com¨²n.
Ser m¨¢quina fue un riesgo asumido por el Beaubourg como edificaci¨®n museol¨®gica. Ninguna construcci¨®n envejece tan r¨¢pidamente como las m¨¢quinas, y esto entra en contradicci¨®n con el ¡°edificio eterno¡± que concibieron otros arquitectos en el pasado para albergar museos. Una puesta a punto de los engranajes y la sustituci¨®n de piezas se hacen necesarias peri¨®dicamente para mantener este ingenio. Pero muy pronto otros proyectos muse¨ªsticos quisieron asumir riesgos comparables y la historia de los museos inici¨® un nuevo ciclo tras la erecci¨®n del Centre Georges Pompidou. Porque esa arquitectura parlante habla la lengua del presente, del permanente af¨¢n de su puesta a punto. Sea en edificaciones de nueva planta como, entre nosotros, el Guggenheim Bilbao, sea en rehabilitaciones de arquitecturas preexistentes (centrales t¨¦rmicas, hospitales, c¨¢rceles, etc¨¦tera) como museos, sea en forma de extensiones y ampliaciones de museos anteriores, el modelo edificatorio del ingenio motor se impuso en el ¨¢mbito planetario para hospedar colecciones y exhibiciones.
La incidencia del modelo Beaubourg, a juzgar por el n¨²mero de sus ¨¦mulos, ha sido prodigiosa. Desde la creaci¨®n del South Kensington Museum a mediados del siglo XIX no hab¨ªa resultado de la invenci¨®n museol¨®gica un est¨¢ndar tan imitado. Sus virtudes como reclamo para grandes audiencias, su incrustaci¨®n en el tejido urbano como edificio-ciudad, como hiperespacio de las artes, su comunicaci¨®n voceadora y la hipertrofia museol¨®gica que fomenta han generado, en efecto, una nueva cultura. Naci¨® en respuesta a la rebeld¨ªa antimuseo del arte joven en la d¨¦cada de Mayo del 68 y a los movimientos sociales que cuestionaban la cultura establecida, e introdujo un canon tan imprevisto como exitoso, reforzado por la acci¨®n de otros colosos, como la Tate Modern.
En la actualidad, el Centre Pompidou cuenta con inmensas colecciones que mueve en su propio espacio, cambiando dos veces al a?o su museograf¨ªa, y tambi¨¦n fuera de ¨¦l, organizando exposiciones para otros con sus fondos. Y es ahora la casa madre de una red de museos que llevan su nombre y su programa: el erigido en Metz en 2004, el inaugurado en M¨¢laga en 2015, el museo itinerante que se instala temporalmente en diversas ciudades francesas¡
Otros se abrir¨¢n en el futuro, como probablemente habr¨¢ filiales que se cierren. De modo que en la hora de la mundializaci¨®n hay tambi¨¦n un espacio de localizaciones cambiantes por las que el Beaubourg se comunica fuera de Par¨ªs. El esfuerzo de proyecci¨®n que el Centro va a realizar este a?o con motivo de su aniversario ser¨¢ particularmente poderoso, en especial con gestos de descentralizaci¨®n que llevan programas del Beaubourg, en forma de decenas de exposiciones y espect¨¢culos, por toda la geograf¨ªa francesa. Se ha puesto en marcha, as¨ª pues, una din¨¢mica de innovaci¨®n a?adida a la que ya revolucion¨® la museolog¨ªa hace 40 a?os. No estaba el Centre Georges Pompidou a¨²n completamente inventado.
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