La derrota es amarga
Dos periodistas de EL PA?S candidatos al mejor corto documental relatan su experiencia en los Goya
Ahora se entiende todo. Los nervios. Las caras con un rictus cuando uno no se lleva el premio. O la sonrisa perfecta tratando de apaciguar el nudo en el est¨®mago. Los abrazos, la explosi¨®n de felicidad. Los que tartamudean en el discurso. Pierden el hilo o lloran o dan un traspi¨¦ subiendo la escalinata. Todo esto empieza a incubarse unos meses antes. Cuando uno consigue figurar entre los candidatos, el primer corte para entrar en la carrera. Y comienza el runr¨²n en tu entorno: ¡°Ya ver¨¢s como os lo llev¨¢is¡±. ¡°Os lo merec¨¦is¡±. ¡°?Lo sab¨ªa!¡±. Luego, sorpresa, te nominan, y ah¨ª te lo empiezas a creer un poco. Se va acercando la gala. ¡°Hay opciones¡±, te soplan. ¡°Ha gustado en la Academia¡±. Y comienzan a preguntarte por el discurso: ¡°Algo tendr¨¦is que preparar, ?no?¡±. Y esa es la clave. Si uno lo escribe es porque piensa que quiz¨¢ lo gane. Que esto va de verdad. Que igual toca subir ah¨ª arriba, dar la cara, agradecer, disfrutar ese minuto de gloria. Y el discurso se prepara del mismo modo que uno se coloca el esmoquin y la pajarita ante el espejo. Con mimo y equilibrio.
Todo listo, llega el gran d¨ªa. Y nos colamos casi como intrusos en las tripas de la gala, que se desarrolla en un gran hotel a las afueras de Madrid. Somos periodistas, hemos rodado un documental, y de pronto aqu¨ª estamos en la fiesta del cine espa?ol. A nuestra categor¨ªa, cortometraje documental, la convocan a primera hora, las seis de la tarde, cuatro horas antes de que comience el festejo. Nos hacen movernos en grupos de nominados. ¡°Cortos, seguidnos¡±. Y nos gu¨ªan por pasillos del hotel. Accedemos a una primera estancia. Hay fot¨®grafos, y sets preparados para retratar a las estrellas. Todav¨ªa no se ha dejado caer ninguno de los peces gordos. Ni almod¨®vares ni ar¨¦valos ni pen¨¦lopes. A Bayona, en cambio, lo hemos visto hace unos minutos en la puerta, con una mochila al hombro y pendiente de sus padres.
¡°Corto documental, a y media en punto, listos para el photocall¡±. A los nominados de los cuatro cortometrajes nos gu¨ªan de nuevo por el laberinto y, entre paneles, asoma la jaur¨ªa de la prensa. Resulta extra?o figurar a este lado de los flases y las miradas. Pertenecemos a ese otro mundo. Posamos como podemos. Sonre¨ªmos a nuestro compa?ero Bernardo P¨¦rez, que nos pide alg¨²n gesto para la foto. Charlamos con los colegas de Cultura. Y nos hacemos selfies porque a¨²n no nos lo creemos. La alfombra roja traza una ele. Fin. Ya estamos fuera.
Pasamos un par de horas esperando en la estancia de nominados. Pero en la reservada a las categor¨ªas menores de los Goya. Hay gente de documentales, largos y cortos, t¨¦cnicos, m¨²sicos. El sonidista de Un monstruo viene a verme habla en una esquina, mientras da sorbitos a un vino, de su director, Bayona. Dice que le gusta llevar a su equipo al l¨ªmite: ¡°Siempre te pide m¨¢s¡±. Es ingl¨¦s y le preocupa que apenas va a poder seguir la gala en espa?ol. Nos deseamos suerte. Entre cervezas, la espera comienza a hacerse larga. Y eso acrecienta los nervios. Ah¨ª fuera, los maestros del cine espa?ol ya comienzan a pulular entre pasillos. Salimos. Un hervidero de gente. Y empieza a subir la temperatura. Las azafatas piden que vayamos llenando la sala. Ah¨ª vamos.
El auditorio impresiona. Un anfiteatro repleto. Otro selfie para el recuerdo. Qui¨¦n sabe si volveremos alg¨²n d¨ªa. Nos colocamos en nuestro asiento. Fila cinco, algo esquinados. Pero buen sitio, al lado de Ra¨²l Ar¨¦valo, que ha empezado fuerte, llev¨¢ndose el primer galard¨®n. Eso seguro que significa algo. Los premios empiezan a volar. La gala se pasa como una pel¨ªcula, aqu¨ª dentro resulta amena, los chistes de Rovira hacen gracia (el de Agust¨ªn Almod¨®var y Psicosis, una genialidad), las carcajadas recorren el teatro, todo va m¨¢s r¨¢pido de lo que uno cree, los cabezones se suceden de forma vertiginosa, mientras vibran decenas de mensajes en el m¨®vil. ¡°Lo importante ya lo hab¨¦is conseguido¡±. Y entonces sucede ese momento en el que un par de actores j¨®venes presentan a los cuatro cortos documentales nominados. La pantalla se llena durante un instante con nuestra pel¨ªcula. Y con las otras tres candidatas. Abren el sobre. Palmas de las manos sudadas, un p¨¢lpito en el coraz¨®n. Y¡. Nada. Aplaudimos, damos la enhorabuena, otra vez ser¨¢.
La derrota es amarga y ahora son cerca de las cinco de la madrugada. Seguimos en el hotel donde se ha celebrado la gala, pero van apagando ya las luces y la m¨²sica de las salas de fiestas por las que han circulado actores y actrices, directores, guionistas, premiados y no premiados, incluso Albert Rivera, sin despertar demasiado inter¨¦s, y un solicitad¨ªsimo ??igo Errej¨®n, que tiene que esconderse en una esquina, mientras se forma cola para darle la mano y compartir unas palabras.
Es la hora de la retirada, por los pasillos circula un actor con un goya y dos o tres botellas de alcohol bajo el brazo, de camino quiz¨¢ a alguna habitaci¨®n a seguir celebrando. Un tipo con suerte. Hay otro, con el esmoquin desvencijado, roncando et¨ªlico sobre una butaca. Suena Frank Sinatra en la ¨²ltima fiesta abierta, la de Tarde para la ira, los compinches de Ra¨²l Ar¨¦valo, los ganadores de la velada.
Si uno lo piensa bien, la fiesta de los Goya es lo contrario a lo que se ve en la tele: un c¨²mulo de perdedores. El 75% de los nominados se ha ido con las manos vac¨ªas. David Trueba, que lleg¨® a ostentar el r¨¦cord de nominaciones no premiadas (11) antes de llev¨¢rselo por Vivir es f¨¢cil con los ojos cerrados, recomend¨® en una ocasi¨®n como terapia leer el discurso que uno iba a pronunciar en caso de haber salido. ?l sol¨ªa subirse a una silla. Y pronunciarlo entre risas y amigos. As¨ª que cerramos la noche purgando la derrota. Nuestro productor en el centro. Un director a cada lado. Y ante un micr¨®fono imaginario, comenzamos: ¡°Muchas gracias¡¡±. Y nos fundimos en un abrazo. Qu¨¦ grande ha sido el viaje. Y qu¨¦ ganas de volver a colarse de nuevo en esta fiesta. Qu¨¦ felicidad, qu¨¦ noche inolvidable.