El centenario de la Revoluci¨®n Rusa trae a los zares a Holanda
El Hermitage de ?msterdam presenta la tragedia de los Rom¨¢nov y la victoria de los bolcheviques en la ¨²nica muestra que podr¨¢ verse en Europa Occidental
La tragedia del zar Nicol¨¢s II de Rusia y su familia simboliza la transformaci¨®n hist¨®rica operada en su pa¨ªs en el siglo XX. Joven e inexperto a la muerte de su padre, Alejandro III, al que sucedi¨® con 26 a?os, mal aconsejado por sus ministros, reacio a las reformas e incapaz, por tanto, de administrar un territorio colosal minado por la pobreza, el hambre y las desigualdades, el peso de la corona le sobrepas¨®. ¡°No estoy preparado para esto. No s¨¦ nada de lo que es gobernar¡±, dijo, ante el cad¨¢ver de su progenitor. En el centenario de la Revoluci¨®n de 1917, el Hermitage de ?msterdam, la sucursal del legendario museo de San Petersburgo, sigue el descenso a los infiernos de la dinast¨ªa Rom¨¢nov y el estallido revolucionario en la ¨²nica muestra de su clase para Europa occidental.
Los Rom¨¢nov y la Revoluci¨®n es una mirada ¨ªntima a la familia de Nicol¨¢s y la zarina, Alejandra, y a sus hijos: las grandes duquesas Olga, Tatiana, Mar¨ªa y Anastasia, y Alexey, el zar¨¦vich, asesinados en 1918. En plena convulsi¨®n de una sociedad anclada en el feudalismo que Lenin supo galvanizar con la promesa de tres derechos fundamentales: ?paz, comida y tierra?.
De la fosa com¨²n a los altares
¡°La destrucci¨®n de la dinast¨ªa Rom¨¢nov era una obsesi¨®n para los revolucionarios. Al caer la autocracia, se crey¨® en Rusia con ilusi¨®n que todo ser¨ªa libertad, hermandad, amor y paz sin sangre. Pero se equivocaron. A las celebraciones le sigui¨® una horrenda guerra civil¡±, dice Mikhail Piotrovsky, director del Hermitage de San Petesburgo, en el cat¨¢logo de la exposici¨®n. El asesinato de los zares y sus hijos, adem¨¢s del resto de sus familiares, se ocult¨® durante la Revoluci¨®n. Nicol¨¢s era primo hermano de Jorge V de Inglaterra (abuelo de la actual reina Isabel II), y el Gobierno Provisional ruso de 1917 pens¨® en mandarle al exilio ingl¨¦s. La respuesta inicial fue que s¨ª. Luego, Jorge V temi¨® pagar las consecuencias de la impopularidad de su pariente y les dieron la espalda. En el a?o 2000, la Iglesia Ortodoxa rusa canoniz¨® a los zares asesinados y a tres de sus hijas, encontrados en 1991 en una fosa com¨²n. Es posible que Mar¨ªa y Alexey, hallados en 2007, lo sean el pr¨®ximo a?o.
La pinacoteca holandesa ha reunido 250 obras de la colecci¨®n de su casa madre rusa, el Archivo Estatal de Mosc¨² y el museo de Artiller¨ªa de San Petersburgo, y presenta a un Nicol¨¢s ¡°buen padre y esposo, pero mal gobernante¡±.
A la sorpresa de una filmaci¨®n de la boda de Nicol¨¢s y Alejandra, se suman escenas familiares en momentos de esplendor y duelo, incluido su arresto domiciliario tras la abdicaci¨®n en 1917.
Junto a la foto del cad¨¢ver de Rasput¨ªn, el gu¨ªa espiritual de la zarina, que le crey¨® sanador de su hijo hemof¨ªlico, se ven cuatro grupos de recuerdos que persiguen al visitante: los dibujos y juguetes de los hijos de los zares, que ten¨ªan entre 14 y 23 a?os cuando fueron ejecutados; el diario de su madre, con la ¨²ltima entrada fechada el 16 de julio de 1918, la noche antes del fusilamiento en el s¨®tano de la Casa Ip¨¢tiev; una de las bayonetas usadas para rematar a la familia y a cuatro sirvientes, y muchas fotograf¨ªas: de la avalancha de la coronaci¨®n, en 1894, cuando el gent¨ªo hambriento se atropell¨® en Mosc¨² ante un reparto festivo de comida y hubo m¨¢s de un millar de muertos, a las trincheras de la I Guerra Mundial, que desangr¨® al pa¨ªs y destruy¨® el campo.
Las dimensiones del Hermitage holand¨¦s han permitido reproducir El Pasaje, las galer¨ªas comerciales de San Petersburgo, abiertas en 1848. La recreaci¨®n de sus escaparates devuelve la doble imagen de la sociedad en que se fragua la amenaza a la autoridad de los zares: a un lado, las exquisitas alhajas de Faberg¨¦, el joyero de la nobleza y proveedor luego de armamento, o una profusi¨®n de jarrones art nouveau y delicados vestidos de seda y uniformes de gala; al otro, una resplandeciente colecci¨®n de figuras de porcelana vestidas como en los distintos rincones del Imperio y carteles de la guerra ruso-japonesa (1904-1905), un desastre para Mosc¨².
Coronado en 1894, Nicol¨¢s II llevaba una d¨¦cada en el poder, y la cat¨¢strofe b¨¦lica, unida al Domingo Sangriento, cuando la Guardia Imperial dispar¨® contra una manifestaci¨®n de trabajadores a las puertas del Palacio de Invierno, desencaden¨® la Revoluci¨®n de 1905. Poco despu¨¦s, el zar, que preside la muestra en un retrato del pintor realista Ilya Repin, tuvo que prometer reformas constitucionales y aprobar la creaci¨®n de la Duma (asamblea legislativa), que despu¨¦s disolvi¨® sin pensar que eso encrespaba m¨¢s a los grupos que al final le derrocaron en 1917 y llevaron a la creaci¨®n de la Uni¨®n Sovi¨¦tica.
Superadas las galer¨ªas, el museo invita a introducirse en un t¨²nel del tiempo blanco, negro y rojo, que entre cuadros, ilustraciones e iconos, avanza hacia la desaparici¨®n de una dinast¨ªa de 300 a?os.
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