?So?adores e ilusos?
Quiz¨¢ haya llegado el momento de reconocer los l¨ªmites de la utop¨ªa tecno-digital frente a la violencia concreta y a los poderes materiales
Releo un libro que no ha sido traducido (en esta ¨¦poca, cuando se traducen hasta los estornudos). Lo escribi¨® el periodista Landolf Scherzer, que recorri¨® la que hab¨ªa sido l¨ªnea de frontera entre las dos Alemanias. El libro tiene como t¨ªtulo Der Grenz-G?nger, es decir el ¡°caminante de fronteras¡± o, mejor, ¡°a pie por la frontera¡±. Fue publicado en 2007 y me lo regal¨® una experta en las orillas que unen y separan culturas: Barbara G?bel, alemana, en parte criada en Argentina, antrop¨®loga y, ?para qu¨¦ decir m¨¢s?, directora del Instituto Iberoamericano de Berl¨ªn, la biblioteca donde se cuidan con devoci¨®n libros, manuscritos y peri¨®dicos en espa?ol y portugu¨¦s.
El periodista Scherzer recorri¨® varios centenares de kil¨®metros entre Turingia, Baviera y Hesse. De pueblo en pueblo, con una mochila verde y una libretita. Preguntando a quien encontraba c¨®mo andaba de trabajo, si antes ten¨ªa una mejor casa, por qu¨¦ su aldea se estaba despoblando, si le gustaba ser pastor o maestro y cosas as¨ª. Habl¨® con artesanos, peones, alcaldes de pueblos casi invisibles, campesinos, artistas, guardabosques, contrabandistas (por favor, l¨¦ase la lista en masculino y femenino), de todo un poco en un mundo rural lejano a las grandes ciudades, por donde pasaba la frontera de las dos Alemanias antes de la reunificaci¨®n. En la puerta de una iglesia, encuentra el siguiente cartel: ¡°Las fronteras fueron una cruz para los hombres. Buen Dios, arruinamos la vida buena con fronteras. ?Perd¨®nanos! ?Ay¨²danos!¡± (Lucas 19,41-46).
El impulso moral de esta caminata de centenares de kil¨®metros es comprobar con los propios ojos cu¨¢n diferentes eran los alemanes que hab¨ªan vivido de un lado y otro (o cu¨¢n iguales). No es algo sobre lo que simplemente pueda informar la sociolog¨ªa, sino la experiencia. El caminante de fronteras tiene la cabeza abierta y no solo las piernas resistentes.
El proyecto de EE UU de construir un muro indica que el pa¨ªs m¨¢s poderoso de Occidente se siente amenazado
Durante a?os nos referimos, a veces de modo bastante superficial, a la globalizaci¨®n, un proceso donde, adem¨¢s de la implacable expansi¨®n mundial de capitales, que pod¨ªa criticarse, todo lo dem¨¢s parec¨ªa bonito: Internet, las redes sociales, los contingentes de viajeros que volaban de un lugar a otro comprando sus tours en la web, las an¨¦cdotas a veces bobaliconas que acompa?an, como una sombra fant¨¢stica, todo gran cambio tecnol¨®gico. Hab¨ªa llegado el futuro. Pero, sin largos anuncios publicitarios y sin teor¨ªas acad¨¦micas, tambi¨¦n lleg¨® Trump.
Volvi¨® la ¨¦poca de las fronteras insalvables. Su proyecto de construir un muro que separe M¨¦xico de Estados Unidos indica que el pa¨ªs m¨¢s poderoso de Occidente se siente amenazado. La frase una vez escrita suena tan locamente inveros¨ªmil que parece el sue?o de un bur¨®crata kafkiano. El mal viene de afuera.
El entendimiento que hizo posible la Uni¨®n Europea ser¨ªa una fantas¨ªa de so?adores e ilusos. ?Se imaginan a Adenauer y De Gaulle, cuando comenzaron el largo proceso que condujo al Mercado Com¨²n, sentados a una mesa para exigirse compensaciones por el pacto de Versalles o la restituci¨®n de territorios perdidos en Alsacia-Lorena? Y ?si M¨¦xico decidiera desconocer el tratado que Estados Unidos le impuso con las armas y hoy reclamara territorios que perdi¨® en la Texas de mediados del siglo XIX?
En 1989, Alemania vio que la l¨ªnea de frontera entre la Rep¨²blica Democr¨¢tica de la Rep¨²blica Federal ca¨ªa junto con el muro que part¨ªa Berl¨ªn en dos. Significaba mucho m¨¢s que la reunificaci¨®n de un gran pa¨ªs. Permit¨ªa el optimismo. Pod¨ªa imaginarse que esa ser¨ªa la tendencia del siglo XXI que se aproximaba. Por supuesto, las esperanzas iban a ser defraudadas dos a?os despu¨¦s porque estallaron feroces guerras nacionalistas en Bosnia y Herzegovina. Las cosas no fueron tan sencillas como en esos d¨ªas afiebrados y pasionales de 1989, cuando cay¨® el muro. De todas maneras, la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn nos sigui¨® pareciendo un acontecimiento de potencial simb¨®lico descomunal precisamente porque el muro hab¨ªa condensado la idea misma de frontera: sus casetas, sus guardias, los rollos de alambre, los intentos de fuga. Nada puede quitarle a la ca¨ªda del muro su extraordinario simbolismo. Nos pareci¨® que eso era para siempre.
Trump no piensa de ese modo y su capacidad simb¨®lica es tan pobre que pone en el orden del d¨ªa la palabra ¡°wall¡±. Pronunciada por Trump, la palabra amenaza con arrojar al arca¨ªsmo las fantas¨ªas occidentales sobre globalizaci¨®n. Lo ¨²nico que hoy parece francamente global es la responsabilidad ¨¦tica con los refugiados que llegan del este, expulsados por el terrorismo y los autoritarismos. Y Trump tampoco quiere saber nada con los refugiados.
Quiz¨¢ haya llegado el momento de pensar que Internet no es la panacea frente a estas violencias concretas. Quiz¨¢ sea el momento de reconocer los l¨ªmites de la utop¨ªa tecno-digital frente a los poderes materiales. Solo se puede caminar tranquilo, como lo hizo el inteligent¨ªsimo periodista alem¨¢n en su libro, all¨ª donde las fronteras han ca¨ªdo.
¡®Der Grenz-G?nger¡¯. Landolf Scherzer. Aufbau Taschenbuch. Berl¨ªn, 2007.
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