?Es Pedro Bala?¨¢ el gran culpable de que no vuelvan los toros a Catalu?a?
Toreros, ganaderos y empresarios han abandonado a su suerte a los aficionados catalanes
A medida que transcurren los d¨ªas parece que se desvanece la esperanza de que los toros vuelvan a Catalu?a. No hay un pujante movimiento empresarial, ni una relevante exigencia taurina ni una exigente demanda social que haga pensar, al menos, en una confrontaci¨®n con el Gobierno catal¨¢n para que los aficionados puedan ejercer su derecho, legalmente reconocido, a presenciar un festejo taurino.
Hace unos d¨ªas, la Federaci¨®n de Entidades Taurinas de Catalu?a inform¨® en una nota de que se hab¨ªa reunido con el propietario de la plaza Monumental, Pedro Bala?¨¢ Mombr¨², y que este le hab¨ªa comunicado que, por el momento, no contempla la cesi¨®n del coso para celebrar espect¨¢culos taurinos ¡°por consideraciones jur¨ªdicas, sociales y pol¨ªticas¡±.
Si se tiene en cuenta que Barcelona es la ¨²nica ciudad catalana con plaza en estado de revista, muy feo se presenta el horizonte taurino catal¨¢n. Es decir, que no parece descabellado pensar que los toros no volver¨¢n nunca a esa comunidad a pesar de la luz al final del t¨²nel que signific¨® la sentencia favorable del Tribunal Constitucional.
?Qui¨¦n tiene la culpa de esta sinraz¨®n?
El due?o de la Monumental es responsable, pero no el ¨²nico, de que la fiesta no vuelva a Barcelona
No son pocos los que cargan en exclusiva contra el Grupo Bala?¨¢ por plegarse, supuestamente, a las exigencias de las autoridades y aceptar el deshonroso papel de cooperador necesario para que no se vuelva a escuchar un pasodoble en la Gran V¨ªas de las Cortes Catalanas.
Culpable s¨ª que es, sin duda, pero no el ¨²nico. Ni siquiera el m¨¢s importante.
El primer responsable de la desaparici¨®n de los toros en Catalu?a es el Parlament, que fue el que los prohibi¨®. Es cierto que el Constitucional ha restituido el derecho conculcado, pero la sentencia no empuja la puerta de la Monumental ni ordena el inicio del espect¨¢culo. Esa no es la misi¨®n de la justicia.
La importancia taurina de Catalu?a en el siglo XX se debi¨®, fundamentalmente, a una sociedad espa?ola proclive a esta afici¨®n y a un empresario genial que se llam¨® Pedro Bala?¨¢. Su conocimiento del sector, su fino olfato empresarial, su sagaz intuici¨®n, su sentido de la innovaci¨®n, y su reconocida capacidad para adelantarse a los gustos de los aficionados lo convirtieron en el protagonista absoluto de una ¨¦poca que elev¨® a Catalu?a -y a Barcelona, sobre todo- a la cima de la tauromaquia mundial.
La prohibici¨®n del Parlament lleg¨® cuando la tauromaquia estaba pr¨¢cticamente fenecida en la Comunidad
Pero don Pedro, como era conocido, muri¨® en 1965. Y le sucedi¨® su hijo, del mismo nombre. Y a partir de entonces, las cosas ya no fueron igual. No ten¨ªan por qu¨¦ serlo. Hab¨ªa cambiado el empresario, el gestor y el ideol¨®gico de una etapa irrepetible, y el heredero no hab¨ªa conservado todas las cualidades taurinas de su padre, como le ocurre a cualquier hijo de vecino. Adem¨¢s, comenzaron los cambios en la sociedad catalana, y, con el paso de los a?os, comenz¨® a asomar la cabeza el nacionalismo. Y un dato m¨¢s: el imperio empresarial de don Pedro inclu¨ªa una floreciente red de teatros y cines.
M¨¢s tarde, apareci¨® el nieto de la saga, de quien se dice que no se ha caracterizado nunca por su afici¨®n taurina. Se desentendi¨® de la fiesta y volc¨® su compromiso en las dem¨¢s parcelas del patrimonio familiar.
A estas alturas de la historia, estaba ya declarada la guerra del nacionalismo contra los toros, cerradas la mayor¨ªa de las plazas catalanas, avejentada la Monumental por el tiempo y la desidia empresarial, y cansada y disminuida la afici¨®n.
Y algo m¨¢s, y no poco importante: el toreo hab¨ªa dado la espalda a la Catalu?a taurina, y hab¨ªa asistido con actitud vergonzosa y silente al desmantelamiento de las plazas y la espantada de los aficionados. Mientras tanto, Pedro Bala?¨¢ Mambr¨², el nieto de don Pedro, dedicaba su atenci¨®n a los teatros y cines, n¨²cleo central de su negocio, y se acercaba -natural, por otra parte- a la Generalitat, entidad p¨²blica con la que debe trabajar cada d¨ªa.
?D¨®nde est¨¢n los taurinos? ?Cu¨¢ndo est¨¢ prevista una gran manifestaci¨®n en apoyo de los toros en Barcelona?
Y se produce entonces la prohibici¨®n del Parlament, que llega, no se olvide, cuando la tauromaquia estaba pr¨¢cticamente fenecida en la Comunidad (o llega precisamente por ello); tiempo despu¨¦s, la sentencia del Constitucional, y, hasta ahora, la nada, todo sigue igual; no se oye un mugido de toro bravo en toda Catalu?a.
Ni un mugido ni una consigna callejera que recuerde a los pol¨ªticos que la tauromaquia existe. ?D¨®nde est¨¢n las figuras del toreo, los ganaderos, los empresarios¡? ?Cu¨¢ndo est¨¢ prevista la celebraci¨®n de una gran manifestaci¨®n ante el Parlament que recuerde a los prohibicionistas que deben respetar la libertad de los ciudadanos que deseen ejercitar su derecho a ver toros?
Los protagonistas no est¨¢n, y, lo que es peor, no se les espera. Es m¨¢s c¨®modo, y tambi¨¦n m¨¢s irresponsable, buscar un culpable y lanzarle piedras hasta lapidarlo.
Es cierto que la imagen que ofrece Pedro Bala?¨¢ Mambr¨² en esta historia es manifiestamente mejorable, pero es un empresario y vela leg¨ªtimamente por sus intereses. No es justo que se le exija una inmolaci¨®n cuando esta fiesta no brilla precisamente por el compromiso de los que viven de ella. Y Pedro Bala?¨¢ es uno m¨¢s
Claro que si en Catalu?a palpitara una afici¨®n pujante, distinta ser¨ªa su actitud, y, con seguridad, el Parlament no hubiera aceptado iniciativa alguna contra la tauromaquia.
La labor de la Federaci¨®n de Entidades Taurinas de Catalu?a es encomiable, pero sus miembros saben que est¨¢n solos; ya es triste que los abandone el due?o de la Monumental, pero lo m¨¢s dram¨¢tico es que los ha abandonado el toreo¡
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