Muere a los 93 a?os Seijun Suzuki, padre del cine ¡®yakuza¡¯
La filmograf¨ªa de serie B del cineasta japon¨¦s influy¨® a directores como Quentin Tarantino
![El director japonés Seijun Suzuki, en el festival de Cannes en 2005.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/5775B6RJHEHABT4ZBWXP3J64TQ.jpg?auth=7dc85b525e7c9b54ea8c2c940403aa8c11a57999911200a74fa2220c05aa43fd&width=414)
Cuando cineastas como Kaneto Shindo, Shohei Imamura, Nagisa Oshima, Masahiro Shinoda, Hiroshi Teshigahara y Ko Nakahira emprend¨ªan su particular rebeli¨®n contra el clasicismo en el seno de la Nueva Ola del cine japon¨¦s, otros creadores libraban su propia lucha contra la uniformidad en el territorio del cine de consumo amparado por la industria. Entre mediados de los 50 y la d¨¦cada siguiente, dos nombres destacaron en ese ¨¢mbito por su acusada singularidad: Yasuzo Masumura y Seijun Suzuki, dos figuras que quiz¨¢ podr¨ªan emparentarse, en su sostenida capacidad para trascender los moldes del cine de g¨¦nero con grandes atrevimientos estil¨ªsticos y conceptuales, con francotiradores del cine norteamericano de serie B como Edgar Ulmer, Joseph H. Lewis y Samuel Fuller.
La muerte de Seijun Suzuki a los 93 a?os de edad, v¨ªctima del enfisema que en los ¨²ltimos a?os le conden¨® a no separarse de su respirador, deja un legado art¨ªstico formado por m¨¢s de una cincuentena de t¨ªtulos, que recorrieron g¨¦neros tan diversos como el melodrama, el musical, el erotismo, el cine negro y la pel¨ªcula de yakuzas, territorio este ¨²ltimo en el que el cineasta lograr¨ªa sus trabajos m¨¢s influyentes. Suzuki fue reivindicado ¨Cy respetuosamente copiado- por cineastas como Jim Jarmusch, que en su Ghost Dog (1999) emulaba casi plano a plano una memorable escena de Marcado para matar (1967) ¨Cla pel¨ªcula que le cost¨® su despido del estudio Nikkatsu-, y Quentin Tarantino, que en el desbordado cl¨ªmax de Kill Bill. Volumen 1 (2003) se apropiaba de la brillante idea del japon¨¦s de rodar el combate final de La vida de un hombre tatuado (1965) colocando la c¨¢mara bajo un suelo de cristal. Capaz de mezclar en una misma pel¨ªcula el cine de yakuzas, el w¨¦stern y el musical y coronar el c¨®ctel con un expresivo uso antinaturalista del color y con una direcci¨®n art¨ªstica tendente a la abstracci¨®n pop ¨CEl vagabundo de Tokio (1966)-, Suzuki siempre reivindic¨® el sustrato tradicional de sus experimentaciones: mientras los cr¨ªticos occidentales tildaban sus excesos de surrealistas, el director insist¨ªa en que lo suyo no era m¨¢s que una lectura personal de la herencia del teatro kabuki, en cuyo c¨®digo se armonizaban los colores intensos cargados de valor simb¨®lico, el gusto por el artificio y la dramaturgia en clave no realista.
Con su aspecto de villano oriental sacado de una ilustraci¨®n pulp, Suzuki, de quien se dec¨ªa que era tan amigo del sake como remiso a la ducha diaria, tendi¨® siempre a cultivar su propia leyenda, rememorando con mucho humor negro sus experiencias como soldado en la Segunda Guerra Mundial o la escasa nobleza de sus a?os de ingreso en la industria cinematogr¨¢fica en calidad de ayudante de direcci¨®n en el estudio Sochiku: ¡°Era un borracho melanc¨®lico y en poco tiempo se me consider¨® un ayudante de direcci¨®n con un valor relativamente escaso. En una empresa grande, como Mitsui o Mitsubishi, esto me hubiera granjeado el despido, especialmente en los viejos tiempos, pero como los estudios y los propios ayudantes de direcci¨®n trabajaban gracias al extra?o equ¨ªvoco de que eran brillantes artistas, se toleraba casi todo excepto provocar incendios, asesinar y robar¡±.
Su ingreso en el estudio Nikkatsu a mediados de los cincuenta le permiti¨® abrirse paso hasta la direcci¨®n de producciones de serie B. La necesidad de marcar la diferencia con respecto a las producciones m¨¢s caras que acompa?aban a sus pel¨ªculas en programa doble y el aburrimiento que le causaban los rutinarios guiones que ca¨ªan en sus manos fueron los factores que, a la postre, le convirtieron en un autor heterodoxo y, de paso, en una presencia inc¨®moda dentro del estudio. Tras pel¨ªculas tan notables como La juventud de la bestia (1963) y El vagabundo de Tokio, Marcado para matar ¨Ccuyo h¨¦roe se excitaba sexualmente oliendo boles de arroz, en un clima on¨ªrico con mujeres fatales aficionadas a la entomolog¨ªa- fue la gota que colm¨® el vaso: el estudio le ech¨® y, a pesar de que el cineasta gan¨® la posterior batalla legal, la industria le hizo el vac¨ªo conden¨¢ndole a diez a?os de inactividad.
En 1980, Zigeinerweissen, pel¨ªcula fant¨¢stica en la que un disco de Pablo de Sarasate desempe?aba un importante papel narrativo, le vali¨® un premio honor¨ªfico en la Berlinale y anticip¨® su posterior reconocimiento internacional como uno de los grandes cineastas de culto, un infatigable inventor lenguaje en territorios marginales.
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