Tinariwen: El lamento del n¨®mada desterrado
El nuevo disco de la banda tuareg recibe una calificaci¨®n de 8 sobre 10
El exilio ha fortalecido a la primera banda tuareg que salt¨® al plano internacional, por su ambici¨®n art¨ªstica pero sobre todo por la situaci¨®n pol¨ªtica en su tierra, asolada por salafistas y narcotraficantes. Tinariwen, cuyo apodo significa en tamakesh ¡°los desiertos¡±, suenan hoy con la misma fuerza tel¨²rica que cuando en 2009 su ¨¢lbum Imidiwan les dio a conocer en el primer mundo. Definitivamente desterrados de su amado y monta?oso desierto, ese ¡°'para¨ªso en la tierra'¡± diseminado entre las fronteras de Mali y Argelia, han tenido que recurrir a otros yermos para registrar su octavo ¨¢lbum. Las sesiones discurrieron tan n¨®madas como ellos mismos: se iniciaron en un famoso estudio en pleno Joshua Tree californiano, por donde desfilaron los guitarristas Kurt Vile o Matt Sweeney, para completarse dos a?os m¨¢s tarde en un oasis al sur de Marruecos, rodeados por amigos bereberes cuyos c¨¢nticos gnawa llevan al trance.
Artista: Tinariwen
Disco: Elwan
Sello: ANTI-PIAS
Calificaci¨®n: 8 sobre 10.
Estas doce nuevas composiciones no muestran s¨ªntomas de fatiga creativa, m¨¢s bien al contrario captan en extraordinaria buena forma a la tribu de viejos y j¨®venes m¨²sicos alrededor del fundador Ibrahim Ag Alhabib. Sus intr¨¦pidas guitarras trenzan ese boogie africano de hipn¨®ticos efectos y trascendente espiritualidad, las voces transmiten una melancol¨ªa por los p¨¢ramos y las dunas abandonados a la fuerza cuando la Sharia prohibi¨® esta m¨²sica cuya electrizante vitalidad es inconcebible afrenta para el fundamentalismo. En directo, los miembros del colectivo se intercambian los instrumentos y ocultan el rostro tras ropajes tuareg recalcando que son ante todo una comunidad, as¨ª el expansivo traqueteo r¨ªtmico se erige en protagonista absoluto m¨¢s all¨¢ del ininteligible canto. Arranca el infeccioso retumbo, se enchufan las guitarras sin filtros al amplificador, y el espejismo se hace palpable.
Compuestas por Ibrahim pero asimismo por Abdallah Ag Alhousseyni y Alhassane Ag Touhami, estas canciones atrapan al oyente en sus redes r¨ªtmicas y vibrantes guitarras, como en el primer corte Tiwayyen. T¨¦n¨¦r¨¦ T¨¤qq¨¤l lamenta el expolio que padece su paisanaje de origen y la sonoridad de N¨¤nnufl¨¤y, compuesta por el joven Eyadou, vuelve a recordarnos que el blues lleg¨® encadenado desde ?frica al delta del Missisipi. Saben transmitir at¨¢vicas tristezas en Nizzag Ijbal o la pieza final Fog Edagh¨¤n, con su introducci¨®n de flauta. Pero lo que realmente maravilla de Elwan (Los elefantes), m¨¢s all¨¢ del impacto sensorial, es un sentido de la verdad que les distancia de nuestro rock formalmente decadente y del banal solipsismo pop. La autenticidad se gana a golpes: Ibrahim vio morir a su padre bajo el fuego del ej¨¦rcito maliense y Alhassane se uni¨® a Tinariwen en el campo de refugiados donde aprend¨ªan t¨¢cticas guerrilleras.
¡°'Cada canci¨®n evoca una tierra que ya no es posible localizar, con todo lo que ello implica a nivel emocional, de la nostalgia por un pasado gozoso a la tr¨¢gica p¨¦rdida de su territorio, y del sue?o que este alimentaba'¡±, escribe Francis Dordor en el texto promocional. Un sue?o quiz¨¢s maltrecho, pero muy vivo en tan sensacionales efluvios de estos ecos eternos creados bajo un cielo protector.?
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