El cineasta manipulador
A trav¨¦s de un fascinante juego entre la realidad y la ficci¨®n, y a pesar de la horrenda imagen visual, el director compone una especie de 'reality' con sus antiguas parejas
CAPTURAR (LAS 1001 NOVIAS)
Direcci¨®n: Fernando Merinero.
Int¨¦rpretes: Fernando Merinero, Carolina Clemente, Sara Gonz¨¢lez Tejera, Montse Berciano.
G¨¦nero: docuficci¨®n. Espa?a, 2015.
Duraci¨®n: 89 minutos.
Escribe Augusto Mart¨ªnez Torres en el libro Directores espa?oles malditos: "Una calurosa ma?ana del verano de 1996, conoc¨ª a Fernando Merinero en el pase de prensa de Los hijos del viento (...). Hab¨ªa logrado convocar a muy poca gente y todav¨ªa fuimos menos los que nos quedamos a la rueda de prensa, pero dej¨® muy claro que el personaje que encarnaba en su primera pel¨ªcula era ¨¦l mismo, un tipo simp¨¢tico, con cierta capacidad de convicci¨®n, pero a quien casi nadie hac¨ªa caso". M¨¢s de 20 a?os despu¨¦s, Merinero y su cine de guerrilla, aunque lejos de la presencia de aquella pel¨ªcula en la Semana de la Cr¨ªtica del Festival de Cannes, siguen fieles a aquellas esencias descritas por Mart¨ªnez Torres.
Y vuelve con la inclasificable Capturar (las 1.001 novias), aparente documental con evidentes retazos de ficci¨®n sobre el proceso de creaci¨®n de una improbable pel¨ªcula que recupere la obsesi¨®n del director por la primera de sus actrices protagonistas. Un selfie cinematogr¨¢fico que integra su vida sentimental y profesional, narcisista hasta lo indecible, caradura y de una ambig¨¹edad moral entre lo valiente y lo suicida. Un salto mortal sin red con el que, sorprendentemente, est¨¢ lejos de matarse.
"Una pel¨ªcula viva". As¨ª describe Merinero su nueva obra, ya desde los cr¨¦ditos iniciales. Y cierto es. A trav¨¦s de un fascinante juego entre la realidad y la ficci¨®n, y a pesar de la horrenda imagen visual, el director compone una especie de reality con sus antiguas novias, casi todas actrices, en el que juega con ellas como un jeta profesional, en lo afectivo, en lo laboral e incluso en lo econ¨®mico, mientras la parte contraria, la femenina, despliega un risible componente de vanidad.
Y aunque algunas situaciones se alargan demasiado, y da la impresi¨®n de que el embaucador Merinero no sabe c¨®mo acabar la pel¨ªcula, la espontaneidad que revela en sus continuas manipulaciones, tan c¨®micas como cargantes, acaban dando en la diana. Justo en ese momento en el que el observador de la pel¨ªcula se da cuenta de que las manipuladas no son las mujeres, sino el espectador mismo.
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