El n¨¢ufrago de la A
Se publica el c¨®mic surrealista franc¨¦s 'Philem¨®n', del dibujante Fred, in¨¦dito en Espa?a hasta hoy. Algunos lectores llev¨¢bamos esper¨¢ndolo desde 1980
Todo depende del apetito de cada uno, como cantaban Prefab Sprout, pero es innegable que el hambre por algunas cosas aumenta de forma proporcional a su escasez. Como ni?o de los 70, recuerdo algunos objetos elusivos que adquir¨ªan volumen emocional seg¨²n pasaba el tiempo y se negaban a caer en mis manos: las Nike de Kyle Reese en Terminator; las figuras Mego de superh¨¦roes; aquella maqueta de Los Novios. En ocasiones la captura acarreaba en su interior el alien de la decepci¨®n. No era f¨¢cil estar a la altura de expectativas acumuladas durante a?os (o d¨¦cadas) de idealizaci¨®n man¨ªaca.
El tebeo Phil¨¦mon, de Fred (1931-2013), fue uno de esos artilugios idealizados de mi ni?ez. Por supuesto, en aquella ¨¦poca no respond¨ªa por su nombre franc¨¦s. Los lectores lo llam¨¢bamos Filalici, el nombre con que hab¨ªa ido apareciendo en las p¨¢ginas de la pionera revista infantil catalana Cavall Fort, mes a mes, de 1980 a 1989, por rigurosa entrega postal. La francesa Pilote las hab¨ªa publicado originalmente de 1965 a 1987.
Pertenezco a la generaci¨®n que ya accedi¨® a los c¨®mics en formato completo y extensi¨®n de ¨¢lbum, as¨ª que lo de leer Filalici a plazos se me antojaba tan perverso como adictivo. Su esquiva periodicidad (no pod¨ªas leer Filalici cuando se te antojaba; ten¨ªas que esperar a que llamara a tu puerta) azuz¨® mi idea m¨ªtica del tebeo. Muchos lectores so?aban con el d¨ªa en que aparecer¨ªa Filalici en ¡°largo¡±, como Ast¨¦rix o Tint¨ªn. Pero eso nunca sucedi¨®, y Phil¨¦mon se esfum¨® de las p¨¢ginas de Cavall Fort; al contrario que su recuerdo, que solo hizo que irse hinchando d¨ªa tras d¨ªa en nuestros corazones.
Casi treinta a?os m¨¢s tarde, Phil¨¦mon se edita para el mercado espa?ol, y sigue estando a la altura del pedestal que erigimos en 1980. Es un tebeo raro, valiente, con un imaginario coherente, surrealista y on¨ªrico (en bueno, no en tabarra). El trazo de Fred es nervioso y temperamental (m¨¢s Franquin que Herg¨¦), y sus tramas son primas carnales del Little Nemo in Slumberland de Windsor McKay. En apariencia juguetonas, de aventuras, pero que inoculan entre vi?etas (vi?etas que Fred, al igual que McKay, organiza de forma revolucionaria) el vago regusto a hiel con el que uno despierta tras una cripto-pesadilla.
Phil¨¦mon es un chaval de campo franc¨¦s con una indumentaria m¨¢s ic¨®nica (e inmutable) que la de Angus Young ¨Ctejanos ajados y camiseta a rayas- quien cada dos por tres cae a un mundo alucinante. Este mundo se rige por normas grotescas, habitan en ¨¦l criaturas inauditas, e incluso las disposiciones geogr¨¢ficas presentan alteraciones chocantes. Una de ellas es la que da t¨ªtulo a la primera aventura larga de Phil¨¦mon: El n¨¢ufrago de la A. Pues en ese mundo an¨®nimo, las letras que se?alan OC?ANO ATL?NTICO en los mapas son un archipi¨¦lago de islas reales, cada una con forma de letra y particularidades locales.
Fred erige su universo a partir de ah¨ª, colocando al protagonista en una odisea-en-duermevela que, a veces junto al n¨¢ufrago Se?or Bath¨¦lemy, a veces con su asno parlante Anatole (una especie de contrapunto pr¨¢ctico a las fantas¨ªas de Phil¨¦mon; como el Hobbes de Calvin), le llevar¨¢ de isla a isla, de sociedad en sociedad. Fred utiliza ese marco on¨ªrico de modo parecido a como Jonathan Swift utiliz¨® la met¨¢fora de las islas con que topaba Gulliver: exponiendo de extranjis las lacras pol¨ªticas y sociales de su propio pa¨ªs: los Critiacu¨¢ticos, que torpedean los barcos-teatro con los que topan; los galeotes de la orwelliana galera ballena, que se amotinan para trabajar m¨¢s; los polic¨ªas y la autoridad en general, que el autor siempre pinta como mal¨¦volos, o lerdos, o las dos cosas. Pero Fred, como apunta Jorge Garc¨ªa en el postfacio, reh¨²ye el panfleto y expone sus ideas de libertad, otredad, desobediencia y pensamiento plural con sutileza, sin incrustarlos en el gaznate del lector tal que si este fuese un ¨¢nade dispuesto para el fuagr¨¢s.
Phil¨¦mon es, en suma, un delicioso tebeo, apto para varias edades. Los ni?os pueden disfrutar con los lances y bichos raros que pueblan sus p¨¢ginas. Los adultos, como sucede con Gumball o Futurama, podemos pinzarlo por el subtexto, el interlineado mordaz, y maravillarnos con las c¨¢usticas s¨¢tiras que yacen tras los viajes. Phil¨¦mon: Un regreso que no es chasco, sino todo lo contrario.
Phil¨¦mon: Integral 1. Fred. ECC Ediciones. 304 p¨¢gs. Traducci¨®n de Sara Bueno Carrero.
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