¡°Todos quieren el ¡®Guernica¡¯, pero est¨¢ bien donde est¨¢¡±
El nieto del artista prestar¨¢ 166 obras adicionales al Museo Picasso M¨¢laga para completar su colecci¨®n permanente
De peque?o, Bernard Ruiz-Picasso (Bayona, 1959) sol¨ªa sentarse en la ¨²ltima fila del colegio. No por gusto, sino como castigo por llevar ese apellido. ¡°Mi maestra consideraba que mi abuelo era un monstruo comunista¡±, sonre¨ªa el escritor y coleccionista el pasado martes en el gran despacho de la fundaci¨®n que preside junto a su esposa, la galerista francesa Almine Rech, en el barrio bruselense de Ixelles. Las cosas han cambiado desde su infancia, en todos los sentidos. ¡°Cuando era joven, el cubismo y otros periodos picassianos resultaban muy herm¨¦ticos. Solo los entend¨ªan los grandes profesores. Ahora existe una libertad social e intelectual que permite tener un di¨¢logo distinto con su obra¡±, explica en su castellano te?ido de acento franc¨¦s.
La voluntad del nieto del artista es que la conversaci¨®n no decaiga. Ruiz-Picasso fue el principal impulsor del Museo Picasso M¨¢laga junto a su madre, Christine, a trav¨¦s de una donaci¨®n de 233 pinturas, esculturas, cer¨¢micas y grabados de su colecci¨®n personal, la mayor de titularidad privada en todo el planeta. ¡°Se trataba de respetar el deseo de Picasso, que quer¨ªa tener un museo en su ciudad natal¡±, relata. Casi 15 a?os despu¨¦s de su inauguraci¨®n, en 2003, Ruiz-Picasso aspira a darle un segundo impulso. A partir del 14 de marzo, el museo se beneficiar¨¢ de un pr¨¦stamo excepcional de 166 obras m¨¢s durante los pr¨®ximos tres a?os. El objetivo es dar mayor empaque a la colecci¨®n permanente, que se nutrir¨¢ de obras como La femme au feuillage (1934), Las tres Gracias (1938) o Cabeza de toro (1942), adem¨¢s de numerosas obras sobre papel.
Esa exposici¨®n fija ser¨¢ cambiante. ¡°Las obras ir¨¢n rotando cada tres meses para respetar las normas de conservaci¨®n de las piezas m¨¢s fr¨¢giles y aportar un di¨¢logo m¨¢s vivo¡±, explica Ruiz-Picasso. ¡°Vamos a abrir una nueva etapa y dejar atr¨¢s la percepci¨®n de Picasso en el siglo XX para abrazar la que es propia de este siglo¡±. Por ejemplo, priorizar una interpretaci¨®n m¨¢s org¨¢nica de la obra picassiana, alej¨¢ndose de la compartimentaci¨®n por periodos, o apostar por un contacto directo con la obra. ¡°Hay que entender qu¨¦ experiencia busca el p¨²blico cuando viene al museo. Hay centros de arte estadounidenses que han comprobado que se pasa m¨¢s tiempo leyendo los carteles que observando las obras, por lo que han decidido eliminar todos los textos. Esa soluci¨®n me parece excesiva, pero una instituci¨®n joven como la nuestra tiene el deber de privilegiar el dinamismo¡±, opina.
Su balance de la primera etapa de existencia del museo es muy positiva. ¡°En los noventa hab¨ªa muy poca cultura en M¨¢laga. El museo abri¨® un proceso que ha logrado transformar la ciudad al 100%¡±, apunta, en referencia a la llegada de instituciones como el Centro Pompidou y el Museo Estatal Ruso.
Ruiz-Picasso tambi¨¦n aporta su opini¨®n sobre el debate recurrente respecto al lugar id¨®neo donde exponer el Guernica, a pocas semanas del 80? aniversario del bombardeo que inmortaliz¨® su abuelo, tras la reclamaci¨®n del Museo del Prado, que aspira a que la obra presida su nuevo proyecto de ampliaci¨®n. ¡°Es la pintura m¨¢s importante y emblem¨¢tica del siglo XX. Es normal que todos los espa?oles la quieran¡±, concede. Sin embargo, no es favorable a que el cuadro abandone el Reina Sof¨ªa, donde est¨¢ expuesto desde 1992. ¡°Para m¨ª, el Guernica est¨¢ perfectamente donde est¨¢¡±, zanja el nieto del artista sobre la que considera ¡°la obra m¨¢s espiritual del siglo XX¡±.
A diferencia de otros miembros de su extensa familia, una composici¨®n cubista formada por esposas, amantes e hijos leg¨ªtimos e ileg¨ªtimos, Ruiz-Picasso nunca estuvo enfadado con su abuelo. No lo reconoce en las definiciones que dan su t¨ªo Claude, su hermanastra Marina o una de las compa?eras de Picasso, la pintora y cr¨ªtica Fran?oise Gilot. ¡°Los hombres no son perfectos. Algunos tienen defectos¡±, relativiza. ¡°Picasso fue un artista y, en cierta manera, un anarquista. No vivi¨® dentro del modelo social aceptado y, a veces, provoc¨® situaciones muy dif¨ªciles, pero que las mujeres que vivieron con ¨¦l decidieron aceptar¡±.
Ruiz-Picasso lo recuerda ¡°como un abuelo muy del sur, muy cari?oso¡±. ¡°Dio mucho a nuestro mundo, pero tambi¨¦n a su familia y amigos¡±, sostiene. ¡°Si estoy aqu¨ª hablando con usted, es porque ese hombre me hizo heredero de una obra fant¨¢stica, que me permite donar piezas a un museo de M¨¢laga, donde los ni?os seguir¨¢n dibujando sus cuadros. Esa es, para m¨ª, la mejor definici¨®n de Picasso: observar a ni?os dibujando en salas de museos de todo el mundo. Es suficiente para poner el resto de problemas a un lado¡±. Tampoco teme por su olvido, como ha sucedido con tantos artistas a lo largo de la historia del arte. ¡°El d¨ªa que desaparezca Picasso, muchas otras cosas desaparecer¨¢n con ¨¦l¡±, sentencia.
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