El hombre que hizo la ¨²ltima entrevista a Lorca
Antonio Otero Seco, periodista, narrador y poeta, amigo de Chaves Nogales, escribi¨® tambi¨¦n la considerada primera novela sobre la guerra civil
Cuando Lorca vio a Antonio Otero Seco por ¨²ltima vez, le pidi¨® un favor y le hizo una promesa. Primero, que no publicara hasta pasados unos d¨ªas la entrevista que el periodista y amigo ¨ªntimo le acababa de hacer. Le jur¨® tambi¨¦n que le dar¨ªa el primer ejemplar de su nuevo libro en cuanto estuviera listo: se iba a llamar Poeta en Nueva York. ¡°Tendr¨¢ 300 p¨¢ginas o algo m¨¢s. Se podr¨¢ matar a alguien tir¨¢ndoselo a la cabeza¡±, le dijo.
La primera parte del trato se cumpli¨®. La segunda, no. Un mes despu¨¦s, Federico fue asesinado en las inmediaciones de Alfacar (Granada). Pero las noticias resultaban tan confusas que Otero Seco (Cabeza de Buey, Badajoz, 1905-Rennes, 1970) decidi¨® estar absolutamente seguro de aquel mazazo para publicar, el 24 de febrero de 1937 en Mundo gr¨¢fico, la que hab¨ªa sido, seg¨²n ¨¦l, su ¨²ltima entrevista en vida.
Tuvieron que pasar siete meses para desenmara?ar dimes, diretes y confirmar la tragedia. Unos dec¨ªan que estaba escondido en casa del m¨²sico Manuel de Falla, otros que los hab¨ªan fusilado a los dos. Se hab¨ªa formado hasta un escuadr¨®n de estudiantes con el nombre de Mariana Pineda para ir a rescatar el cuerpo. Lo cuenta el mismo Otero Seco en Escrits sur Garc¨ªa Lorca, reci¨¦n publicado por sus hijos, Antonio y Mariano, en la editorial francesa La Parte Commune, versi¨®n biling¨¹e.
Los dos han decidido rescatar la memoria de su padre. No solo han sacado a la luz este volumen que contiene ¨ªntegra aquella entrevista. Tambi¨¦n otro dedicado a sus encuentros con Picasso y Dal¨ª, as¨ª como sus poemas. Pero en Francia. All¨ª es donde viven desde que Otero Seco tomara el camino del exilio y se ganara la vida como profesor en la Universidad de Rennes. ¡°En Espa?a est¨¢ absolutamente olvidado¡±, afirman. Tan solo los historiadores Francisco Espinosa y Miguel ?ngel Lama han rescatado gran parte de sus escritos en una antolog¨ªa editada por la Universidad de Extremadura. ¡°Algo encomiable, que agradecemos much¨ªsimo¡±, afirman sus descendientes.
Para ellos, la memoria es una maleta pesada pero absolutamente necesaria. El primer recuerdo que Antonio, el mayor, tiene de su padre, prende tan l¨²gubre como te?ido de desconcierto: lo conoci¨® en el penal del Dueso (Cantabria). ¡°Un 18 de julio de 1941. Yo acababa de cumplir tres a?os y los vencedores hab¨ªan tenido el detalle de permitir a los presos reunirse con sus hijos para conmemorar lo que para ellos era el alzamiento y para nosotros el comienzo de la tragedia¡±.
Federico ante el juez
Antonio Otero Seco recuerda la luz de Federico Garc¨ªa Lorca. Brillaba, con su dentadura blanqu¨ªsima en mitad de la tez morena, lo mismo en las tertulias teatrales y literarias de los caf¨¦s que declarando ante un juez. En esos trances comprometidos era cuando pod¨ªa sacar lo mejor de s¨ª, incluso. Como cuando tuvo que declarar acusado por un guardia civil de haber ofendido al cuerpo con sus poemas. Otero asegura haber presenciado aquella escena precisamente el 3 de julio de 1936, cuando, seg¨²n ¨¦l, le hizo aquella ¨²ltima entrevista.
"Cuando la le¨ª por vez primera me qued¨¦ de una pieza", asegura Ian Gibson. "Sobre todo por lo de la citaci¨®n. Yo no pod¨ªa, ni puedo, saber hasta qu¨¦ punto Otero apunt¨® las palabras exactas del poeta. Pero s¨ª dijo que el guardia, un se?or de Tarragona, le ped¨ªa poco menos que su cabeza. Resulta escalofriante. No cabe duda que el poema Romance de la Guardia Civil espa?ola ofendi¨® e incluso enfureci¨® a no pocos ciudadanos del bando contrario y me imagino, a no pocos mandos del Cuerpo. Es muy probable que el ser su autor no le ayudara nada en los ¨²ltimos momentos. Esto fue para m¨ª lo m¨¢s portante de la entrevista", afirma el bi¨®grafo. Lo que le extra?a es que en esa ¨¦poca no hubiera alusi¨®n alguna a La casa de Bernarda Alba, terminada entonces. "Lorca se la le¨ªa a todo dios porque estaba muy contento con ella, por eso tiendo a pensar que pudiera haberse producido antes".
En ella, el poeta le comentaba infinidad de proyectos. Aparte de la culminaci¨®n de Poeta en Nueva York ¨C"Un libro sobrio y de contenido social que defraudar¨¢", dec¨ªa, "a esos lectores que echan baba lujuriosa con La casada infiel"-, la preparaci¨®n de obras teatrales como la ahora conocida Comedia sin t¨ªtulo, otra obra de inspiraci¨®n andaluza, o La sangre no tiene voz, que trataba el tema del incesto. El autor le confes¨® que quer¨ªa descansar y con tanto anuncio tem¨ªa volver locos a los editores y empresarios teatrales. Por eso le pidi¨® que aguantara un poco antes de publicar sus palabras. Ninguno de los dos imagin¨® lo que truncar¨ªa todo poco despu¨¦s.
?Su delito? Ejercer el periodismo y haber mostrado apoyo a la Izquierda Republicana de Aza?a. El caso guarda tanto paralelismo ¨Cen inquietudes, g¨¦nero y compromiso- con el de Manuel Chaves Nogales que urge una justa recuperaci¨®n en su pa¨ªs natal. Tambi¨¦n Otero se defin¨ªa como liberal y republicano. Abogaba por una tercera v¨ªa abierta, alejada de la losa dogm¨¢tica encaminada a los totalitarismos y ejerc¨ªa un periodismo lib¨¦rrimo, muy conectado con el mundo cultural.
Pero no solo eso. Tambi¨¦n ha pasado por ser el primer autor, junto a El¨ªas Palma, de la que se considera novela pionera de un g¨¦nero que traer¨ªa cola hasta el presente: la guerra civil. Y lo hizo en caliente, sin que la distancia para algunos necesaria le frenara un impulso que tambi¨¦n bord¨® Chaves Nogales en sus relatos de A sangre y fuego. Este conjunto de narraciones, d¨¦cadas despu¨¦s, ha sido reconocido como una obra maestra, precursora del nuevo periodismo 30 a?os antes de que, como dicen, lo inventara Truman Capote. ¡°Los dos fueron muy amigos, compenetrados en la causa de una Espa?a alejada de los extremismos, puros dem¨®cratas¡±, afirma su hijo Mariano.
La novela germen de Otero Seco y Palma se titula Gavroche en el parapeto y es una fusi¨®n de cr¨®nica y ficci¨®n necesitada tambi¨¦n de una difusi¨®n urgente. Los autores llegaron a entreg¨¢rsela al general Miaja y al entonces coronel Vicente Rojo, cuando ambos defend¨ªan el asedio a Madrid [momento que puede verse en la fotograf¨ªa], recoge su amigo y profesor, Jean Fran?ois Botrel. ¡°Tambi¨¦n abord¨® la autoficci¨®n¡±, afirma este. ¡°Fue en el relato Entre par¨¦ntesis, donde cuenta su experiencia en las c¨¢rceles¡±, comenta Antonio Otero hijo.
Entr¨® en la prisi¨®n madrile?a de Diaz Porlier acusado de ¡°activ¨ªsima campa?a period¨ªstica contra el movimiento nacional y apolog¨ªa de la causa marxista, entre otras cosas¡±, a?ade Botrel. Le pidieron pena de muerte. Se la conmutaron por 30 a?os. Le trasladaron al Dueso para que le comiera la humedad en aquella fortaleza de horrores frente a la playa de Berria, cerca de Santo?a, pero sali¨® en 1942.
Se introdujo en la clandestinidad pol¨ªtica ¨C¡°Le ve¨ªamos de pascuas a ramos cuando se dejaba caer por casa¡±, comenta Antonio-, pas¨® por representante comercial como escaparate del activismo pol¨ªtico. Velaba como pod¨ªa de la seguridad de su esposa, Mar¨ªa Victorina San Jos¨¦, y sus tres hijos. Un buen d¨ªa, cruz¨® la frontera a Francia disfrazado de cura.
All¨ª qued¨® deslumbrado por Par¨ªs. Pero cambi¨® el abrigo de otros colegas en el exilio y la reci¨¦n estrenada efervescencia de la capital tras el gir¨®n que le hab¨ªan dejado en las calles los nazis, por un puesto seguro en la Universidad de Rennes. All¨ª se volvi¨® a reunir con su familia y pas¨® sus d¨ªas, espigado y silencioso, dichoso por volver junto a su esposa e hijos, pero triste por una Espa?a amputada. Escribi¨® para medios suramericanos y Le Monde, hasta su muerte, en 1970. Saltaba del periodismo a la novela, el teatro y la poes¨ªa en medio de una obra discreta pero constante que espera ser ahora redescubierta como merece.
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